Yoko Ono sin miedo a la muerte
El Guggenheim de Bilbao exhibe hasta el 1 de septiembre 200 obras de esta pionera del arte conceptual, una leyenda viva de la cultura popular
Con su uniforme casi oficioso -traje negro, sombrero gris de medio lado, gafas de perfecta redondez- y con una presencia extraordinariamente poderosa dadas su figura delgada y menuda y sobre todo su avanzada edad, 81 años ya por inverosímil que pareciera al verla danzar así de alegremente junto a una de sus obras más sugerentes y espectaculares, Yoko Ono suscitó ayer una enorme expectación en la presentación de la exposición que le dedica desde hoy el Museo Guggenheim de Bilbao, Yoko Ono. Half-A-Wind Show. Retrospective. La muestra, una de las más decididas apuestas de este centro para la presente temporada, ocupará hasta el próximo 1 de septiembre la tercera planta del monumental espacio diseñado por Frank Gehry, un edificio del que la artista japonesa, literalmente, se enamoró.
"Confieso que estoy totalmente sorprendida, porque había oído hablar mucho del Guggenheim de Bilbao pero yo, como artista rebelde que soy, me mostraba un poco cínica. Me parecía todo... un mero eslogan promocional. Sin embargo, al llegar aquí me he arrepentido de mi actitud, que ahora me parece lamentable. El espacio es bellísimo, me encanta el museo; bastante más, de hecho, aunque sé que quizá no debería decirlo, que el que tenemos en Nueva York, pues allí ves el ego del arquitecto pero eso no ocurre en este otro centro, que no es un frío cálculo sino un sitio en el que cada pared desprende calor", decía ayer esta leyenda viva de la cultura popular en su rueda de prensa ante las decenas de periodistas, también internacionales, presentes en el acto.
El amor, de hecho, es mutuo. No en vano, la exposición, organizada en colaboración con la Schirn Kunsthalle Frankfurt y comisariada por Ingrid Pfeiffer, Jon Hendricks y Álvaro Rodríguez Fominaya, se reivindica, en palabras de este último, como "una gran ocasión para poner la obra de Yoko Ono en el lugar que se merece en los libros de historia del arte", mucho más allá de la condición que muchos le presuponen, lamentó Fominaya, de apéndice de John Lennon, de quien como todo el mundo sabe es su viuda. Ese lugar en la historia del arte, por lo demás, está caracterizado por "el cambio de paradigma a partir de los años 60", propiciado por la artista tanto en sus actividades bajo el sello Fluxus como muchas otras en solitario.
Nacida en Tokio en 1933, "precursora del arte conceptual, pionera de la performance y figura clave también en el mundo de la música" (ámbito este último al que Half-A-Wind Show. Retrospective dedica un amplio apartado específico), dijo el comisario, Ono ve compendiada ahora más de medio siglo de creatividad desbordada en casi 200 obras que abarcan desde la poesía al vídeo pasando por las instalaciones, el dibujo y por supuesto la performance. "He visto mi obra presentada en muchos museos, pero nunca me había sentido tan cómoda como con esta exposición. Puede que influya el hecho de que hay muchas obras que hacía mucho que no veía, y la impresión del reencuentro ha sido tan buena...", aseguró la artista, que negó, en contra de lo que sugirió un periodista en su pregunta, que su arte no fuera deltodo conceptual: "Estás equivocado -le contestó ella sin perder la sonrisa que lució todo el tiempo, con un gesto que parecía de entusiasmo auténtico-. En primer lugar, todo arranca con un concepto. No hay manera de que algo pueda suceder sin más. Todas las obras empiezan en el concepto y luego la gente, mediante su participación en ellas, las convierte en realidad".
Defensora siempre del feminismo (una "revolución silenciosa, sin derramamiento de sangre ni griterío que está cambiando el mundo") y de los derechos humanos en general, Ono confesó sentirse como si estuviera viviendo "la segunda fase de mi vida". "No siento la edad que tengo. O sea, la tengo, pero al mismo tiempo sé que la edad no tiene relevancia", afirmó convencida -también, justo es señalarlo, por la vía de los hechos- esta creadora que proclamó con una seguridad insondable que la muerte, muy presente en una parte no poco significativa de sus trabajos, "es sólo otro cambio, y por eso no hay que sentir miedo a la muerte, porque al fin y al cabo tú mismo -dijo señalando al hombre que le había invitado a hablar de esta cuestión- mueres y resucitas todos los días".
Seguro que no casualmente, este tema condujo, inevitablemente, a John Lennon, al genio trágica y prematuramente muerto/asesinado de los Beatles, que para ella fue, como dijo, "el mejor amigo", además de una de las personas que más firmemente creyó en su arte cuando ni ella misma "pensaba que lo que hacía podía interesarle a la gente". "Porque cuando empecé era distinto. Tampoco es que me preocupara. Pensaba que quizás, algún día, 50 o 60 años más tarde, alguien me descubriría y desenterraría mi trabajo". Lennon lo hizo desde el primer momento y sin dudarlo (de hecho, fue él quien la persiguió, rendido ante la fortaleza y la excentricidad que halló en esta mujer que también le dio "esperanza" en una época en la que era mucho más habitual -bromeó Jon Hendricks- que el arte dijera "lárgate o vete a la porra"). Y al margen de eso, afirmó Yoko Ono antes de adentrarse en una algo laberíntica defensa de la meditación trascendental (David Lynch no estaba solo...) y de la adicción a los teléfonos móviles como vía hacia la "paz en el mundo" y no hacia "el apocalipsis", Lennon no está muerto. "Yo sigo pensando que él está aquí en cierto modo, porque las canciones maravillosas que escribió están en nuestros corazones, y sí, seguro que hoy, aquí, se habría sentido muy orgulloso".
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