"You are my lucky star", Debbie: muere la chica de 'Cantando bajo la lluvia'

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Debbie Reynolds, una de las actrices más populares de los años 50 y 60, fallece a los 84 años, un día después de la desaparición de su hija, Carrie Fisher

Debbie Reynolds, en una imagen de los años 50.
Debbie Reynolds, en una imagen de los años 50.
Carlos Colón

Sevilla, 30 de diciembre 2016 - 02:14

¿cómo que ha muerto la madre de la princesa Leia? No, señores míos. El martes murió Carrie Fisher, hija de Debbie Reynolds y del cantante Eddie Fisher, solo conocida -dicho sea con todo respeto- por su galáctico personaje. Y la noche del miércoles murió Debbie Reynolds, famosa y querida por bastantes más razones que ser la madre de la actriz de un único personaje. Pongamos las cosas en su sitio. En la lista de las diez estrellas más cotizadas de 1960 Debbie Reynolds ocupaba el quinto lugar, tras Doris Day, Rock Hudson, Cary Grant y Elizabeth Taylor, y por delante de Tony Curtis, Sandra Dee, Frank Sinatra, Jack Lemmon y John Wayne. Muy característico de ella esta posición intermedia. No fue una gran actriz, pero era una buena actriz. No fue una gran cantante, pero tenía una voz dulce y encantadora. Hizo personajes voluntariosos y optimistas, pero la vida fue dura con ella hasta el final: ha muerto al día siguiente del fallecimiento de su hija. Este inmenso dolor tal vez le partió el corazón, a la vez que de alguna forma le robó protagonismo. Horas antes de su muerte, ella, que era generosa, se había anticipado firmando el que sería su último comunicado público -una nota agradeciendo las condolencias por la muerte de su hija- simplemente como "la madre de Carrie".

Era su sino. Siempre que la vida le favorecía o la ponía en primer plano, algo se interponía. Su mayor triunfo y a la vez su presentación como estrella, Cantando bajo la lluvia, tras un estreno triunfal, fue barrida de las carteleras por el éxito aún mayor de Un americano en París, de la misma productora y también interpretada por Gene Kelly (Kelly y los críticos la consideraron superior, por más "artística" e "intelectual": craso error, más de medio siglo después el American Film Institute considera Cantando bajo la lluvia el mejor musical de la historia y relega Un americano en París -cuyo largo ballet final es de un amaneramiento pedante hoy difícilmente soportable- al noveno puesto). El tiempo es el único critico fiable.

No fue el injusto sorpasso de Cantando bajo la lluvia por Un americano en París el único que Reynolds sufrió. En 1959 Elizabeth Taylor, protagonizando uno de los más famosos escándalos de Hollywood, le arrebató a su marido, Eddie Fisher, con las artes dignas de uno de los personajes felinamente hermosos y crueles que interpretó. Fisher era amigo íntimo de Mike Todd, entonces marido de la Taylor quien, a su vez, era amiga íntima de Debbie. Cuando Todd murió en 1958 los Fisher-Reynolds se volcaron con su amiga. Él debió de volcarse algo más y tras sólo nueve meses de viudedad la Taylor se casó con él. La opinión compadeció a Reynolds y condenó a Taylor como robamaridos. Todo para nada: Fisher le duró hasta que en 1962 Taylor y Burton se encontraron en Cleopatra.

Y hay más. A Debbie Reynolds le costó trabajo superar el éxito de Cantando bajo la lluvia (en realidad nunca lo logró) en sus posteriores y muy apreciables películas que la convirtieron en la quinta estrella más cotizada de Hollywood gracias a su talento y a las estupendas direcciones de Donen (Tres chicas con suerte, 1953), Tashlin (Las tres noches de Susana, 1954), Walters (El solterón y el amor, 1955), Brooks (Banquete de bodas, 1956), Pewney (Tammy, la muchacha salvaje, 1957), Edwards (La pícara edad, 1958), Marshall (Empezó con un beso, 1959, año cumbre en el que rodó cuatro películas), Mulligan (Perdidos en la gran ciudad, 1960), Seaton (Su grata compañía, 1961, junto a su amigo Fred Astaire), Hathaway (La conquista del Oeste, 1962), Leroy (Mary, Mary)... Y cuando por fin logró ser nominada al Globo del Oro y el Oscar en 1964 por Molly Brown, siempre a flote, se encontró como competidoras a la Hepburn de My Fair Lady y a la Andrews de Mary Poppins (que se lo llevó). ¿Es mala suerte o no?

La mujer destrozada por la muerte de su hija que murió la noche del miércoles a los 84 años tenía 16 cuando ser proclamada Miss Burbank le valió un contrato con la Warner que dos años después se traspasó a la Metro. Cuando, tras tres pequeños papeles, Arthur Freed, el gran productor de musicales, la propuso para Cantando bajo la lluvia, Gene Kelly se negó porque no sabía bailar. Durante el rodaje la torturó, igual que a Donald O'Connor, haciéndola repetir los números hasta que le sangraban los pies. Muchas sesiones las terminó llorando. "Cantando bajo la lluvia y parir son las dos cosas más dolorosas que he hecho en mi vida", dijo años después. Nosotros y ella sabemos que valió la pena. Las otras películas la hicieron popular, pero Cantando bajo la lluvia, hoy considerada no sólo el mejor musical americano sino una de las diez mejores películas de la historia del cine, la hizo inmortal. Y no olviden otra contribución de Debbie a una obra maestra del cine: su suave voz cantando Tammy en una de las más bellas secuencias de El largo día acaba de Terence Davies.

La recordaremos siempre cantando con Kelly y O'Connor el Singin' in the Rain de los títulos de crédito, All I Do Is Dream of You, You are my Lucky Star y Good Morning. La despedimos cantándole la antigua canción isabelina Greensleeves con la letra que Sammy Cahn escribió para que ella la cantara en La conquista del Oeste: "Come, come / There's a wondrous land / For the hopeful heart, for the willing hand. / Come, Come / There's a wondrous land / Where I'll build you a home in the meadow".

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