Las alquimias del mago Drexler

Rocío Armas

18 de mayo 2010 - 05:00

Auditorio de la Diputación. 16 de mayo de 2010. Guitarra y Voz: Jorge Drexler. Batería y Lap Steel: Borja Barrueta. Trompeta: Roc Albero. Percusión, marimba y guitarra acústica: Sebastián Merlín. Bajo y ukelele: Matías Cella. Serrucho, theremin y lap steel: Carles Campón. Trombón: Santiago Cañada. Saxo: Fabrizio Scarafile.

A Rafael Pérez Estrada sus allegados le llamaban El Mago, una licencia poética que patentó Antonio Soler para referirse a todo un prestidigitador de la palabra. En otro hemisferio pero con idénticos méritos, Jorge Drexler podría ser ese hechicero que juega con los sonidos para mejorar el mundo y reinventarse a sí mismo. Y a juzgar por el concierto del domingo en el Auditorio de la Diputación en ambos intentos el uruguayo convence.

No es de extrañar que entre las 400 butacas -agotadas a la venta desde hace tres meses- hubiese algún que otro espectador convencido, a priori, de que sobre el escenario le esperaría uno de esos cantautores monocordes y pusilánimes afectados por su guitarra. Porque haberlos haylos. Pero no se llaman Jorge Drexler ni se acompañan de una banda como la que llegó a Málaga. Amar la trama fue toda una declaración de intenciones que Drexler y los suyos llevaron hasta el paroxismo. Porque esa trama no era otra cosa que un concierto de dos horas, impecable en la ejecución, y placentero en ese tránsito por las emociones que su autor tan bien maneja. Con los primeros acordes de Todos a sus puestos ya advertía al respetable de lo que se avecinaba. Ocho músicos como arropo y un cantante dispuesto a demostrar que su música es una pirueta con la que apetece jugar.

No debe ser fácil conjugar trombones, malimbas, serrucho, guitarras, batería y bajos en una alquimia tan sabrosa que no parecía propia de un directo.

Debe ser que Cerca del mar el de Montevideo se inspira; que entre tanto ruido él sólo precise dos cosas: Mi guitarra y voz; o quizás que no haya nada como tu amor como medio de transporte. De una orilla a otra Drexler paseó sus clásicos como quien pronuncia un padrenuestro, a sabiendas de que sus parroquianos le harían los coros. Maestro de la rima menos complaciente, y poseedor de esa caja de ritmos en su cabeza que ya quisieran muchos, el maestro de la palabra melódica continuó por la senda de los aplausos. Y anduvo sobrado.

Impagables el solo sobre la marimba a seis manos, ó el taconeo improvisado de La Shica (telonera del concierto) acompañando un Sólo quiero verte bailar aflamencado. Ni folclórica acelerada ni Martirio reciclada. Lo suyo es singularidad en estado puro. Divertida y potente ella se encargó como nadie de calentar al público en una noche sobrada de fútbol y necesitada de los susurros de Drexler. Porque luego todo se transforma, dijo el mago.

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