javier ojeda. cantante y compositor

"El rock alternativo español me resulta aburrido: no tiene sentido del humor"

  • El músico acaba de lanzar su nuevo disco en solitario, 'Barrio de la Paz. Acto 1', una celebración caribeña grabada con los Hispano-Cubans y con algunos invitados especiales

Podría decirse aquello de que Javier Ojeda (Málaga, 1964) no necesita presentación, pero su gusto por la reinvención se traduce en proyectos nuevos y distintos en plazos breves. Esta semana ha salido a la venta su último disco, Barrio de la Paz. Acto 1, grabado con músicos cubanos residentes en Málaga como el pianista Daniel Amat (hijo de Pancho Amat, legendaria leyenda del tres, que también colabora en el disco) y el bajista Yohani Suárez, además de otros viejos conocidos y algunos artistas invitados como Celia Flores y el guitarrista Daniel Casares. El álbum llega ahora a las tiendas tras una semana de representaciones de la mambópera llamada también Barrio de la Paz, cocinada al alimón con la compañía teatral Caramala y el director escénico Sergio Rubio, en la que las funciones se han contado por llenos. Sí, claro, Ojeda sigue siendo el cantante de Danza Invisible (el próximo día 15 el grupo actúa en Valencia); pero lo que viene contando por su cuenta desde hace más de una década merece ocupar, por derecho, un lugar en la historia de la música popular reciente.

-Su inclinación por la música caribeña no es precisamente nueva, pero en Barrio de la Paz se hace más evidente. ¿Forma parte el disco de una progresión lógica?

-En realidad el método de composición y de arreglo de las canciones es muy parecido. La única diferencia es que ahora los músicos son de allí, y eso influye inevitablemente en la mezcla. En este caso he dejado las riendas de los arreglos en Daniel Amat, y gracias a eso las canciones han tomado un cariz muy distinto. Pero en cuanto a la estructura de las canciones, no es muy diferente de lo que he hecho antes. Sólo el aderezo. Eso sí, me planteé que, por una vez en mi vida, no iba a utilizar la batería como instrumento de percusión principal, sino que iba a probar otros instrumentos. Al principio resultó algo engorroso en el estudio, porque todavía estamos muy condicionados por el formato del rock. Y estoy muy contento con el resultado. Suena fluido, natural.

-¿Siente ahora el rock como algo más ajeno a usted?

-Puede ser. El rock alternativo español me resulta en general muy aburrido. No creo que se haya acabado el lenguaje, el rock independiente estadounidense me sigue interesando mucho. Pero lo que se hace aquí me cansa, me aburre. Al indie español le falta sentido del humor, no es sexy.

-¿Comparte la idea de que el indie ha hecho un flaco favor a la música española?

-A ver, el concepto independiente está muy bien. Lo que pasa es que lo indie se ha convertido en otra secta. Y no sé por qué en España tendemos siempre a la confrontación. A la gente le gusta ser del Barcelona o del Madrid, indie u hortera. Parece que no hay nada en medio. Y así ves a muchos chavales jóvenes a los que les gusta mucho el indie pero cuyas inquietudes musicales son muy estrechas. Y creo que ése es el gran problema que hay en España. Habrá que entonar un mea culpa colectivo, pero hay muchísimos músicos que apenan escuchan música.

-El espectáculo de presentación del disco con Caramala lanzaba un dardito muy suculento a los rockeros de toda la vida...

-Cuando empezamos a plantear la obra con Sergio Rubio nos enviábamos correos para intercambiar ideas. Yo le hice algunos apuntes, como que tenía una disposición total a reírme de mí mismo, lo que les hizo mucha gracia a las Caramala. Pero también quería meterme con cierta gente, esa que viene y me dice "Tío, a ver cuando haces un disco como los antiguos". Yo les digo si han escuchado lo último que he hecho y me dicen: "No". Y es que a muchos les cuesta avanzar, pasar de una etapa a otra. Y eso te termina afectando, no creas. Yo estoy seguro de que si este Barrio de la Paz llevara la etiqueta de Danza Invisible tendría mucha más difusión, porque hay gente que prefiere el valor de la marca, sin criterio para definir lo que pueda gustarle más o menos independientemente de esto.

-¿Es consciente de que su gusto caribeño ha dejado algunos seguidores por el camino?

-Sí, claro, sé que hay gente que ha dejado de seguirme por hacer estas cosas. Yo podría pensar que están equivocados, pero no merece la pena. Sólo sé que ahora escucho mucha más música caribeña que hace treinta años. Y también me gusta el rock de los 80, que conste, está muy chulo. Lo que ocurre es que ya no me sale. No soy la misma persona. Ya no me sale hacer una canción que suene a Echo & The Bunnymen, fundamentalmente porque mi intuición va por otro sitio. De todas formas, este disco está hecho de músicas muy populares, el chachachá, la rumba y la guaracha, que siempre han gustado a la gente. Pero ya sabes, otros muchos creen que la música latina es Ricky Martin. El otro día, para tacharme de hortera, uno me advirtió de que David Byrne sólo había uno. Y, bueno, esta afirmación ya lo dice todo. Hay gente que es incapaz de ver la música desde un ángulo distinto del rock.

-¿Pesa demasiado la nostalgia de los 80?

-Sí. Y se está convirtiendo en una losa terrible, que no te permite avanzar. Los conciertos que hago más lucrativos, los que me rinden más, son ésos de revival de los años 80 a los que voy de invitado. Están muy bien, las bandas base son muy buenas, todo es muy lícito y además siempre se llenan. Yo voy, hago Sabor de amor y A este lado de la carretera, la gente se vuelve loca y lo que gano me permite hacer discos como Barrio de la Paz. Hace poco, el dueño de una discográfica me dijo que los veteranos nos equivocamos sacando discos nuevos, que eso es contraproducente, porque lo que la gente quiere escuchar son las canciones de siempre. Y eso, para un artista, es lo más parecido a una condena.

-¿Aprecia entonces más al público que va a escuchar lo que hace ahora, aunque no sea tan numeroso como el del revival?

-Se supone que es un público con menos prejuicios. De todas formas, el disco está funcionando muy bien. El vídeo de Oiga, camarero tuvo 4.000 visitas nada más colgarse. Pero la situación está muy difícil. Y más para la gente de mi generación.

-Explíquese.

-Cuando hice el tributo a Los Íberos en el Cervantes me vino José María Guzmán, el de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, y me dio un disco que acababa de autoeditarse. Lo escuché y me quedé alucinado. Era un disco de pop perfecto, precioso, muy bien acabado, perfectamente comercial. Pero, si él no llega a dármelo personalmente, yo nunca habría escuchado aquello. Nunca lo habría encontrado en la radio, ni lo habría visto en una tienda. Hace poco hablaba con el cantante de un grupo muy popular en los 80 que ha seguido sacando discos y me decía que estaba harto, que ya no iba a grabar más, que con el último álbum había perdido dinero, que las radios no le hacían caso y que, para colmo, cada vez que sube a un escenario la gente sólo le pide las canciones antiguas. Es muy duro seguir en esto. Eso sí, cuando el cantante del que te hablo escuchó Barrio de la Paz le gustó tanto que me dijo que igual se planteaba hacer otro disco.

-Imagino que es difícil matar el gusanillo.

-Sí. Es que somos músicos. No sabemos hacer otra cosa.

-Pero, ¿qué ha pasado con la radio? ¿Por qué se ha convertido en un fenómeno tan ajeno a la propia música?

-Es que la situación es mucho más grave de lo que parece. La gente no sabe cómo funciona esto de la industria musical, y convendría saberlo para comprender de qué estamos hablando. Te pondré un ejemplo. Hace poco mi promotor recibió una propuesta de una importante emisora de radio española, lo que parecía una buena noticia. Le decían que el single entrará en su lista el 1 de marzo para estar unas diez semanas, con tres tocadas diarias. Pero que si queríamos sonar más tiempo, teníamos que pagar 500 euros. Y esto era un trato especial, porque les había gustado mucho el single. Otras emisoras piden 1.500 euros, o 2.000. Así que si quieres tener éxito tienes que tener dinero. Esto es así, y muchos no lo saben. Y yo me gasto ya el dinero y me lo juego todo en la grabación del disco.

-¿La mejor salida para los discos es venderlos al final de los conciertos?

-Sí. Yo lo hago. No hay nada malo en ello. Al principio me costó, pensaba que podía quedar cutre. Yo había vivido la época de las vacas gordas, y ahora me tocaba bajar a la tierra. Pero lo hice y no pasó nada. Los tiempos cambian.

-¿Sigue confiando entonces en el disco físico, o al final habrá que claudicar a favor de streaming?

-A mí me gusta el CD. Sé que está a punto de desaparecer, pero prefiero el formato físico. Si la música está sólo dentro del ordenador, siento que no es mía.

-Usted pasó parte de la infancia en el Barrio de la Paz. ¿Ha querido poner música ahora a la historia de aquel niño?

-En parte sí, pero la idea del disco nace a partir de varias cosas. El origen está en un artículo que leí en el que el autor llamaba a la gente a rebelarse. Y lo hacía dando mucha caña, tildando a la gente de estúpida por permitir que abusaran de ella. Cuando lo leí pensé que, encima que todo el mundo está con el agua al cuello, ahora vienen los intelectuales a regañarles por estarlo. Se me ocurrió que, en esta época de confrontación, podíamos hacer algo sobre la concordia. Y algo que tuviera música de barrio, muy popular. Así que pensé que el barrio en el que había pasado mi infancia, el Barrio de la Paz, era el idóneo. Además, muchos músicos malagueños, incluidos algunos de los que tocan en el disco, viven por allí. Luego, Sergio Rubio y Caramala explotaron la idea, que era una cosa muy hippy y muy pirada, con mucho talento para hacer el espectáculo.

-¿Cómo fue el trabajo con los músicos en el estudio?

-Fue muy sencillo. Antes había hecho una gira con la Diputación por los pueblos y puse ya a rodar la banda, con algunas de las canciones nuevas. Me tomé mi tiempo, pero se ajustó todo muy bien. Además, ya sabes que me llevo muy bien con todos los músicos de Málaga, así que pude contar con Tony de Chambao, Daniel Casares, Celia Flores y otros. Todos colaboraron desinteresadamente, y gracias a eso pudimos hacer el disco.

-¿El mestizaje es la consecuencia musical más evidente de la Málaga actual?

-La gente de fuera de Málaga que escucha el disco se queda asombrada y me pregunta de dónde he sacado a estos músicos, y a mí me gusta decir que son todos de Málaga. Los músicos de Málaga son muy valorados fuera, pero aquí sólo los valoramos cuando los reclaman de otro sitio. La gente se entera de que Coki Jiménez es un batería fabuloso cuando se lo lleva Amaral. Daniel Amat, que ahora vive en Málaga, ha vivido mucho tiempo en Bilbao y dice que allí nadie sabe hacer un tumbao.

-¿Y comparte usted esa apreciación? ¿Son tan buenos los músicos malagueños?

-Por supuesto. Es algo que defiendo siempre. El problema es que en Málaga hay pocos proyectos sólidos. En cuanto al rock, por ejemplo, la escena malagueña no tiene nada que ver con la de Granada.

-¿Alguna vez ha hecho usted algo como músico de lo que se haya arrepentido después?

-No, no cambiaría nada. Sí he hecho cosas que no me gustan, la verdad. Algún dúo. Favores que hago a los amigos. Pero lo tengo controlado, he inventado un tipo de voz para cantar las canciones que no me gustan, sobre todo los dúos. Cuando canto así parece que estoy muy emocionado, pero lo que hago en realidad es actuar.

-¿Y hay algo que haya echado en falta en su carrera?

-Sí. Estoy seguro de que tenía que haber empezado mi carrera en solitario mucho antes, lo que no quiere decir que no haya estado a gusto con Danza Invisible, muy al contrario. Por otra parte, desde que me fui de la discográfica y empecé a gestionar yo mismo mi carrera, y a tomar las decisiones, soy mucho más feliz. Y si lo hubiese hecho antes, habría sido más feliz antes. Los representantes sólo sirven para interrumpir la comunicación. Y gracias a que no he tenido que rendir cuentas a una discográfica he hecho más cosas en los últimos tres años que en toda una década.

-¿Qué queda de los sueños que tenía cuando fue a Manchester en 1986 a grabar Música de contrabando con Danza Invisible?

-Hay cosas que tal vez no han acompañado como yo esperaba. Antes salías a un escenario y sabías que la gente tenía una determinada cultura musical. Pero ahora no hay nada de eso, fundamentalmente porque no hay música de calidad en las emisoras, ni en la televisión. Lo mejor de los 80 no fue la calidad de los grupos, sino que entonces se emitía música de calidad. Y así se educaba el oído de la gente. La primera vez que escuché a Miles Davis, por ejemplo, me pareció un coñazo. Pero volví a escucharlo una segunda vez, una tercera, y a la cuarta ya lo estaba disfrutando. Los medios de comunicación permitían que ocurrieran cosas así. Pero ya no lo hacen, ni de lejos.

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