Andrés Ortega: "Si los jóvenes se sienten más solos hoy día es porque quizás están también más aislados"
Periodista y escritor
'Soledad sin solitud' es el libro en el que el también politólogo indaga en la hiperconexión digital y las relaciones interpersonales
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En Soledad sin solitud, el escritor, politólogo y periodista Andrés Ortega (Madrid, 1954) reflexiona sobre la paradoja de una sociedad conectad, y sin embargo, sola. El autor propone rescatar la "solitud", esa retirada consciente hacia uno mismo, con la necesidad de silencio, introspección y pensamiento en una era saturada de estímulos. En el libro, presentado ayer en la Sala Eduardo Ocón en la Sala de la Fundación Unicaja Maria Cristina, Ortega examina cómo la hiperconexión digital ha transformado las relaciones interpersonales, la atención y la forma de estar en el mundo.
Pregunta.Plantea una paradoja entre que cuanto más conectado está el mundo, más desconectados estamos. ¿Cómo ha llegado a esa idea para desarrollarla en un libro?
Respuesta.Observando y viendo que es un fenómeno bastante reciente, que incluso los datos apuntan a que coincide más o menos con la llegada de los teléfonos inteligentes hacia el 2007, fue el primer iPhone, y que a partir de ahí la gente empieza a tener más relaciones con digitales, digamos, indirectas, no presenciales, y esa absorza por las pantallas es un fenómeno bastante reciente, aunque no todo es pantallas y tecnología, también otra forma de vida, como la creciente urbanización, lo que dicen grandes urbes, la ruptura de los rasgos familiares que ello conlleva y ese tipo de cosas.
P.Habla de la solitud, que es un término que ya no se emplea. ¿Por qué decidió recuperarla y ponerla directamente en el título del libro?
R.Eso se me ocurrió hace ya algunos años en un artículo que publiqué porque veía que hay idiomas que indican estos amargos que no son en otras cosas, como el inglés, que diferencia entre onlyness y solitude. O el alemán. Creo que hay que diferenciar entre lo que es la soledad como algo que es intrínseco al ser humano y que es algo también negativo, que se ve como algo negativo, de la solitud, que es esa soledad buscada, no siempre conseguida, deseada y que nos permite ese reencuentro con nosotros mismos, que tampoco hay que exagerar. Pero había ese término en el castellano antiguo que yo recupero con este nombre.
P.Antes ha mencionado el tema de las pantallas, hoy en día se ve a mucha más gente que camina agachada. ¿Cree que eso se va a poder revertir o va a ir a peor?
R.Yo creo que va a ir a peor por supuesto, en el sentido de que hay toda una economía de la atención que se está desarrollando, en el sentido de que muchas empresas lo que buscan es absorber nuestra atención, alterarnos constantemente, estar todo el rato mirando a pantallas o televisión, o eso quizá ya era por la televisión, en vez de permitirnos esos tiempos de ensimismamiento, de reflexión. Ortega y Gasset ya lo llamaba, una retirada estratégica a uno mismo. Y eso se puede aprender. Por una parte hay que aprender a desconectar, y de hecho algunas últimas tendencias de las redes sociales indican que están bajando un poquito. Hay que aprender a desconectar, a saber estar sin el móvil, sin mirar el móvil todo el rato, hay que tener momentos en el día libres de móviles y de pantallas, y también hay que saber aprender a tener ese reencuentro con nosotros mismos, que puede ser a través de la meditación en un sentido más trascendental, o la reflexión en un tema, o un reto que uno quiera buscar o reflexionar para conocerse mejor a sí mismo. Hay culturas, por ejemplo, a los japoneses, donde a los jóvenes se les enseña a meditar. Y hay momentos de solitud, se les enseña a cultivar la solitud, que es algo que hay que aprender o que hay que reaprender.
P.Ahora también está a la orden del día irse, aunque sea un fin de semana, de desconexión. O incluso, por ejemplo, un grupo de jóvenes queda para tomar algo y ponen todos los móviles sobre la mesa y el primero que lo coja paga la cuenta. ¿Piensa que son iniciativas que realmente sirven?
R.Yo creo que sí. Para empezar, indica una conciencia de esos jóvenes de que necesitan mirarse entre ellos y reaprender a conversar. Porque lo malo no es solo lo que miremos en la pantalla, sino que cuando cada uno de esos en una mesa coge una pantalla, está viendo cosas distintas. No es como antes la familia mirando un televisor, que también era una forma de alteración, de exageración, pero todo el mundo miraba lo mismo. Ahora no, ahora cuando uno mira el móvil, cada uno mira su móvil.
P.Con las redes sociales hay una sobreexposición. Pero, en cambio, quien no tenga redes sociales se le considera como el marginado, el que está aislado. Son como dos posiciones muy opuestas, pero ¿cree que hay algún equilibrio que se puede conseguir?
R.Sí, yo creo que también es una cuestión de edad y de generaciones. Quizá los que se sienten más solos, en un sentido negativo, son los mayores, lo cual es natural porque muchas veces tienen sus amigos, sus familias y todo eso. Pero también los más jóvenes, que son los más conectados, los que están todo el rato con sus amigos en las redes, creo que eso se puede revertir controlándolo también y aprendiendo a usar las redes, aprendiendo el peligro que tienes y también las ventajas que tienes porque creo que por ejemplo un fenómeno como WhatsApp es muy bueno para unir a familias que están separadas geográficamente, a lo mejor por miles de kilómetros o distancias enormes. Y que así se pueden hablar. Pero también creo que se ha tenido que sustituir la relación directa incluso en hablar por teléfono. Los móviles, los teléfonos móviles cada vez sirven menos para hablar y más para mandarse imágenes, para compartir cosas que no son conversación. No hay presencia de los interlocutores.
P.No sé si te suena el término FOMO, que también lo usan muchos jóvenes ahora y también refleja un poco esa idea de que no saben estar solos.
R.Sí, es que es una cosa que no se ve en el fondo, pero en el fondo se siente muy solo porque la relación no es directa como antes. Entonces, yo creo que una medida es prohibir los móviles en los colegios hasta cierta edad y controlar más las redes sociales porque se puede hacer de manera casi anónima mucho daño al usuario. Creo que sí que los jóvenes muchas veces se sienten más solos es porque quizás están también más aislados. Salen de los colegios y se van a su casa y se encierran en su habitación, que se ha convertido en su castillo. Eso es algo bastante reciente también.
P.Muchos hablan con la inteligencia artificial directamente.
R.La inteligencia artificial puede traer muchas cosas positivas, pero hay un periodo de confiar más en la inteligencia artificial para, por ejemplo, el problema de salud mental que puede tener una persona que el propio psicólogo, doctor, o las propias amigas y amigos de verdad, amigos directos. Creo que la inteligencia artificial está en un momento de semblanza de ser humano, pero no lo es. Por ejemplo, cuando hablo con la inteligencia artificial, uno es consciente de que está hablando, pero la inteligencia artificial no es consciente de que está hablando. Podría estar hablando o haciendo otra cosa. Ahí era igual. Lo que hace es procesar datos y cálculos.
P.Las redes sociales también están jugando un papel importante ahora en los proyectos audiovisuales, porque también han salido series que hablan de eso.
R.Creo que hay sociólogos que, por ejemplo, todo esto que sale en la serie Adolescencia, ya lo habían mirado dos años antes. Es decir, que todo esto que está ocurriendo en los colegios, de acuerdo ahora a una directora de un colegio alemán que ha escrito un libro traducido al español, que se llama Estamos perdiendo a nuestros hijos, de cómo muchas veces se crean, que eso también es muy tradicional y muy normal, pero se crean lenguajes y códigos entre los jóvenes que los adultos desconocen completamente y se crean al margen. Y se crea ahí un submundo que a veces no se controla y que puede ser muy dañino para los que lo viven.
P.A la hora de que haya una soledad no mal vista, como la plantea, ¿cómo cree que podrían intervenir las instituciones, ya sea por el Gobierno o los colegios o la propia sociedad?
R.Yo creo que la sociedad y los colegios y la educación tienen un factor muy importante en todo esto. La verdad es que llevamos muy poco tiempo con estos fenómenos que yo describo, porque llevamos como mucho 20 años con ellos, como mucho. Pero creo que eso tiene un impacto... Perdón, me acuerdo que tenía una pregunta y me he perdido en la respuesta.
P.¿Cómo cree que podrían involucrarse las instituciones?
R.Lo que no creo que sea muy útil y los casos que se han demostrado que no son tan útiles es una solución orgánica. Es decir, crear un ministerio de la soberanía, hubo un ministerio en el Reino Unido, ya lo han quitado, en cierta manera no ha habido en Japón, pero en Japón se creó sobre todo para luchar contra una ola de suicidios que habían aumentado mucho en el país. Yo creo que la solución tiene que ser en las propias sociedades, empezando por la demanda de la propia gente de ayuda y sistemas para no estar todo el día pendiente y cautivado por estas fuerzas extrañas que todavía no dominamos, pero cuando no dominamos los usuarios, que ya no somos ni siquiera ciudadanos, somos usuarios de esas redes sociales y ese tipo de cosas.
P.El papel psicológico también es muy importante, mucha gente también va a terapia porque acaba enganchándose incluso al móvil.
R.Sí, sí, yo creo que el papel psicológico es muy importante, pero sobre todo yo creo que hay que crear las condiciones, primero para ser conscientes del problema y que haya solucionado los propios resultados. Y generar sistemas sociales que nos devuelvan esa simpatía con el vecino, ese hablar o sonreír por la calle a la gente y no estar todos diametitos ni siquiera nosotros mismos, sino en nuestros propios teléfonos.
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