Cultura

1914-1918: los años del despertar a la modernidad

  • La exposición 'Barcelona, zona neutra' explora cómo la condición neutral de la ciudad catalana en la Primera Guerra Mundial propició el contacto con las vanguardias y la renovación de la escena artística

La irrupción de un tiempo nuevo que desbarataba la visión del mundo que se había tenido hasta entonces, la intensidad con la que las vanguardias cambiaron la perspectiva de los artistas y la crispación social de un periodo en el que la burguesía se afianzaba y el proletariado reivindicaba sus derechos son algunos de los aspectos que refleja Barcelona, zona neutral (1914-1918), una exposición que puede verse en la Fundació Joan Miró de la capital catalana hasta el 15 de febrero y que a través de más de 400 piezas ilustra la profunda transformación y la entrada en la modernidad de una urbe a la que benefició su condición neutral durante la Primera Guerra Mundial.

Patrocinada por la Fundación BBVA, la muestra analiza cómo el conflicto bélico en la vecina Francia favoreció la llegada a la ciudad de creadores extranjeros y la poderosa influencia que ejercieron sobre la escena local, aunque Barcelona, zona neutral trasciende los ámbitos de la pintura, la escultura y el dibujo y plantea, en un recorrido tan ameno como variado, con carteles, proyecciones, fotografías y artículos diversos, la redefinición de una cultura que deja atrás entonces su reducto elitista e inicia su idilio con las masas. "Estamos en una institución artística pero no queríamos ceñirnos al arte. Queríamos que la exposición mostrara una sociedad compleja", señala Joan M. Minguet, comisario de la cita junto con Fèlix Fanés.

La primera sala revela ya ese propósito: junto a obras en las que diversos artistas retratan escenas del frente o reflexionan sobre las consecuencias de la guerra -Fernand Léger, Eric Heckel o Paul Nash-, se exhiben portadas de revistas ilustradas, fotografías, las imágenes en movimiento del cine, afiches o postales. Es en estos años cuando el cartel deja de ser un simple aviso para productos "y entra en juego la propaganda: anima a atacar al enemigo, se dirige a voluntarios a los que quiere reclutar", cuenta Fanés. En este intervalo, también algunos lenguajes se desarrollan con inesperada fuerza y otras estéticas acusan ya su declive, como ocurre por ejemplo con un diseño de Théophile-Alexandre Steinlen, "un artista extraordinario, que inspira a Picasso, pero que ya está pasado de moda. La de este tiempo -prosigue Fanés- es una visualidad en la que se interponen capas. Frente a la más definida de los años 20 y 30, aquí hay una mezcla: está muriendo lo viejo y naciendo lo nuevo".

En esta evolución proyectan una larga sombra París y su efervescencia creativa. Los artistas catalanes que han vivido en la capital francesa regresan excitados por las nuevas posibilidades que se han abierto: en la sala 2, titulada Modernidad y vanguardia, se aprecia la huella del arte francés y del futurismo italiano. En una decisión "contraria a la historiografía artística convencional", los comisarios destacan aquí a Joaquim Sunyer no tanto como referente del novecentismo, sino como "un señor que ha estado en París y que ha visto las vanguardias". Fascinado por Cézanne, transmitirá las lecciones aprendidas en los cuadros de este maestro a, entre otros, Josep Togores, Joan Miró, Rafael Barradas y Joaquín Torres-García. Piezas de estos autores se muestran junto una de las composiciones más singulares de la sala: un caligrama de Josep Maria Junoy dedicado a Georges Guynemer, héroe caído de la aviación francesa, ejemplo de cómo los artistas jóvenes del momento se rebelaban contra los presupuestos provincianos y anticuados que aún imperaban en su entorno.

Las alteraciones no se suceden sólo en la esfera artística: mientras la burguesía prospera, la clase obrera "empieza a sentirse incómoda", apunta Minguet. Un vistoso automóvil de la Hispano-Suiza o teléfonos de la época que sugieren los avances de los nuevos medios de comunicación y transporte de esa década comparten sala con imágenes de centrales térmicas, el puerto de Barcelona o un taller de carpintería. Curiosamente, los organizadores de la exposición apenas han encontrado documentos de la agitación de los trabajadores. "En lo que ha perdurado de la huelga de 1917 hallamos que el movimiento obrero es casi invisible: hay imágenes de la Guardia Civil o del Ejército, pero no de los que protestaban", explican los comisarios. Entre los que podían haber reprimido las manifestaciones estaba Joan Miró, vestido de soldado en un retrato realizado por Ricart, pero su regimiento no fue llamado para este fin.

Otra sala, Barcelona y la guerra, comparte con los visitantes cómo la opinión pública se dividió con vehemencia entre aliadófilos y germanófilos, posiciones que se defendieron con el mismo ímpetu desde la prensa, "especialmente desde la satírica". En este apartado sobresalen unos dibujos inéditos de Josep Clarà, realizados en una expedición de intelectuales catalanes al frente. La ciudad de marfil, la quinta sala, se adentra en el movimiento del novecentismo pero también ofrece el reverso de una vida nocturna y pícara. En este periodo "entra la cocaína, la prostitución crece, la publicidad empieza a subir el tono y proliferan las novelas eróticas". Esa sensualidad está encarnada en dos personajes: La Sibila de Anglada Camarasa y Tórtola Valencia, la legendaria bailarina que todavía seduce con sus movimientos en Barcelona, zona neutra.

Uno de los hitos de esos años es el Salón de Arte Francés, trasladado en 1917 a Barcelona por la guerra. De esa exposición "conservadora, pero en la que había una gran representación del impresionismo", se rescatan en la Fundació Miró un paisaje de Pissarro, La Seine à Port-Marly, le lavoir (El Sena en Port-Marly, el lavadero); y otro de Sisley, Le Tournant du Loing (El recodo del Loing).

Aires nuevos trajeron igualmente los artistas exiliados que se instalan en Barcelona, como Albert Gleizes y Francis Picabia, aunque la sala dedicada a estos visitantes ilustres también se detiene en el escurridizo boxeador y poeta Arthur Cravan, del que se rememora un mítico (y posiblemente amañado) combate que mantuvo con el campeón del mundo Jack Johnson en 1916. Un año más tarde regresaría a la ciudad otro protagonista de la muestra: Picasso acompañaba a su futura esposa Olga Khokhlova, de gira con los Ballets Rusos. Barcelona, zona neutra muestra esbozos del decorado y vestuario que el malagueño realizó para la compañía.

La exposición disecciona también en la última sala el desarrollo de un ocio nuevo en esa década: anuncios de espectáculos deportivos o de centros comerciales que se abren conviven con un cine que tiene cada vez más adeptos. A pesar de que su película sea muda, es Charlot, de quien se exhiben fragmentos de Armas al hombro, el que tiene la última palabra en el recorrido de la muestra.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios