Cultura

El arte de crear mitos

Como Barrie o como Carroll, de quien fue íntimo amigo, el escocés George MacDonald apeló a la edad de la inocencia para construir un mundo de fantasía que conectaba la realidad conocida y la soñada, con admirable audacia en la manera y sin concesiones a la sensiblería, pues su apuesta por una ética del bien está lejos de los tonos apastelados que caracterizan a otros autores de narraciones infantiles -si es que las suyas admiten esa calificación reductora- de la era victoriana. Ya presente en el catálogo de Atalanta con sus maravillosos Cuentos de hadas, MacDonald escribió también "novelas para adultos" que influirían en admiradores como Tolkien o Lewis, el autor de las Crónicas de Narnia, quien quedó deslumbrado tras la lectura adolescente de Fantastes (1858) -"Al cabo de unas horas supe que acababa de rebasar una frontera significativa"- y dejó constancia de su estima en un prólogo donde defiende, por encima de las cualidades literarias del maestro, su condición de hacedor de mitos.

Claramente influida por el romanticismo alemán, cuya imaginería fascinaba a MacDonald, y acogida a una reveladora cita de Novalis, por el que sentía especial devoción, Fantastes sigue el desarrollo acumulativo y algo caótico que su predecesor prescribía para los relatos feéricos: "historias carentes de coherencia" que forman una "amalgama de cosas y sucesos hermosos, por ejemplo una fantasía musical, la secuencia armónica de un arpa eólica, la naturaleza misma". El protagonista, Anodos, que ha cumplido 21 años la víspera, descubre una mañana que su cuarto se ha transformado en una vía de acceso al País de las Hadas, habitado por criaturas prodigiosas y toda suerte de maravillas. Siguiendo un impulso irresistible -quienes se adentran en sus dominios no pueden volver atrás- el joven, acompañado por su inquietante sombra, conocerá los misterios luminosos o aterradores del bosque encantado, en una serie de aventuras que se presentan como un camino de iniciación y llegan hasta las mismas regiones de la muerte. Por encima de los distintos episodios, que no siguen una secuencia lógica, se impone la atmósfera onírica, la fuerza simbólica de los personajes, la plasticidad de las imágenes y una convicción, expresada de nuevo en palabras de Novalis: "Nuestra vida no es un sueño, aunque debe convertirse en uno, y quizá lo haga".

George MacDonald. Prólogo C. S. Lewis. Trad. Juan José Llanos. Atalanta. Vilaür (Gerona), 2014. 272 páginas. 24 euros

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