La artista japonesa Kimika expone en Málaga telas que hablan de mujeres y del exilio

'De mano a mano' se puede visitar en La Bodega del Masaje hasta el 8 de febrero

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'Edén en el mar', de la exposición 'De mano a mano', de Kimika
'Edén en el mar', de la exposición 'De mano a mano', de Kimika / M. H.

La Bodega del Masaje expone en su interior un conjunto de telas que cuelgan de sus paredes. Allí, entre aromas de vino, Kimika presenta su nueva exposición De mano a mano. Lo explica con ternura, consciente de su español aún en progreso de aprendizaje -artista nacida en Gifu, Japón-: "Mi exposición se llama así porque siempre tenemos una conexión humana desde la la mano hasta mano, del otro, quiero mostrar este tipo de conexión en Málaga". Esta muestra, disponible hasta el 8 de febrero, es entrar en un mundo donde Japón, Andalucía y el Sáhara se miran cara a cara.

Kimika recuerda su formación en pintura japonesa tradicional, estudió esta rama del arte en la Universidad de Aichi. Trabajó en el Centro de Conservación del Museo Nacional de Kioto. Luego se fue a Irlanda y llegaron entonces los viajes, los festivales de arte y luchar por los derechos humanos, un camino que, sin haberlo planeado, la llevó hasta los campamentos saharauis en Tinduf, Argelia, en 2011. Desde entonces, Kimika volvió varias veces, siempre atraída por el trabajo con las mujeres. De esos viajes nace De mano a mano.

"Siempre pedía a las mujeres un trocito de su ropa, que se llamaba melfa", explica. La artista se enamoró de esas telas que "vuelan con el viento" del desierto: "Cuando ellas andaban en el desierto con sus melfas, las veía como volando, como mariposas, son muy elegantes, y eso para mí era sentir mucha ilusión y emoción". La melfa, dice, no es solo una prenda de ropa, es su propia identidad, protección, belleza y memoria en un lugar donde todo es escaso menos la dignidad humana.

Las piezas que muestra en Málaga están confeccionadas con esos fragmentos: colares textiles enormes, otras obras de tamaño medio y dibujos sobre papel. Las principales son "dos colas textiles hechas con trozos de melfa" que le dieron las mujeres saharauis. Otras obras dialogan con el cuerpo femenino: "Son como vulvas, pero no explícitamente, porque pueden ser semillas, llamas o flores, cada persona lo ve diferente". Y añade: "Como Matryoshka, una mujer dentro de otra".

Ese viaje hacia lo íntimo y lo femenino tiene un origen personal. "Yo tuve cáncer de útero en 2017", dice sin dramatismo, pero con la calma de una persona que ha sabido transformar el dolor en un lenguaje artístico. Esa experiencia la llevó a "una exploración del cuerpo femenino", como resume la propia japonesa.

La exposición en Málaga llegó gracias a la Neilson Gallery, con la que Kimika ha trabajado muchas veces. Irene, directora de la Bodega del Masaje, conocía su obra y quiso abrir el espacio a otras formas de arte. "Es la primera exposición que hace un artista aquí", cuenta ella, con emoción, y añade: "Es la primera exposición en su pasillo".

Detrás de cada trozo de melfa, hay historias de mujeres que son exilliadas. "Las mujeres han llevado ahí la batuta, los hombres iban a la guerra y ellas tenían que ocuparse de todo", explica. Kimika recuerda una escena que resume ese espíritu: "Yo pedí a toda la gente en el campamento si me podían dar un trozo de sus melfas, y no me miraron raro, al contrario, lo compartieron con mucho amor". De hecho, cada melfa es diferente y por eso son tan identificativas.

La artista también creó allí un mural sobre desaparecidos saharauis. "Hice un dibujo, un mural de una persona hecha a modo retrato", explica. Pintaba con la información que los familiares le daban: "Qué colores le gustaba, qué comida le gustaba, qué ojos tiene". Ella misma cuenta la tradición japonesa que inspiró la participación de las familias: "En mi cultura, cuando terminamos un Buda, quien pone los ojos es una persona importante". En el Sahara, invitó a cada familia a pintar un ojo del retrato: "Si tienen los dos ojos, el alma tiene una dirección", resume.

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