El barroquismo contemporáneo de Manuel León

Una de las obras de León, en JM.

25 de septiembre 2016 - 05:00

MANUEL León (Villanueva del Ariscal, Sevilla, 1977) regresa a Málaga -concretamente en la Galería JM-, y lo hace con Cultura Vegetativa, un proyecto que hasta el 3 de diciembre se podrá ver en Duquesa de Parcent, 12. Pese a la impresión inicial, en la que el gran lienzo que preside la planta primera parece ser el resultado del resto de las piezas, cada una de las acuarelas que lo rodean constituyen un reguero de ejecución impecable, donde los claroscuros y los fondos de fantasía conviven con ese espíritu tan esencialmente barroco que define la obra de León. Pero volvamos a Deporte y cultura (2016), cuadro que insiste en ese personaje reiterativo, en esta ocasión a descubierto (si bien todavía se conservan reminiscencias del ser nazareno que puebla muchos de sus cuadros); no faltan ni el memento mori ni el autoguiño en forma de desnudo femenino (Mitad de Venus y mitad de Marte, 2016). El color, no obstante, ha ganado viveza con respecto a obras anteriores, y continúa una senda ligada a la actualidad: no hay más que echar un vistazo a algunos de los títulos expuestos (No soy dueño del suelo de mi hipoteca, una palabra tuya bastará para cambiarlo, 2015). La vegetación aparece, como profuso fondo, en el lienzo del que hablábamos al principio; también en las hermosas piezas expuestas en la planta baja (acuarelas como Conjunto costilla cósmica, 2016). León no escatima en referencias que juguetean con lo sacro y solemne (¿Seré yo, maestro? o Santa Catalina), la High Culture (Danto o Adorno), o la retórica rápida de nuestro siglo (Ejercicios del pensar); en obras, todas ellas, de 2015. La representación casi fotográfica de estas estampas se aprecia igualmente en los gestos cambiantes de los retratados, apenas tres modelos: dos masculinos -incluyéndose a sí mismo en títulos como En busca de la cultura vegetativa, 2016- y otro femenino. Anhelantes, desafiantes, escépticos, reflexivos… recuperando el patetismo de un siglo dorado, y estableciendo un equilibrio a priori complicado con la mística de Zurbarán, tendente a unas tinieblas que en el caso de León aparecen incluso en el escenario más onírico, como pueda ser ese díptico dibujado de enigmático título (Vuelven los problemas del siglo pasado, 2016).

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