Cultura

En busca de Micerino bajo el mar

  • Arqueólogos malagueños investigan la historia del 'Beatriz', un navío británico que naufragó en 1837 frente a Cartagena con la momia del faraón en su interior · Poco más se sabe de un pecio repleto de enigmas

El asunto compite con el del Sussex en protagonismo en los foros de internet consagrados a la arqueología. La cantidad de elementos históricos y esotéricos que encierra lo convierten en guión cinematográfico de primera magnitud, pero lo poco que se sabe hasta el día de hoy es completamente cierto: en 1837, el oficial de la armada inglesa Richard William Howard Vyse y el ingeniero John Shae Perring llegaron a Egipto con la intención de rescatar diversos tesoros de la época faraónica para su lucimiento en Londres, según la corriente de expolios acrecentada en el marco colonial. Howard y Perring excavaron en la pirámide de Micerino, que comparte la meseta de Giza con la de Keops y Kefrén, y encontraron un enorme sarcófago de piedra (8 pies de largo, 3 pies y una pulgada de ancho y 2 pies y 11 pulgadas de alto), fabricado en basalto y sin inscripciones pero en cuyo interior se conservaba la momia del faraón. Los ingleses extrajeron el hallazgo junto a otros restos hallados en el interior de la pirámide y lo embarcaron en el navío Beatriz con dirección a Londres desde El Cairo. El destino de este tesoro parecía ser el mismo de otros tantos expuestos en el Museo Británico, pero, inesperadamente, y tras hacer estación en Malta, el Beatriz naufragó frente a las costas de Cartagena con la momia en su interior. Y allí sigue: aunque se han organizado varias búsquedas, nadie ha logrado dar con el rey de Egipto.

Ahora, los arqueólogos malagueños de la empresa Nerea investigan a fondo la historia del Beatriz para facilitar su localización por parte de la Administración antes de que los cazatesoros hagan de las suyas. Se trata de un trabajo difícil por la escasa documentación que existe al respecto pero muy interesante por todos los atractivos que aglutina, tanto científicos como legendarios. En los citados foros no faltan quienes achacan el naufragio a la maldición del faraón Micerino, y quizá no les falte razón a quienes defienden estas tesis: el barco se fue a pique sin remisión y falleció toda su tripulación. "Al parecer, sólo sobrevivió un grumete que logró llegar a nado hasta el Puerto de Cartagena y que dio noticia del suceso", según explica el portavoz de Nerea, Javier Noriega.

A pesar de todos los condimentos de aventura que encierra el caso, poco más se sabe del Beatriz y sus tesoros. Para reconstruir su historia, Nerea ha emprendido una investigación ambiciosa que pasará "por numerosa documentación, desde seguros marítimos europeos hasta archivos militares". Se trata de una iniciativa muy complicada, pero los arqueólogos parten con la ventaja de haber trabajado en un naufragio de características semejantes, hace ya cinco años, con resultados satisfactorios. Fue en 2003 cuando Nerea reconstruyó la historia del Isabella, un barco también británico que se fue a pique, igualmente en la primera mitad del siglo XIX, frente a Benalmádena. Tradicionalmente se pensaba que el navío era romano porque quienes habían fondeado en la costa hasta encontrarlo habían descubierto en su interior numerosas estatuas que representaban a deidades de la Antigüedad; sin embargo, Nerea demostró que el barco perteneció a un cónsul inglés que vivía en Calcuta y que, de regreso a Inglaterra, adquirió en Italia las reproducciones de estas divinidades para decorar su mansión británica, aunque una tormenta fatal le sorprendió en la Costa del Sol. "Las similitudes entre el Isabella y el Beatriz jugarán a nuestro favor a la hora de desentrañar la historia del segundo", apunta Noriega.

La búsqueda submarina de Micerino coincide con una época de extraordinaria sensibilidad con respecto al patrimonio sumergido después del caso Odyssey. Si en un futuro se localizara la posición exacta del Beatriz y se procediera a rescatar su tesoro, se abriría un panorama de choque de intereses internacionales que pugnarían por defender sus derechos en cuanto al mismo, ya que la historia conjuga una nave con bandera inglesa, aguas españolas y bienes patrimoniales egipcios de incalculable valor. Para Egipto, de hecho, una vez recuperado Tutankamon gracias al arqueólogo Zahi Hawass, la suma de la momia de Micerino para su exposición en el mismo paisaje de las pirámides significaría un golpe de efecto sin precedentes. Mientras tanto, la momia y sus secretos descansan en el fondo del mar a la espera de que alguien hilvane la historia final del Beatriz. La sorpresa aún puede ser mayúscula.

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