En la cabeza de Alfonso Albacete

El CAAC acoge hasta finales de marzo 'Asuntos internos', más de 200 obras del pintor de Antequera que recrean su taller de trabajo El artista ha donado al centro 144 de estas piezas

En la cabeza de Alfonso Albacete
Francisco Camero Sevilla

23 de febrero 2014 - 05:00

El título de la exposición que presenta estos días en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), dice Alfonso Albacete (Antequera, 1950), no deja de ser "una ironía, porque la mayoría de las cosas llevaban metidas en el cajón mucho tiempo, en algunos casos más de 30 años, y no las había vuelto a revisar desde entonces". Y es que el propósito de Asuntos internos no era otro, añade el artista afincado desde hace años en Madrid, que capturar el aire de su taller de trabajo, de ahí que el comisario de la muestra, Armando Montesinos, que ha colaborado frecuentemente con el artista, diga que visitarla, detenerse a contemplar sus más de doscientas obras -exactamente 210- y asistir al sutil relampagueo del "montón de sinapsis" que, efectivamente, se producen entre unas obras y otras, es como "estar dentro de la cabeza de Alfonso Albacete", lo que equivale a decir, por cierto, de uno de los mejores pintores andaluces en activo, el único de estos, junto con los sevillanos Luis Gordillo y Abraham Lacalle, que trabaja con la prestigiosa galería internacional Marlborough.

Para darle "una cierta línea argumental", explica Albacete, que ha donado al CAAC 144 de estas piezas (que se suman a las 39 fotografías que ya donó el año pasado) y que protagonizará en el futuro otra exposición en el mismo centro en una fecha aún por determinar, él mismo, junto con Montesinos y el director del espacio de la Cartuja, Juan Antonio Álvarez Reyes, decidieron ordenar las obras siguiendo no un criterio cronológico (de hecho, en armónica convivencia, en una misma pared el visitante puede encontrar obras separadas entre sí por décadas y sin embargo unidas por temas, motivos, reflexiones implícitas comunes) sino empleando unas divisiones muy genéricas.

"En una parte, por ejemplo -explica el propio Albacete-, hay bosquejos que investigan el espacio, cómo se detiene la luz sobre él, digamos la creación de la atmósfera del cuadro. En otra están las naturalezas muertas y los paisajes, dos géneros clásicos pero que siguen siendo lo mismo por mucho tiempo que pase: lo vivo, lo que no se mueve, lo que se mueve y muere, lo que es controlable de manera natural en la naturaleza muerta y que existe dentro de ti, el paisaje que lo tienes tú que cortar visualmente... En otro apartado aparece la figura, que es cuando aparece también la literatura y la narración, aunque también puede ser una figura como las de Cézanne, no una figura que es alguien que está haciendo algo, sino una figura que no es nadie y no está haciendo nada y es, más bien, un emblema de la naturaleza humana".

"Es una exposición que se puede ver como un paseo dominical, porque hay muchas cosas aquí muy hermosas, pero también se puede ver esto mismo con una mirada más honda que registre todas las referencias que se encuentran en sus obras, todas esas retroalimentaciones entre unos trabajos y otros", comenta, mientras pasea por las dependencias del CAAC, Armando Montesinos, doctor en Bellas Artes y profesor de la Universidad de Cuenca, actual presidente del Consejo de Críticos de Artes Visuales de España, director de 1983 a 1985 del añorado programa de TVE La Edad de Oro y, entre muchas otras cosas, profundo conocedor de la obra de Albacete, que pertenece a ese linaje de pintores que son también arquitectos. En el caso del artista malagueño, llegó primero a los pinceles que a la geometría y a las matemáticas cuya palpitación se siente, fuerte y serena, en muchas de las piezas -apuntes, notas, bocetos, obras más o menos terminadas...- de la exposición, en la que el espectador encontrará también, "como si fueran las miguitas de pan de Pulgarcito", bromea Montesinos, varios autorretratos del autor desde su época de juventud a la actual, obras que van apareciendo aquí y allá, unas más académicas, otras nacidas de un planteamiento en sintonía con las ilustraciones o presentadas en variaciones que abrazan casi la abstracción.

Las citas -expresas o no-, los ecos entre obras de diferentes etapas, las raíces mismas de la pintura de Alfonso Albacete constituyen el gran atractivo de una exposición que invita a sumergirse de nuevo en la producción del pintor o a adentrarse por primera vez, en el caso de que sea ésta la primera toma de contacto con su universo. Las referencias a la historia de la pintura (la serie de bocetos desarrollados a lo largo del tiempo a partir de La Anunciación de Fra Angelico, en los que explora la luz como principio rector del espacio pictórico; la composición velazquiana de algunas escenas caseras; el perrillo enroscado del retrato Carlos III, cazador de Goya transplantado a una pintura protagonizada por Jasón), el interés por la mitología y las historias que nunca, de una forma u otra, dejarán de contarse y soñarse (como ese último personaje, o la poderosa e impresionante interpretación de la muerte de Absalón), por supuesto las pinturas de su estudio, un motivo recurrente no sólo en el caso del artista malagueño, o las pinturas creadas a partir de la escucha de las famosas Gymnopédies de Erik Satie... "Son, todas ellas, referencias que evidentemente el espectador no tiene por qué entender, pero que cuando las miras... algo sabes, al menos que hay algo más ahí. Pasa por ejemplo con los paisajes de Mojácar", apunta el comisario sobre una serie de paisajes del litoral almeriense; "nacieron de apuntes del natural en Delfos y de alguna manera, al contemplarlas, el espectador se coloca en una situación que va mucho más allá del apunte físico...".

A Montesinos le gusta también, porque le parece que convierte su arte en algo "muy cercano", la costumbre que tiene Albacete de escribir referencias o palabras clave directamente en las paredes de su taller. Eso se reproduce también en las del CAAC: "No son títulos, sino las referencias intelectuales a las que cada obra se refiere, y eso le da a la exposición ese carácter de asomarse realmente al estudio del artista. Esa caligrafía del artista, que tú ves ahí mismo, al lado de la pintura, produce una especie de reverberación en lo que la imagen te está contando, te lleva a un espacio mental más amplio".

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