Crítica de Teatro

Dos cabezas para el mismo horno

Patente de corso

Teatro Alameda. Fecha: 8 de diciembre. Dirección: Alfonso Sánchez. Reparto: Alfonso Sánchez y Alberto López. Dramaturgia: Alfonso Sánchez y Alberto López, sobre textos de Arturo Pérez-Reverte. Aforo: Unas 500 personas (lleno).

Patente de Corso es uno de esos espectáculos, cada vez más extraños, que dan exactamente lo que prometen. Pero, además, su honestidad está servida con oficio, precisión y sin excesivas tonterías: la función es ágil, resolutiva, fluye como corresponde, sus contados atascos no interfieren demasiado y, en fin, logra que el tiempo juegue a su favor, lo que tampoco es usual. Lo mejor del invento es el modo en que Alfonso Sánchez y Alberto López se llevan a Pérez-Reverte a su terreno, un paisaje anclado en el costumbrismo alentado lo mismo por Fernando Quiñones (principalmente) que por Rafael Azcona, Jardiel Poncela o Edgar Neville, por poner unos pocos. De hecho, son tal vez los nudos más fidedignamente perezrevertianos los que más flaquean, sobre todo cuando el asunto se pone dramático y hay que acordarse de lo malas que son las guerras y de lo duro que es estar parado con 50 años (abundan aquí los lugares comunes y cierta impostura con tal añadir al cocktail indignación o lagrimita), sin añadir nada a lo que ya habíamos visto. Pero el conjunto, insisto, funciona gracias esencialmente a los mimbres que Sánchez y López traen de fábrica.

Más allá de su semilla periodística, el montaje contiene así loables méritos para asentarse en una cierta tradición cultural española. Y donde más reluce es en la recreación de los pares, esencial desde el conde Lucanor y Patronio hasta Don Quijote y Sancho. Aquí, el caballero y el escudero entablan la merecida conversación ilustrativa y dejan un notable poso humanista al que no le habría venido mal una mayor exigencia, así como más juego escénico a la hora de invocar la realidad si bien los intérpretes demuestran amplia maestría a la hora de llenar los huecos. Encontramos, en fin, dos cabezas dispuestas a meterse en el mismo horno y a que el espectador no salga como entró. Si ha de haber teatro comercial, que sea éste.

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