Una cámara tras los muros
Internos de la prisión provincial dirigen y protagonizan un vídeo en el que narran sus experiencias a modo de prevención para los más jóvenes
Ella trabaja en la cocina; él, de albañil. Ambos son los protagonistas de un documental de no más de diez minutos dirigido y protagonizado por reclusos en el que se da testimonio de la vida dentro de los muros de la prisión provincial. Los internos hablan sobre su situación personal, de lo que supone estar encerrado, las formas de afrontarlo y, lo más difícil, de la separación familiar. En definitiva, abren sus vidas para que su experiencia sirva a los demás, sobre todo a los más jóvenes.
Este proyecto es fruto de un taller de cinco días donde los presos no solo tienen la oportunidad de aprender en qué consiste un documental sino también de escribir su propio guion. "La idea es que ellos sean los directores. Durante las M. H. Un grupo de diez reclusos participó en el taller de documental, elaborando su propio guion. contar lo que quieran y como quieran. La única limitación es el espacio. Sánchez afirma que grabar en prisión es muy complicado, no está permitida la entrada de cámaras de vídeo al recinto, y este taller es de las pocas ocasiones que se prestan a ello. "Sacar la cárcel de la cárcel, mostrar otra realidad de la prisión", añade Rafael Fernández, coordinador del Colectivo Moraga. Y es que otro de los objetivos del taller es acabar con los prejuicios acerca de la vida en prisión o de la imagen de los propios reclusos. "La gente se impresiona mucho de ver presos cerca, luego se dan cuenta de que son personas normales", explica. Aunque añade que lo más importante es "mostrar la gente que está dentro y el impacto que causa en las familias e intentar hacer ver a los chavales que el delito puede empezar como un juego y acabar así". El taller, de cinco días, contó con la participación de diez presos, quienes crearon su propio guion clases teóricas debaten qué es lo que quieren contar. En este caso ellos hablaban de tres sentimientos: la soledad, el abandono y la impotencia", explica Nacho Sánchez. Él es uno de los impulsores del taller, vinculado a El árbol boca abajo, junto con el apoyo de Alberto Jiménez (Malaparte Producciones), y Ángel Galán (Retales), además de la colaboración de Málaga Acoge y el Colectivo Moraga.
El año pasado tuvo lugar la primera edición, con 20 alumnos y la realización de cuatro documentales. En esta ocasión el número de integrantes se ha reducido a la mitad con la idea de grabar un único vídeo con un argumento más amplio. Una Una vez editada la pieza se expondrá en algunos institutos, al que acudirán presos y sus familiares.
Estudiar en la Universidad a Distancia, acudir a talleres formativos, obtener un empleo o acudir a talleres como este son algunas de las actividades que a los internos les ayuda no solo a salir de su rutina si no a rehacer sus vidas. Por su parte, el Colectivo Moraga se encarga desde el año 87 de encauzar las inquietudes artísticas y creativas de los privados de libertad. Entre sus objetivos está la creación y producción de arte, así como la proyección hacia el exterior de esas creaciones, con continuas exposiciones en toda la provincia, con el fin de cambiar conceptos y estereotipos relacionados con la vida tras los muros.
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