Crítica de Cine

No eres tú mi cantar

Cuando todavía se discute en algunos foros qué podría tener de negativo que las televisiones se erijan en las únicas productoras del sector, alguien debería pulsar un botón y proyectar Mi querida cofradía. La cinta dirigida por Marta Díaz es un ejemplo de cómo partir de un objetivo loable para, pasándolo por el cedazo del costumbrismo y la dramedia, convertirlo en un compendio de clichés, trazo grueso y secuencias explicativas.

Carmen (Gloria Muñoz) es una señora decente. Trabajadora, serena y bien arreglada, se ha desvivido durante décadas por su cofradía y, cuando llega el momento de ser elegida hermana mayor casi por unanimidad, un chanchullo le impide ganar la votación.

El problema no es que la premisa no sea válida sino que Díaz trata de mantener un equilibrio imposible entre la reivindicación y la naftalina; y cada vez que se decanta, se despeña. Cierto: hay un mensaje feminista y un político de Podemos. Pero aún así Mi querida cofradía es de una modernidad comparable a una emisión de Tal como somos sin Tate Montoya.

Los falsos dilemas y los eslóganes de magazine copan una cinta que sólo funciona cuando se limita a respetar las fórmulas del enredo. El disparate, ahí sí, engrandece a unos actores indiscutiblemente dotados para la comedia. Gloria Muñoz, Juan Gea o Pepa Aniorte rebosarían verdad hasta amordazados y ellos son el motor de una película a la que le viene grande ponerse discursiva.

"Por más talento, esfuerzo y ganas que le pongas, seguirás siendo una mujer", se posiciona Ignacio, rival de Carmen por el preciado lauro de hermano mayor. "Éste se va a cagar", contrapone Carmen a cámara cuando opta por resolver el conflicto disolviendo lexatines en una copa de coñac. Para qué andarse con rodeos. El resultado, probablemente, funcionará en prime time.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios