Por esos ‘caprichitos’ de Niña Pastori

La voz de María Rosa García se supo grande la noche del domingo ante un Cervantes entregado al carisma de la cantaora –esta vez sí, más que cantante– de San Fernando

Rocío Armas / Málaga

Málaga, 17 de marzo 2009 - 11:34

Satisfecha, madura y, sobre todo, flamenca. La voz de María Rosa García, Niña Pastori se supo grande la noche del domingo ante un Cervantes entregado al carisma de la cantaora –esta vez sí, más que cantante– de San Fernando.

La Pastori llegó dispuesta a sentar su arte entre el público, a su vera, sin grandes distancias y recordando de dónde le viene la vocación. Y_lo logró. Irrumpió en escena con sones de bulerías abrazada a su nuevo trabajo, Esperando verte. A su alrededor cinco músicos de impecable factura comenzaban a demostrarle al respetable que la niña ya no es tan niña, y que sabe a quien arrimarse. Entre ellos, nombres como el de un sobrino de Camarón, El Pelu, a la guitarra; y los de Ana Núñez, hija de Rancapino y Samara Amaya, hija de Remedios Amaya, a los coros. Savia nueva para bendecir a una mujer, artista y madre en la misma hechura.

“Hemos querido reflejar un momento muy bonito que hemos vivido al hacer este disco”, expresaba emocionada Niña Pastori mientras buscaba la mirada de su marido, percusionista, letrista y productor de su nuevo parto, prácticamente simultáneo al de su hija Pastora.

Ya sea por tangos, alegrías, bulerías o por Alejandro Sanz (Cuando nadie nos ve arañó el silencio) la isleña supo crecerse al compás de los vítores de su público. “Me encanta venir a Málaga. Esta es la tierra donde más trabajo. Me recorro los pueblos todos los veranos”, aseguró una Pastori pletórica entre sus Caprichitos de mujer.

La protagonista de tantos piropos y aplausos (el gitaneo que salía de las butacas besaba cada uno de sus gestos) demostró que posee ese alma con compás que no le deja irse de nota ni achantarse en los agudos. Por poner algún pero, hubo que esperar a que pasaran algunos minutos (y algunos temas poco madurados aún en directo) para ver a la gaditana comerse el micrófono. Como en toda apoteosis flamenca, el fin de fiesta llegó con un regalo por palmas, y con la pequeña Indara (Tú si que vales) cantando, como no, por bulerías.

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