Crítica de Cine

Esta no es la ciudad de Hamilton

Tal y como anticipa su título, no es este el documental donde buscar vistas aéreas de la Estatua de la Libertad. Tampoco panorámicas de Central Park ni angulares forzados de GoPro en Times Square. Como anuncia ya desde su primer plano, I hate New York pretende mostrar otra ciudad: en este caso, gris, nublada, opresiva a su manera. Y hacerlo con una ambientación oscura, de videocámara en mano, ineludiblemente nocturna.

Se antoja esta la perspectiva adecuada para contar esencialmente la historia de cuatro outsiders como Tara, Sophia, Amanda y Chloe, activistas y transexuales a las que Gustavo Sánchez entrevista con una intimidad desconcertante durante diez años. "Yo no sé dónde encajo, no creo que tenga que hacerlo", espeta Tara al inicio del metraje. "Cuando alguien me dice 'qué buenos tiempos aquellos', yo les digo 'no estoy de acuerdo'. Mi momento favorito es ahora", tercia Chloe.

Pero no todo es noche y hedonismo. Las cicatrices se conjeturan entre testimonios que, sin embargo, exhiben orgullo de vivir y funcionar al margen, incluso parafraseando a Silvio: "Todo lo que sale en el New York Times es mierda, porque a partir de ahí se convierte en algo para la masa. La masa sin cantera (sic). Están ahí esperando.", puntualiza Sophia, que resulta especialmente afilada a la hora de exponer su filosofía de vida: "para mí la nostalgia es como la masturbación: algo que practicar en la intimidad. Si alguien lo experimenta delante de otros… no me gusta".

Sánchez trabajó sin guión como tal pero el montaje esconde mucha más inteligencia de la que cabe anticipar en un inicio demasiado espontáneo. El último tercio es de una emotividad espléndida. También hay mucha música, aunque decididamente esto no es Broadway. La que nos muestra I hate New York no es la ciudad del musical de Hamilton. O sí, y esa ha sido siempre su grandeza, mal que pese a algunos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios