irene escolar. actriz

"Para crecer en la interpretación, es necesario mantener la serenidad"

  • La intérprete es candidata al Premio Forqué por 'Un otoño sin Berlín', por la que fue distinguida en San Sebastián Interpreta ahora en escena 'El público'

Una mención en el palmarés del Festival de San Sebastián y la candidatura a los Premios José María Forqué refrendan una impresión en torno a Irene Escolar (Madrid, 1988): que su papel en Un otoño sin Berlín, de Lara Izagirre, es una de las mejores interpretaciones del año. Son varias las señales que indican que el talento de Escolar, nieta de Irene Gutiérrez Caba y descendiente de un importante linaje de actores, ha estallado definitivamente tras algunos papeles secundarios en la gran pantalla y una sólida carrera en el teatro. En la escena es ahora Julieta, la encarnación del amor en la obra más radical de Federico García Lorca, El público, una producción del Teatro de la Abadía y el Teatre Nacional de Catalunya que visitará el Central, en Sevilla el 15 y 16 de enero, y el Alhambra de Granada el 22 y el 23 del mismo mes. Por ahora, la obra está pendiente de programación en Málaga.

-Después de la mención en San Sebastián y de la candidatura al Premio Forqué, parece que su primer protagonista en cine le va a reportar muchas alegrías.

-Desde que leí el guión, me reuní con Lara y empezamos a preparar la película yo ya sentía que lo que me estaba pasando era un regalo. Para mí esto ha sido una grandísima sorpresa que me está trayendo cosas con las que nunca había soñado. Estrenar en San Sebastián fue precioso. Nosotros llevábamos una película pequeñita en un festival en el que se proyectan miles de títulos, y al final nos colamos en el palmarés. Y luego están los Forqué: las actrices con las que comparto candidatura me han inspirado en algún momento, como intérpretes, como mujeres.

--La película habla de la imposibilidad de cambiar a quien amas.

-Sí, pero para mí, la película habla sobre todo de aprender a aceptar a los demás tal y como son. También trata sobre la incomunicación, sobre el deseo de vivir y la imposibilidad de ser feliz. De volver, volver a un lugar donde estaba tu casa, donde fuiste feliz, y que ahora tienes que hacer tuyo de nuevo porque el sitio ha cambiado y tú también.

--Hay escenas que podían haber caído en el dramatismo, pero hay un trabajo de contención muy marcado.

-El guión ya era así, había muy poquito texto. Lo que no se decía tenía más importancia que lo que se decía. Trabajamos mucho las atmósferas, que el espectador supiera lo que nos pasaba por dentro. Que se viera sin que se mostrara.

-Hablemos también de El público, de García Lorca. Uno lee la obra cautivado por la poesía y la música de los diálogos, pero al mismo tiempo piensa en lo difícil que será para un intérprete recitar ese texto.

-Es complicadísimo, sí. No es lo normal encontrarte una obra que no tiene un planteamiento aristotélico, con una presentación, un nudo y un desenlace, sino que abraza el surrealismo y aparentemente no tiene lógica. Tienes que adentrarte mucho en el texto, investigar... Nosotros hicimos talleres, trabajo de mesa, para analizar qué había debajo. Y todo tiene una lógica poética increíble. Lorca no da puntada sin hilo, no deja cabo suelto. Pero sí es verdad que tuvimos que hacer un plus de trabajo en ese sentido, en descifrarla.

-Julieta, a la que interpreta, dice en un momento que no le importan las discusiones sobre el amor y el teatro. Que ella lo que quiere es amar. Es quizás, de los personajes de una obra que dentro de su misterio teoriza sobre muchas cosas, el corazón más puro.

-Ella es el símbolo del amor en su esencia, sí. Se levanta pidiendo auxilio, está como metida en una pesadilla y sólo quiere vivir. Es el personaje más puro de la obra, pero se va transformando. En la escena que tiene con el caballo blanco, que es un momento de gran erotismo, ella pierde la inocencia y se deja llevar por lo que le ofrece el caballo. Y una vez que esto ocurre ya no hay vuelta atrás.

-García Lorca escribió El público en una época en la que otros autores como Artaud o Pirandello estaban revolucionando el teatro europeo. Hoy, ¿se sigue arriesgando?

-Pienso que ahora es más difícil arriesgar, quizás porque ya se han hecho muchas cosas, pero también creo que de alguna manera, si nos comparamos con otras producciones que se hacen a nivel europeo, estamos un poco anticuados. Pero luego hay propuestas como el Teatro Central, en Sevilla, que muestra lo más arriesgado que se hace en el teatro español y europeo. Es un lujo para Sevilla, como ciudad, tener un espacio con una programación como esa.

-Además del Central, El público estará en Granada, en el Teatro Alhambra.

-Para mí actuar en Granada es emocionante después de haber leído tanto sobre Lorca, sobre el momento en el que escribe El público, que es una obra tan premonitoria, es una especie de vómito en el que suelta sus miedos, su terror a la muerte... Representarla allí va a ser muy especial.

-En este espectáculo vuelve a colaborar con Àlex Rigola, que forma parte de esa lista increíble de directores con los que ha colaborado: Miguel del Arco, Andrés Lima, Mario Gas, Gerardo Vera...

-Creo que los comienzos marcan, y empezar con ellos ha sido determinante para mi trayectoria. Con ellos he aprendido cómo enfocar mi carrera, la clase de artista que quería ser. Descubrí en qué tipo de producciones era feliz. Que quieran volver a contar conmigo es un orgullo.

-Àngels Gonyalons mencionaba el otro día a su abuela como una maestra de la que aprendió el respeto y el rigor por el oficio. ¿A usted qué le ha enseñado su familia?

-Pues exactamente eso, ese rigor. Que una debe tomarse muy en serio el oficio y tener un compromiso con el público, que ser actor es una labor social y humana. En esta profesión hay que mantener la pureza y la serenidad, porque puedes desear historias que en realidad no son reales. Para poder desarrollarte, llegar a hacer buenos trabajos, es necesaria la serenidad.

-Con La corona partida, pendiente de estreno, retoma el personaje de Juana la loca, que ya interpretó en la serie Isabel y que también encarnó su tía, Julia Gutiérrez Caba.

-Con La corona partida me han hecho otro regalo. Cuando se terminó Isabel se habló de continuar con una serie sobre Juana, pero se decidió que no, que se pasaría a Carlos, Rey Emperador. El público, que no entendía cómo se saltaba una etapa importante de la Historia, fue el que pidió saber qué había pasado con esa mujer. Los responsables del proyecto supieron escuchar y pudimos hacer la película. Y la vida es sabia, porque si nos hubiésemos puesto con la serie de Juana yo no podría haber hecho Un otoño sin Berlín, por fechas.

-¿Qué puede contar de Altamira y de Gernika, otras cintas que llegarán próximamente a las salas?

-En ellastengo unas colaboraciones pequeñas. Altamira es una superproducción y una película en inglés, algo que me apetecía muchísimo. Lo disfruté, aunque estaba muy nerviosa. Era algo muy distinto a lo que estaba acostumbrada a ver en el cine, pero por otro lado fue una experiencia muy bonita. Tuve la suerte de coincidir con Golshifteh Farahani, que es una actriz iraní excepcional. Ella hacía de mi madre y fue muy emocionante que compartiéramos escenas. Yo he tenido suerte de encontrarme con referentes de los que aprender, porque a veces una está un poco perdida, y colaborar con gente que te inspira es maravilloso. Golshifteh me hizo pensar que dentro de unos años me gustaría ser así, como ella.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios