Fernando Trueba. Director de cine

"No leo las críticas de cine, me parece un ejercicio masturbatorio"

  • El cineasta acudió ayer al Alameda a un coloquio con el público de ‘El baile de la victoria’, una película con la que se siente “en paz”

De discurso susurrado y pausado –que no comedido–, Fernando Trueba  (Madrid, 1955) no entrega halagos gratuitos ni los quiere para sí. Ayer en su visita a Málaga hizo de espectador, crítico de cine y, por encima de todo, de lo que le lleva dando de comer desde hace 30 años, cineasta en el más amplio sentido del término. “No siempre tengo la oportunidad de charlar con el público que va a ver mi película. Estoy encantado”, expresó horas antes de experimentarlo en su propia piel. La cita fue en el Alameda –en un ciclo organizado por Unicaja– ante El baile de la victoria, su último alimento, que no llegó a pasar el primer corte de los Oscar ni el último de los Goya. Aún así, su autor se siente “en paz” con el trabajo realizado.

–¿Qué vio en la novela de Antonio Skármeta que le convenció para adaptarla ?

–No fue un aspecto concreto en realidad. Yo tengo una teoría y es que la adaptación literaria al cine existe antes de que naciera el propio cine. Cuando uno lee una novela se hace una película en su cabeza contra la que nadie puede competir. Con la obra de Skármeta me di cuenta enseguida. Lo más positivo de rodarla fue descubrir el nivel de actores chilenos, yo estaba acostumbrado al de los argentinos, pero el de Chile me dejó perplejo. Lo peor fue que no me dejaran rodar en sitios como Providencia, con un alcalde de derechas que sabía del pasado de intelectual de izquierdas de Skármeta.

–¿Qué opinión le merece el palmarés de los Oscar?

 –Me parece detestable y una inmoralidad que una película como En tierra hostil haya ganado. No había visto un trabajo de propaganda bélica tan sinuoso. Bigelow utiliza la tragedia de Irak y su dolor para hacer una película de acción en la que los iraquíes no tienen rostro. Es una película de superhéroes que todo el mundo ha alabado. Me duele que la gente no tenga espíritu crítico. Lo encuentro muy sucio.

–En el reparto de su película hay una brasileña, chilenos, españoles argentinos y cubanos, ¿le cuesta explicar su nacionalidad?

–Nunca me enfrento al cine como algo español. Soy apátrida. Cuando oyes una canción o lees un libro no te planteas de dónde es, lo disfrutas y punto.  Además en la cultura no existe esa identidad. La vida siempre va por delante. Estamos todos muy mezclados y nos afectan las cosas que les pasan a los demás, independientemente del país. Yo me acuerdo cuando estaba en la universidad y estalló el Golpe de Estado en Chile, fue como un trauma, como si nos hubiera pasado a nosotros. La gente que anda pidiendo certificado de nacimiento y pasaporte no merecen la pena.Policías de aduana ya hay bastantes, como para que se inventen más.

–En 1998 fue elegido presidente de la Academia de Cine, ¿cómo recuerda la experiencia?

–Fui el presidente más corto de la historia, un poco obligado. El primero fue el padre de la que ahora es ministra de Cultura, José María González-Sinde, y él y otros directores me lo propusieron, aunque yo no quería. Porque cuando la Academia se creó era  muy elitista, como una especie de club. Los pocos que estaban dentro  no querían que fuera un centro abierto y democrático. Yo fui un presidente de transición, durante tres ó cuatro meses porque esa fue la condición que puse. Tenía dos cosas que hacer: modificar los estatutos y abrirla para atraer a la gente que estaba fuera y cabreada. Todo el mundo se sentía excluido. Ahora no, ahora los que no están son minoría y porque no quieren estar. Me tocó hacerlo, pero fue una labor más bien de fontanero.

–No llegó a presidir ninguna gala de los Goya pero, ¿cree que estos premios hacen justicia?

–Puede gustarte más o menos la decisión, pero es muy democrática. Es más, a la gente le gusta votar lo que le han visto y les ha gustado, aunque tengan un amigo en la dirección o el elenco de otra. Tienen mucha responsabilidad. Alguno que me ha dicho que no ha votado este año porque no había visto muchas de las películas. En esas cosas la Academia es bastante decente.

–Usted fue crítico de cine durante un tiempo, ¿le ha ayudado a digerirlas mejor?

–No leo las críticas desde hace veintitantos años. Porque no me interesan y porque creo además que no debo leerlas. La gente está demasiado pendiente de sí misma. Yo me debo a las películas que hago, pero  no quiero estar leyendo lo que se escribe de mí. Creo que es un ejercicio masturbatorio estéril leer cosas buenas o malas sobre ti. Ambas te hacen daño de manera distinta. Que lo lea la gente que usa a un crítico determinado para orientarse. Yo no lo uso ni para ir al cine.

–¿Se siente satisfecho entonces con ‘El baile de la victoria’?

–No existe ni la mejor ni la peor película. Yo no soy competitivo, tengo muchos defectos, pero ese no. Aunque me encanta que mis películas gusten. Y estoy tan contento con ésta, tan en paz...

–Compañeros de profesión han intentado paralizar ante Bruselas la orden de la Ley de Cine por creer que favorece a las grandes productoras, ¿lo comparte?

–Yo fui uno de esos firmantes en contra, de los pocos  de mi generación. Aunque a mí me favorezca, creo que la ley no debe favorecer a los grandes sino a las productoras independientes. Yo no soy como los americanos fachas que votan a quien le baja los impuestos. Yo voto a quien que los suba, si alguno tuviera el valor de decirlo. Quiero vivir en un país que tenga las mejores prestaciones sociales. Ponerme de parte de alguien por un interés personal me parece un asco.

–No hay nada que hacer...

–El mundo ha sido tomado por las grandes compañías. La única revolución pendiente  es la de los jóvenes contra las grandes firmas, que no consuman nada suyo. Esa es la única manera de cambiar el mundo. Si tuviéramos el  coraje de hacer eso....

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