Daniel Galindo: “Las artes escénicas nos enseñan a mirar al otro”
El periodista malagueño recibe en Palma del Río el Premio Salvador Távora por su trayectoria en RNE y su complicidad con el sector de la danza y el teatro.
Este oleaje ya es hogar

El periodista Daniel Galindo desprende en persona la confiada alegría de los que han encontrado su lugar en el mundo. El chaval que volvía de la playa en su Málaga natal, que cayó deslumbrado en esas noches de verano por las funciones de teatro que se topaba en el camino a casa, ha sabido mantener vivo ese entusiasmo ante los micrófonos de Radio Nacional de España y, especialmente, en el programa La sala, referencia indiscutible para los amantes de la cultura. La Feria de Artes Escénicas de Andalucía, en Palma del Río, concedió esta semana a Galindo (Málaga, 1978) el Premio Salvador Távora, la excusa para una conversación en la que este profesional querido por el sector reivindica cuestiones como la bondad, el diálogo entre generaciones y la pertinencia del teatro para entender el mundo.
Pregunta.–El actor Juan Vinuesa, que pronunció unas palabras antes de que le entregaran el galardón, sostiene que usted encarna esa afirmación de Kapuscinski que decía que para ser buen periodista hay que ser buena persona...
Respuesta.–Los que nos dedicamos a esto tenemos la suerte de hablar de temas tan bonitos como la literatura o el teatro, y yo defiendo hacerlo desde un lugar, no sé cómo llamarlo, de benevolencia. Prefiero hacer mi trabajo sin ser cínico o dañino, porque los que informamos sobre artes escénicas nos enfrentamos a una materia muy sensible. Para estrenar un espectáculo de teatro, circo, danza, hace falta que una compañía le haya echado muchísimo tiempo antes, ponga mucha ilusión en ese proyecto. Los profesionales de la escena están expuestos a una vulnerabilidad enorme, se presentan ante el público, los críticos, los programadores. ¿Por qué tenemos que ir con el ceño fruncido? Lógicamente, hay que ser críticos, con cuestiones como el gasto de dinero público, por ejemplo, pero en general creo que nos iría mejor si fuéramos más empáticos. Si eso es la bondad, yo la reivindico, como la reivindican Irene Vallejo y Gloria Fuertes. Tenemos que mirar y escuchar más al otro.
P.–Y las artes escénicas contribuyen a ese propósito...
R.–Tú puedes sentir algo distinto que la persona que tienes al lado en el patio de butacas, pero asistir a una función es ya de por sí una experiencia compartida, hay una atmósfera en común. El teatro es una ventana que se abre, un espacio de encuentro. Pienso en las obras de Nando López, por ejemplo. Cuánta gente sufre el acoso escolar, siente que no encuentra su sitio por su orientación sexual, y un día se identifica en lo que sucede en el escenario y descubre que no está solo...
P.–El fallo del jurado lo define como “un firme defensor de la radio como servicio público”. Usted suscribe una idea de Salvador Távora: que la cultura nunca puede ser un privilegio.
R.–Tenemos que trabajar por el acceso a la cultura, para que la cultura no sea una cosa vedada. Es un quebradero de cabeza para los gestores de las administraciones, pero junto a la educación y la sanidad hay que dar espacio a la cultura. Yo entiendo que igual no es viable que uno tenga una librería debajo de casa, pero es importante que haya una red de bibliotecas públicas. Yo empecé a ver películas gracias a la biblioteca de mi barrio, en La Trinidad, en la Plaza de Bailén... Cuando yo era joven, en Málaga, teníamos el Albéniz, pero entonces sólo dedicaba una única sesión de cine, a las diez de la noche, para películas más en los márgenes, que no fueran la superproducción de turno... Y si eso pasaba en una ciudad como Málaga, imagínate cómo sería el panorama en otros sitios. Por eso es tan valioso lo que se hace en localidades como Vilches, en la provincia de Jaén, donde se celebran dos festivales de artes escénicas [Vildanza, promovido por Marcat Dance, la compañía de los bailarines Mario Bermúdez y Catherine Coury, y COSA, una iniciativa del dramaturgo Alberto Conejero], y por eso es tan importante que se cuente.
“Prefiero ser benévolo: hay mucho trabajo en una obra para verla con el ceño fruncido”
P.–En su programa siempre han dado valor a lo que ocurría más allá de Madrid y de Barcelona.
R.–Yo creo que todos los que trabajamos en los medios acabamos haciendo un servicio público cuando informamos a los lectores y a los oyentes, y, en el caso de la radio, ese compromiso es ineludible. Porque puedes hablar de un macrofestival o de un gran estreno, pero no debes olvidarte de ese pueblo pequeñito que tiene 5.000 habitantes, donde se organizan historias muy interesantes. Pero vamos a dejar de hablar de oasis, vamos a dejar de hablar de milagro, y vamos a apoyar esas propuestas. Porque a festivales como Me Vuelves Lorca, en Laroles, un pueblo de la Alpujarra de Granada, lo dejaron morir, y eso es desolador. Cuidemos los proyectos que germinan, ayudemos a que crezcan. La cultura no es una anécdota: en el mundo en el que vivimos, cuando en una esquina del Mediterráneo se está produciendo un genocidio y es difícil no desmoralizarte, las películas, los libros, las obras de teatro, la danza, son un refugio.
P.–El nombre de su espacio en RNE, La sala, suena precisamente a eso, a un lugar en el que cobijarse.
R.–Ese nombre puede referirse a muchas cosas, también a una sala de espera o a una sala de despiece [ríe], pero yo quiero ver el programa como eso, como una sala donde la gente se siente cómoda y habla... Yo he sido muy feliz en una sala de teatro, en una sala de cine, en una sala de exposiciones... A mí eso y viajar me dan la vida. Ahora estoy en Almagro, antes he estado en Palma del Río, y me siento afortunado, por los compañeros que tengo, algo que he comprobado estos días con lo del premio, y porque cuando tú entras a ver en un espectáculo experimentas algo muy potente. También, como espectador, tú eres vulnerable: te dejas embaucar durante un tiempo y permites que te saquen de la realidad con la historia que te cuentan.
P.–¿Hasta qué punto las artes escénicas están dialogando con el presente, con los conflictos que vivimos?
R.–Recordaba el otro día en una charla con los actores Chema del Barco y Juan Vinuesa, y con el productor Joseba Gil, una obra de Bertolt Brecht, Los fusiles de la señora Carrar, que una compañía malagueña puso en escena hace unos años. Llegó a oídos de Brecht la historia de los crímenes de la Desbandá, en la carretera de Málaga a Almería, en el 37, y el mismo año que ocurrieron los hechos el autor escribió ese texto. Quizás ese proyecto sea el ejemplo de que el teatro es maravilloso para abordar los temas que nos marcan como sociedad. La violencia de género, este clima bélico en que nos movemos... eso se está viendo en los montajes. El teatro sirve para alumbrar el presente, pero también para dar voz a las mujeres silenciadas, devolver a su tierra a la gente nuestra que se fue al exilio... Ahora me viene a la cabeza una obra, Beatriz Galindo en Estocolmo, de Blanca Baltés, que hablaba de un montón de mujeres cineastas y poetas, a algunas de las cuales yo no las conocía. Hoy que estamos mirando el móvil todo el tiempo las artes escénicas te obligan a desconectar de lo digital, te ayudan a entender que hay un mundo más allá de tu teléfono.
P.–Estos días, con motivo del premio a su trayectoria, habrá mirado atrás. ¿Se acuerda de algún momento en concreto en el que empezara a amar las artes escénicas?
R.–Yo me recuerdo volviendo de la playa, en Málaga, y pararme en el Paseo del Parque, donde un día a la semana había conciertos, otro día había cine al aire libre, otro teatro... Ahí aprendí a disfrutar con una compañía como El Espejo Negro, que tantas alegrías me ha dado con montajes como Tos de pecho, El circo de las moscas, La cabra... Lo emocionante es que ahora puedo hablar con ellos, con Ángel Calvente y su equipo, y entrevistarlos, recomendar sus piezas a programadores o a compañeros de profesión. Quién le iba a decir a ese niño que venía de la playa, con la arena y la sal en la piel, que años después podría compartir con los oyentes ese deslumbramiento.
“Tenemos que trabajar por el acceso a la cultura, para que no sea una cosa vedada”
P.–Con su labor, usted siempre ha expresado gratitud a los maestros.
R.–Me importa mucho el diálogo entre generaciones, que se conozcan e intercambien su visión del oficio los que empiezan, los que llevan un tiempo, los veteranos. Los equipos, y esto sirve para el teatro y también para los medios, no funcionan sólo con maestros si no hay nadie que pueda aprender, y tampoco tienen sentido sólo con gente sin experiencia. Creo que es fundamental hablar con la gente antes de que se vaya, sí. Ya que ha salido antes la Desbandá en la conversación: mi abuela vivió aquello con ocho años, ella falleció en 1999 y a mi yo más maduro le gustaría volver al pasado y preguntarle muchas cosas. Lo mismo me ocurre con los creadores. Se nos ha ido este año Juan Margallo, y qué tándem tan hermoso formaba con Petra Martínez, lo hicieron todo: levantaron el Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz, estuvieron con los exiliados dispersos por Europa, lucharon contra la censura con el grupo Tábano... Yo tengo la suerte de que he hablado mucho con Juan, y con Petra, y eso quedó grabado. Porque hay otro detalle hermoso en esta profesión nuestra: los periodistas no nos guardamos esos momentos para nosotros, los compartimos.
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