VAIANA 2 | CRÍTICA
Vaiana sigue deslumbrando: segundas partes pueden ser buenas
lucía lacarra. bailarina
Málaga/Referente internacional ineludible y considerada una de las principales figuras del ballet clásico en todo el mundo, Lucía Lacarra (Zumaia, Guipúzcoa, 1975) salió a los 14 años de su Euskadi natal para formarse en la Escuela de Víctor Ullate en Madrid. Pronto pasó a formar parte del Víctor Ullate Ballet, desde donde dio el salto a otras compañías del calibre del Ballet Nacional de Roland Petit, el Ballet de San Francisco y el Ballet de la Ópera de Munich, donde ejerció de primera bailarina desde 2002. Reconocida con el Premio Nacional de Danza en 2005 y con los más importantes galardones europeos, Lacarra regresó a las filas del Víctor Ullate Ballet y justo el mes pasado fue nombrada directora artística de la agrupación. Este viernes 19 a las 20:00 llegará al Teatro Cervantes como protagonista del último montaje de la compañía, Carmen, con coreografías del propio Víctor Ullate.
-Las revisiones del arquetipo que entraña Carmen son continuas y ya casi recurrentes, ¿qué tiene de especial la Carmen del Víctor Ullate Ballet?
-Creo que es una Carmen muy sorprendente. Poder interpretarla es algo maravilloso, porque contiene muchos matices, muchos rasgos a los que hay que prestar atención, en lugar del trazo grueso con el que casi siempre se prefigura el personaje. Habitualmente, Carmen es una mujer muy segura de sí misma, que sabe sin duda lo que quiere. En nuestro trabajo, la protagonista lleva una doble vida: durante el día es una modelo y por la noche se convierte en una mujer desinhibida, toda una fiera que deja salir sin reparos su lado más salvaje. La novedad que introducimos es que Carmen es consciente del riesgo que corre al llevar su vida a ciertos extremos. A partir de un diálogo revelador con la muerte, el personaje comprende que vive en un círculo vicioso que puede acabar con ella, y esto le excita y a la vez le preocupa: por una parte quiere perder el control y por otra sabe a lo que se expone si lo hace.
-¿Hay alguna referencia al elemento folklórico o tradicional que contiene el personaje, aunque sea en la puesta en escena?
-No, no lo hay. La puesta en escena evoca cierto futurismo, seguramente el que estaba más en boga en los años 80. El vestuario y los elementos visuales delimitan un paisaje algo extravagante, con estructuras de inspiración muy diversa. Todo está puesto al servicio de la historia y de los personajes, y lo cierto es que funciona muy bien.
-¿Y cuánto hay en esta Carmen del feminismo del siglo XXI?
-Si algo reivindica aquí el personaje es la libertad de elección. Carmen elige su propio destino por encima de todo y de todos, aunque no sea un destino precisamente bueno. Por más que su elección pueda llevarla a un final precipitado y desde luego poco deseable, no quiere vivir de otra manera. Si esto es feminismo, entonces sí, nuestra Carmen es feminista.
-La función en Málaga de Carmen tendrá lugar poco después de su nombramiento como directora artística del Víctor Ullate Ballet. ¿Su perspectiva es distinta?
-Sí, inevitablemente sí. Ante todo, mi perspectiva es la de alguien que, por una parte, quiere proteger, preservar y difundir todo el legado artístico que el Ballet de Víctor Ullate ha atesorado durante treinta años de trabajo; y que, por otra, desea imprimir un aire nuevo a la compañía, encontrar otros aliados, compartir proyectos con otros coreógrafos y artistas pero conservando intacto, eso sí, el espíritu de la compañía. Que una institución como este ballet llegue a cumplir treinta años de actividad es algo digno de celebrar.
-¿Ha sido su experiencia junto a maestros como Roland Petit y en la Ópera de Munich el factor decisivo para su llegada al puesto?
-Entiendo que sí. He trabajado mucho en proyectos a menudo muy diferentes y digamos que tengo una idea bastante concreta, basada en la experiencia directa, respecto a las necesidades de una compañía de estas características. No me hace falta teorizar para saber qué funciona y qué no, qué se podría cambiar y qué vale la pena mantener, porque lo he vivido personalmente. El reto ahora es poner todo esto en práctica en un ballet como el de Víctor Ullate.
-Esa misma experiencia también le habrá permitido forjar un diagnóstico certero respecto a la situación de la danza en España.
-En España hay mucho que cambiar. Nos hemos acostumbrado a quejarnos todo el tiempo, a culpar a los políticos de todos nuestros males y, sobre todo, a criticar el trabajo de los compañeros. Lo primero que tendríamos que hacer es mirarnos a nosotros mismos y, sobre todo, unirnos. Si vas a Alemania, encuentras que en cada ciudad, por pequeña que sea, hay un teatro para la danza. Aquí, lo poco que se hace lo criticamos apenas logra sacar la cabeza. Habría que trabajar con un sentido mucho mayor de grupo, de colectivo. No se trata de tener más éxito que los demás, sino de compartir objetivos. Ya ha quedado demostrado que las quejas no han servido para nada. Hay que pasar a otra cosa.
-¿Entrarían en su línea de dirección artística las coproducciones con compañías jóvenes, como la que estrenará en noviembre en los Teatros del Canal junto a Kor'sia y La Phármaco, la compañía de la malagueña Luz Arcas?
-Exacto. Y fíjate si es una línea interesante que hace tiempo que se agotaron las entradas para todas las funciones programadas. Vuelvo a lo mismo: es muy fácil quejarse, pero hay que estar dispuesto a entregarse, a levantarte y moverte del sitio. Sólo así se puede crecer y evolucionar. En el proyecto con Kor'sia y La Phármaco hemos reunido a bailarines de danza clásica y danza contemporánea para crear algo nuevo. Y eso significa que en nuestros funciones van a coincidir el público del Víctor Ullate Ballet y el de La Phármaco, que por lo general son distintos. Es decir, vamos a crear un público nuevo a partir de dos públicos que, de otra forma, seguramente nunca llegarían a conocerse. Experiencias así son las que hacen falta.
-¿Es optimista respecto a la pervivencia de un público fiel a la danza en un futuro inmediato?
-Siempre ha existido un público fiel a la danza, aunque fuese escaso. Lo que pasa es que no siempre se le ha dado lo que pedía. Si no ofreces variedad y calidad, el público decae, eso es así. Para ganar al público habría que llevar la danza más allá de los teatros, a la calle, donde nadie se sienta extraño. Habría que desterrar de una vez la idea de que la danza es para una élite. No, es para todos. No hay que entender nada, sólo disfrutar.
-¿Qué proyectos baraja para después de Carmen?
-El próximo mes de enero celebraremos unos talleres con Daniel Abreu y Antonio Ruz, el reciente Premio Nacional. En verano de 2019 estrenaremos un espectáculo con Israel Galván como coreógrafo invitado. Y en 2020 habrá una colaboración con el Ballet de Dortmund. Seguimos adelante.
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