"Mis decisiones me han traído hasta aquí; no debo haberlo hecho muy mal"

La Mari. Cantante de Chambao

La malagueña celebra diez años en el mundo de la música, marcados por su lucha contra las adversidades y el favor del público, con un disco en el que recrea sus éxitos con algunos amigos.

Lamari de Chambao invoca al sol de otoño asomada a un balcón.
Lamari de Chambao invoca al sol de otoño asomada a un balcón.
Pablo Bujalance Málaga

13 de octubre 2013 - 05:00

Chambao cumple diez años y María del Mar Rodríguez (Málaga, 1976), para todos Lamari, lo celebra con 10 años around the world, un álbum que recoge algunos de los éxitos más sonados de sus ocho álbumes editados desde 2002, con una nómina de voces invitadas que incluye a Enrique y Estrella Morente, Javier Ruibal, Lila Downs, Toumani Diabaté, Nneka, Estopa y Totó La Momposina, con mezclas a cargo de músicos del calibre de Talvin Singh, Gilles Peterson, Afterlife y Howie B y una distribución que llevará este trabajo a Argentina, Chile, Mexico, Costa Rica, Alemania, Polonia, Bulgaria, Turquía, Colombia y Venezuela, entre otros países. Entre lo viejo y lo nuevo, Lamari expone su más personal balance a este periódico.

-¿Qué hay de Lamari y qué de Chambao en este disco?

-Lo mismo de los dos. Todo lo que hay está porque tiene que estar. Me gusta lo que hay, y está pensado y sentido desde el puntito más disfrutón que he sido capaz de transmitir. Eso se percibe hasta en el trabajo de arte, con una recreación mediante dibujos de las portadas de los discos. Entre lo personal y lo artístico no suelo separar una cosa de otra. Me sentiría incómoda si tuviera que hacerlo. No tengo ese punto de locura genial que tienen algunos artistas. Soy la misma en el escenario y fuera del mismo, lo que se ve. Lo que ocurre es que en el escenario me concentro en hacer una sola cosa, que es cantar. Y procuro pasarlo bien haciéndolo. Cuando se trata de cantar, sobran las palabras. De hecho, me cuesta mucho explicar de lo que tratan mis canciones y lo que hago con mi trabajo. Hago lo que hago porque me gusta y me divierte, no hay otro sentido extra. No me cuestiono las cosas, intento hacer lo que hago con naturalidad.

-¿A qué criterios obedece la selección de artistas invitados?

-Todos ellos forman parte de estos diez años de Chambao. Hay muchos más, pero para meterlos a todos habría que grabar cuatro discos. Con Toumani Diabaté tenía muchas ganas de trabajar, me gusta mucho cómo toca la kora. Que estén Enrique y Estrella Morente me hace mucha ilusión, porque adoro a esa familia, todo lo que respiran es música, más allá incluso que el flamenco. A Lila Downs, que canta en Papeles mojados, un tema que evidentemente le toca muy de cerca, ya le tocaba estar en un disco de Chambao porque yo ya había cantado en un disco anterior suyo, Ojo de culebra. A Totó La Momposina también la admiro desde hace mucho, y pone mucha esperanza en lo que canta. Con Nneka también fue todo muy fácil. La verdad es que mi primera idea fue cantar con Caetano Veloso, pero resultó imposible, así que opté por ella. Una vez que coincidimos en un festival le di un disco de Chambao, y cuando la llamamos para colaborar en esto algún tiempo después resultó que le había encantado. Las colaboraciones son las que debían estar, las que primero dijeron que sí. Y visto ya el resultado desde la distancia, lo cierto es que el resultado es el idóneo. Con las mezclas ha ocurrido un poco igual, todo se ha hecho poco a poco y responden a lo que durante diez años ha sido Chambao. Quizá con la menos me identifico es la de Duende del Sur, que me resulta muy ochentera. Pero es que a todos los que han participado en este proyecto les dejé muy claro que hicieran lo que quisieran, que no tuvieran reparo en hacer las canciones suyas. Creo que Nneka y Javier Ruibal son quienes más han entendido lo que pretendía, los que más se han llevado las canciones a su terreno.

-Desde aquello del flamenco chill, ¿cómo se lleva usted con las etiquetas?

-Con las etiquetas de la ropa, lo primero que hago es cortarlas. Y las de la vida también, por más que me las pidan. Es cierto que nosotros nos inventamos lo del flamenco chill, pero lo hicimos porque necesitábamos explicar de manera inmediata lo que hacíamos. Sin embargo, por encima de eso, lo que hacemos es música. Hoy día, lo que no esté metido en una etiqueta parece que no puede llegar a comprenderse, a asimilarse. Lo mismo pudimos decir que hacíamos flamenco chill como que hacíamos electrónico andaluz. Pero en realidad tampoco rehuyo las etiquetas, simplemente no les hago caso. Si la gente dice que hacemos pop, pues hacemos pop. No hacemos música para que la gente la catalogue, sino para que la gente la sienta. No tenemos ningún compromiso en ese sentido. Yo nací en el 75, entre dos generaciones muy complicadas: una que venía de la copla y el flamenco, de lo castizo, y otra que creyó que la música electrónica iba a poder con todo. Yo bebo de una cosa y de otra.

-Y eso se corresponde bastante bien con el carácter malagueño.

-Claro. En el fondo, Málaga es una ciudad muy dada a la fusión, a la mezcla de toda la gente que viene por aquí, todo el mundo deja algo. Y Chambao es en eso algo muy, muy malagueño.

-¿Alguna vez en estos diez años ha hecho algo de lo que se arrepintiera después?

-Creo que no. Realmente, todo lo que he decidido en positivo y negativo me ha traído hasta aquí, así que muy mal no debo haberlo hecho. No suelo arrepentirme mucho de las cosas. Tengo mi propio criterio, no quiero que me cuenten la vida sino apechugar yo con ella. No suelo darle mil vueltas a las cosas. Creo que, por más que le des mil vueltas a la primera intuición que tengas, al final terminas diciendo lo mismo. No suelo titubear tanto en las decisiones. Se me nota cuándo algo me gusta y cuándo no. Creo mucho en mi intuición, es mi parte más animal y procuro mantenerla despierta.

-Y al contrario, ¿en qué momento tuvo la impresión de haber conseguido lo que buscaba?

-Fue hace muy poco, el pasado día 27 de septiembre, en el Teatro Falla de Cádiz. Es un sitio que me encanta. Terminé hablando con la gente, contando mis cosas desde el escenario. Es lo más bonito que he hecho musicalmente. Y tengo otro concierto grabado en la memoria, en 2003, en los Baños del Carmen. Nosotros mismos nos encargamos de todo, desde el sonido hasta la cartelería. Aprendí que nunca se debe tapar un cartel de una corrida de toros, porque te vetan. Vino mucha gente, gente que nos quería, que disfrutaba viendo que estábamos bien.

-Hace poco leí unas declaraciones suyas en las que decía que a veces había tenido la sensación de haberse apropiado de Chambao al llevar el proyecto en solitario, algo de lo que había tenido que aprender a perdonarse. Y lo cierto es que el éxito de Chambao ha crecido conforme el grupo ha ido perdiendo miembros. ¿Alguna vez este éxito ha sido amargo?

-Aquí empezamos siendo cuatro personas. Y cada una tomaba sus decisiones. Es verdad que yo empecé en esto muy de soslayo, Dani y Edi componían, Henrik ponía la electrónica y yo cantaba. Pero yo trabajaba en una agencia de viajes, y cada uno de los otros en lo suyo. Ninguno soñábamos especialmente con triunfar en esto, pero al final llegó el éxito, tuvimos suerte y los acontecimientos se sucedieron muy deprisa. En 2005 nos quedamos Edi y yo y me diagnosticaron el cáncer, así que tuve que pararlo todo justo cuando nuestra relación de amistad empezaba a no ser tan buena. Acusábamos ya el desgaste. Había choques tanto en lo personal como en lo artístico. El disco Pokito a poko salió solo, sin promoción ni nada, conmigo metida en las sesiones de quimioterapia. Pero entonces decidí que no iba a quedarme en mi casa, que quería seguir en esto, así que volví al escenario. Edi y yo intentamos seguir trabajando juntos, pero ya no resultaba fácil.

-Aquella ruptura fue sonada, y no pareció precisamente cordial.

-Es posible que Edi te diga que yo lo eché, pero lo que yo te digo es que fue él quien decidió marcharse. Después, cuando pasaron los años, el proceso del perdón lo he hecho conmigo. No he tenido que pedir perdón a nadie. La que está aquí soy yo, y a veces no he podido evitar pensar que a lo mejor otro lo merecía más que yo. Pero eso ya pasó. Al final, la que ha querido seguir soy yo, y aquí estoy. Henrik ya no está con nosotros, Edi y Dani siguen trabajando en sus proyectos, Edi se ha convertido en un productor importante. Y yo continúo en Chambao. Y eso es todo.

-Hace sólo unos días sufrió un boicot durante un concierto en la Fiesta del PC en Madrid a cuenta de su reciente actuación en Israel. ¿Qué ocurrió realmente?

-La verdad es que me cuesta entender cómo ha podido pasar algo así. Yo me dedico a cantar, hago canciones, doy conciertos, pero lo que cada uno haga luego con mis canciones, las vueltas que le quiera dar, es algo que ya no me importa. Yo voy donde quieren que cante. Me invitaron a actuar en un festival por la paz en Israel y fui. Si me hubiesen llamado desde Palestina, habría ido igualmente. Yo hago música, no política. Pero quienes te montan un boicot en España por haber actuado en Israel, lo que hacen es aprovecharse de tu público para, fundamentalmente, ahorrarse dinero en una promoción que debían haberse pagado ellos. Yo no doy mítines ni digo a la gente lo que tiene que pensar. Yo hago canciones. Pero ellos son unos oportunistas, no dudan en echarme tierra encima por haber ido a cantar a donde ellos no querían que fuese. Vienen a meterse en mi trabajo porque se creen con autoridad para ello. ¿Por qué no boicotean a los políticos? ¿Por qué tienen que venir a mi concierto a cuenta de unas ideas cuando a mí no me gusta la política? ¿Tan difícil es entender que yo fui a un concierto por la paz?

-¿Un artista es más manipulable cuanto mayor es su público?

- Tal vez. Pero aquí los manipulados son otros. Me daba pena ver que quienes estaban allí con las pancartas, gritando para que no se me escuchara, apenas tenían veinte años. ¿Qué saben ellos? ¿Por qué tienen que venir a fastidiar mi trabajo?

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