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La diva que eligió desaparecer

  • Javier Moro recuerda en 'Mi pecado' a Conchita Montenegro, la primera española que triunfó en Hollywood

  • La actriz se vio envuelta en una trama de espionaje por su relación con Leslie Howard

La actriz Conchita Montenegro (San Sebastián, 1911 - Madrid, 2007) falleció ya nonagenaria sin que apenas trascendiera la noticia, pese a que la intérprete había sido una verdadera estrella del Hollywood de los años 30. La mujer que estuvo a punto de abofetear a Clark Gable cuando éste se excedió en una escena, que mantuvo una trágica historia de amor con Leslie Howard, que se codeó con Buster Keaton, Ramón Novarro o Norma Shearer, se apartó de los focos al casarse con el diplomático Ricardo Giménez-Arnau, y la discreción con la que llevó su vida posterior motivó que su figura fuera cayendo en el olvido.

Al novelista Javier Moro (Madrid, 1955) le propuso hace unos años su amigo el escritor y editor José Rey-Ximena recrear en un guión la biografía de este personaje, un proyecto en el que el autor de Pasión india no pudo implicarse al andar entregado a la redacción de El sari rojo. "Pero me quedé con la copla", recuerda Moro, a quien un tiempo después volvieron a sugerirle el nombre de Conchita Montenegro: otra amiga, también narradora, Cristina Morató, le insistió en que la historia de la actriz poseía todos los ingredientes para cautivarle.

Jardiel Poncela, Neville o Martínez Sierra coincidieron con la actriz en su etapa americana

Así fue. Moro perfila el retrato de esta pionera en Mi pecado (Espasa), una obra con la que el ganador del Premio Planeta por El imperio eres tú se hizo el pasado febrero con un nuevo galardón, el Primavera de Novela. El autor dedica especial atención a uno de los pasajes más asombrosos de la vida de esta mujer, cuando ella ya ha regresado a España tras su periplo hollywoodiense y su tranquilidad en el Madrid de los primeros 40 se ve perturbada por la inesperada visita de Leslie Howard. Ese episodio no será sólo el reencuentro de dos viejos amantes, sino una aparatosa operación en la que Howard, que trabajó como agente secreto para el Gobierno británico, pretende conseguir que el régimen de Franco se alinease con los países neutrales. (El plan incluye, por cierto, una proyección de Lo que el viento se llevó que agita a los sectores más germanófilos, que tachan al que acabaría siendo uno de los melodramas más icónicos de la historia del cine de cinta "inmoral" y mera "propaganda norteamericana"). Montenegro, bien relacionada con el régimen, sería "una actriz pasiva" en esa trama, "una pieza pequeña en todo el engranaje", sostiene Moro sobre su heroína, "que no descubre hasta el final lo que ocurre realmente".

El novelista no pudo resistirse a un argumento tan jugoso. "Hay pocas historias reales por ahí que tengan ese potencial novelesco", considera. ¿Fue difícil seguirle el rastro a una protagonista que decidió "borrar su pasado" y tuvo "la voluntad de desaparecer", negándose a conceder entrevistas y a acudir a los homenajes que los festivales querían organizarle? "Hay mucho escrito sobre Leslie Howard, y sobre ella me documenté hablando con los herederos, con gente que la conocía... Leí lo que han escrito los demás, me metí en la prensa de la época, en los archivos, y al final acabé encontrando cosas. Mimbres que me permitieron reconstruir el personaje", asegura Moro.

Al autor le interesaba Montenegro no sólo por sí misma, sino por "el mundo que podía contar a través de ella". En sus años en Holywood, ella coincide con Edgar Neville -uno de los affaires de la actriz en California-, Gregorio Martínez Sierra y Enrique Jardiel Poncela. Todavía no existía el doblaje, e intérpretes y escritores españoles trabajaban en las versiones en castellano que los estudios hacían de sus producciones. "Era un grupo muy dispar. Por allí estaban desde Luis Buñuel hasta Xavier Cugat, que entonces era dibujante y aún no había triunfado en la música... Ni Buñuel ni Jardiel Poncela se acostumbraron a ese mundo, aunque sí lo disfrutó Neville, que era muy sociable y divertido y al que le encantaba ser amigo de William Randolph Hearst y eso de andar por la mansión de Chaplin como Pedro por su casa", expone Moro. La aparición del doblaje frustraría los planes de esa comunidad hispana, que se volvería a Europa "en el 35, donde les espera España en una situación terrible".

Una de las celebridades con las que coincide Montenegro es un Buster Keaton en horas bajas. "En ese momento estaba pasando por un divorcio muy duro con una ex que no le dejaba ver a sus hijos; vivía la pérdida de libertad creativa por la presión a la que le sometían los estudios, y a eso se unió la adicción al alcohol del cómico", explica el novelista, que vivió durante cinco años en Hollywood y sabe lo "despiadado" que éste puede ser. "Ha cambiado el modo de hacer las películas, pero la filosofía sigue siendo la misma: vales lo que vale tu último trabajo. Anthony Quinn, con el que rodé Valentina [Moro fue guionista y productor de aquel proyecto], me decía que le daba vergüenza ir al club de golf los lunes si su última película había hecho una pobre recaudación el fin de semana. Es una sociedad inclemente: un día te invitan a las mejores fiestas y de repente se han olvidado de ti. Eso no ha cambiado".

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