La elegancia de la sencillez

Claire Ducreux en un momento del mágico espectáculo ofrecido el pasado miércoles en el Echegaray.
Claire Ducreux en un momento del mágico espectáculo ofrecido el pasado miércoles en el Echegaray.
Rocío Armas

07 de octubre 2011 - 05:00

Teatro Echegaray. 5 de octubre. Nats Nus Dansa. Creación e interpretación: Claire Ducreux y Jordi Casanovas. Música: David Moreno. Texto: Beth Escudé. Aforo: Unas 40 personas.

Un banco verde, una mesa de madera y dos personajes sin rumbo fijo. Mientras él intenta reconstruir el espacio con la complejidad de su tiempo, ella, silente, prefiere dibujar sonrisas y reivindicar lo simple. Nats Nus Dansa, o lo que es lo mismo, Claire Ducreux y Jordi Casanovas irrumpieron el pasado miércoles en el ciclo de danza del Echegaray con el sano propósito de encontrar la empatía.

Esperando lo inesperado rotuló así los encuentros y desencuentros de dos almas vagabundas. Sobre el escenario, una sublime Ducreux convenció en el rol de una joven etérea, animosa y consciente de que su cuerpo posee un lenguaje más efectivo que las palabras. Frente a ella, Casanovas se esforzaba por cumplir su papel de hombre atribulado, al compás de su época y convencido de que sus movimientos eran los únicos posibles. La asimetría de ambos ofreció al espectador un curioso paisaje donde la danza jugaba a hacerse entender.

La sencillez de la puesta en escena y la plasticidad que resultaba del diálogo de ambos con los objetos que les acompañaban brindó escenas de auténtica belleza. Porque cuando Claire amoldaba su cuerpo al banco que la sostenía ya nada parecía imposible. El control de los ritmos, de su realidad corpórea y de las posibilidades expresivas de la danza hicieron de la intérprete una auténtica maestra de ceremonias. Sencillez y elegancia en una anatomía aparentemente frágil pero de una irresistible potencia comunicativa. La sinuosidad en el diálogo con el banco recordó por su virtuosismo a los mejores escenas de Spellbound Dance Company en un engranaje similar con silla en el espectáculo Nafas.

Su alter ego,por momentos lograba estar a la altura de las circunstancias, aunque ante tanta transparencia de movimientos parecían sobrar los números humorísticos y la verborrea ingeniosa del bailarín. Cuando la danza en estado puro volvió a adueñarse del escenario -y del público- devolvía imágenes tan sugerentes como las mecidas acrobacias de Claire con el paraguas o los pas de deux que sellaron el definitivo encuentro de dos seres distanciados.

Tras una hora de magia escénica, y pese a extrañas irrupciones como la voz de Niña Pastori en Cuando nadie nos ve -no se pudo comparar con la sutil La vie en Rose que acompañó la propuesta- Nats Nus Dansa acertó en la difícil tarea de explicar la danza contemporánea sin excusas ni fuegos de artificio.

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