Cultura

"Eso de enamorarme lo he sentido delante y detrás de las cámaras "

  • Acaba de desembarcar en el cine y ya lleva en la maleta una Concha de Plata al mejor actor · A punto de terminar su segunda carrera, Psicopedagogía, el malagueño sueña algún día con no llamar la atención

El día en que su presencia pase desapercibida y sus méritos no sorprendan, Pablo Pineda (Málaga, 1975) se sentirá recompensado. Acaba de regresar del Festival de San Sebastián con una Concha de Plata al mejor actor y con el orgullo de ser la primera persona con síndrome de Down en recibirlo. Antes, durante y después de su primera película, el malagueño continúa con su principal labor, "un no parar de concienciar a la gente de que no nos etiqueten de deficientes", subraya. Horas antes de aterrizar en Málaga, y con la resaca de aplausos aún en la cabeza, Pineda reflexiona con pasmosa lucidez sobre su experiencia cinematográfica y deja caer una aclaración previa. "No soy actor, no es mi oficio. Lo he hecho porque me gustó la historia".

-¿Cómo le cogió la noticia del premio al mejor actor?

-Imagínate, con mucha emoción, no me lo esperaba. El viernes, cuando me acababa de bajar del avión en Málaga, me llamaron y me dijeron "vuélvete, que te hemos dado el premio". Me quedé sin palabras. Yo pensé que se lo darían a Lola Dueñas, porque es un pedazo de actriz, y a los directores, pero no a mí que acabo de llegar a este mundo.

-¿Le llega a sobrepasar tanta fama inmediata y tanta atención mediática?

-Un poquito sí, la verdad. No he parado de hacer entrevistas y hoy [por ayer] soy portada de todos los periódicos. Me choca bastante. No he firmado más autógrafos en mi vida.

-Su película, 'Yo, también', cuenta una historia de superación personal y de amor entre usted y una chica que no tiene su enfermedad, ¿que ha querido transmitir?

-Pues que a las personas con Down se nos tiene que mirara con otros ojos y acabar con esa actitud paternalista y de sobreprotección. Aún hay muchos prejuicios. En la película se ve por ejemplo cómo entro en un burdel y me echan, por ejemplo. No tenemos por qué dar pena ni ser el centro de atención allí donde vayamos. Llegará algún día en el que no seamos noticia.

-Poder enamorarse, como en la pantalla, de cualquier persona que le atraiga ¿es otro de sus sueños?

-Tener pareja y demostrar que puedo sería fabuloso, otra de mis recompensas. Yo he vivido ese enamoramiento de la película en la vida real. Y sufres mucho, más por tener síndrome de Down. Uno de los mensajes que se dejan caer es precisamente ese: nosotros podemos y debemos amar y tener sexo, algo que siempre se nos ha negado.

-¿Cómo ha afrontado la experiencia de la interpretación y cuál ha sido el momento más difícil de todo el proceso?

-Ha sido un trabajo muy de sentimientos, de ponerme en la piel de otra persona. He contado con un coach que ha estado cinco semanas en Madrid y Sevilla codo con codo conmigo, sobre todo, trabajando los diálogos. Al final se ha convertido en un grandísimo amigo, prácticamente en mi confidente. Ha sido también mi paño de lágrimas.

-¿Por qué? ¿Pensó en algún momento en tirar la toalla?

-Sí. Sobre todo en las escenas más emotivas. Ahí reconozco que se me revolvía todo, recordaba muchas vivencias y no podía evitar llorar. Pero salí adelante gracias a todo el equipo y, sobre todo, a Lola Dueñas que me ha querido mucho. Hemos llorado y reído juntos.

-Usted tiene la carrera de Magisterio y está a punto de terminar la de Psicopedagogía, ¿lo del cine ha sido sólo una aventura?

-Hombre, me ha llevado mucho tiempo sacar adelante mis estudios. Llevo tres años sin trabajar y la verdad es que tengo mono de dar clases. Me quedan cuatro asignaturas para acabar la segunda carrera y no lo voy a dejar. Mi recompensa máxima sería poder dar clases, he estudiado Educación Especial para poder ejercer. Aunque si me ofrecen otro guión, lo leeré, lo pensaré y sopesaré si me conviene o no.

-Le ha llamado el alcalde, el presidente de la Diputación y el de la Junta de Andalucía, ¿sobrecogido?

-Para mí es un honor. Con el alcalde y el presidente de la Diputación no pude hablar yo, sino mis padres. Con Griñán, sí. Me dijo que era un orgullo para Andalucía y me animó a que siguiera así, luchando.

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