Los que no se enteran

Teatro Alameda. Fecha: 9 de mayo. Texto: Eric Assous. Dirección: Gabriel Olivares. Reparto: Gabino Diego, Antonio Garrido, Antonio Hortelano. Aforo: Unas 200 personas.

El dramaturgo francés Eric Assous, del que habíamos visto también en el Alameda Los hombres no mienten y La montaña rusa, protagonizadas en sus montajes españoles por Arturo Fernández, firma en Nuestras mujeres una crítica tan aguda como directa a la acomodada burguesía europea del presente. Lo hace, sin embargo, desde una perspectiva singular: la obra se estrenó en París en 2013, pero la acción se sitúa en 2007 (el único dato útil para la contextualización de la función que se ofrece al espectador es la referencia a que Juan Pablo II lleva dos años muerto), muy poco antes del estallido de la crisis. Asistimos, por tanto, a las desventuras de tres profesionales de mucho éxito y de alto poder adquisitivo, y Assous los pinta sin mucha piedad como depresivos, incapaces, inmorales, adictos, insolidarios y, sí, capaces de matar a sus mujeres o de matarse entre ellos. De modo que, si la crisis financiera hizo estragos a partir de 2008, especialmente entre las clases más humildes, Assous recuerda que las clases más pudientes ya arrastraban una crisis de personalidad y madurez desde mucho antes, lo que a su vez sirve en bandeja una contextualización a tener en cuenta para nuestro tiempo. Todo esto viene a cuento porque no resulta difícil hacer de Nuestras mujeres una lectura en clave marxista: hay gente, maldita sea, que no se enteraba de nada antes y sigue sin enterarse. Y estos especímenes son los que se sitúan en el bando más cómodo de la batalla. Comprobarán que el invento es más bien desolador (si hay algún tipo de redención de los personajes, a ciertas alturas el espectador ya sabe que debe tomárselo con calma), y si añadimos a todo esto un tono de comedia incómoda, ése en que uno se ríe sintiéndose culpable, entonces no hay más remedio que admitir que la pieza en cuestión es fabulosa y altamente recomendable.

La producción dirigida por Gabriel Olivares saca punta a la comedia para ponérselo un poco más fácil al espectador, pero no llega a edulcorar la trama, lo que no resulta precisamente sencillo. El equilibrio entre el humor negro, el gag, el thriller y el drama funciona de manera compensada y veraz. Lo mejor viene servido por el reparto, especialmente en el trabajo de Gabino Diego y Antonio Garrido (el mayor protagonismo recae sobre ambos, y actúan en consecuencia), cuyos personajes se resuelven igualmente en el equilibrio entre la contención y la furia: Garrido compone a un neurótico eficaz y Diego a un acomplejado de libro. La ausencia de naturalidad en las réplicas (hay demasiado texto en la cabeza y poco en la lengua), eso sí, delata lo reciente del estreno. Con un pelín de aplomo, la comedia será perfecta.

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