Crítica de Teatro

La épica de los tipos duros

lluvia constante

Festival de Teatro. Teatro Cervantes. Fecha: 10 de enero. Texto: Keith Huff. Dirección y adaptación: David Serrano. Reparto: Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta. Aforo: Casi lleno.

Cuando comparecen en escena Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta con los brazos en jarra ya sabe uno más o menos lo que va a pasar. Y sí, eso es lo que termina pasando. En el fondo, Lluvia constante no es una obra de teatro, sino un conjunto de clichés sobre el thriller policiaco armado con más buena voluntad que acierto: dos policías auténticamente tarados (uno más tarado que el otro para que el asunto pueda durar más de hora y media) se enfrentan a las nefastas consecuencias derivadas de sus propios actos mientras la suerte juega sus propias cartas. Pero, insisto, todo dentro de lo más absolutamente previsible. El único valor que se puede reconocer al texto de Keith Huff es el de servir de réquiem al gran drama americano: por si había alguna duda, esto no lo salva ni David Mamet. Y cuando ya han salido todas las mujeres fatales, todas las equivocaciones desafortunadas, todas las palizas, todos los barrios chungos (por cierto, por más que David Serrano decidiera no ambientar el montaje en Chicago, habría hecho mejor en buscar un sustituto nominal, ya sea Madrid, Lugo o Chinchón; cada vez que los mendas hablan de "la ciudad", suena tan ridículo que recuerda a Arrayán), toda la droga, todo el alcohol, todo el sexo y todas las cosas malotas que competen a tipos duros y fornidos como los aquí presentes (sí, las que ya hemos visto mil veces en el cine), uno arde en deseos de que el rollo acabe de una vez para poder ir a tomar algo. Todo resulta gratuitamente opresivo, desde la escenografía (habría funcionado mucho mejor un escenario desnudo que esta especie de prisión brasileña; pero a ver quién justificaba entonces la producción) hasta la iluminación y el speech monótono que comparten los protagonistas. Pero jugar a las películas y romper la cuarta pared no basta para llamar a esto teatro. No hay intención alguna de afectar, de interrogar, de desmontar, de llevar al espectador a otra parte. Esta Lluvia constante es un tostón liso, plano, sin aristas ni matices. Limpio, pero aséptico. Eficaz, pero sin vida.

Lo peor de todo es que uno ha visto a Roberto Álamo ofrecer algunas de las interpretaciones más conmovedoras y redondas que recuerda en un escenario; y que Sergio Peris-Mencheta, además de ser otro gran actor, ha dirigido montajes tan maravillosos como Continuidad de los parques, que incluyo sin dudarlo entre lo mejor que le ha pasado al teatro español reciente. Así que algo no debe marchar muy bien cuando semejante talento acude a un mainstream tan facilón. El público despidió la función con una ovación y en pie. Pero me temo que yo vi otra obra.

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