Los eventos simulados de Salle
El arte-río de David Salle fluye en el CAC Málaga: todo es posible bajo el optimismo guiado a golpe de deseo Manuel León ofrece otra liturgia barroca a mayor gloria de la mescolanza
HACE seis años, con motivo de un solo show en la galería neoyorquina de Mary Boone, la crítica de arte de The New York Times Roberta Smith señalaba cómo en las imágenes que mostraba David Salle (Oklahoma, Estados Unidos, 1952) colisionaban "lo nuevo, lo viejo y lo más viejo", si bien dejaban entrever cierto optimismo, quedando a merced de lo que pudiésemos percibir nosotros mismos al contemplarlas. El regusto clásico nos acompaña al visitar la exposición con la que el CAC Málaga ha reunido una muestra de trabajos que van de 1992 a la actualidad, y que bajo el título de Inspired by True-Life Events estará abierta al público hasta el 4 de diciembre. Independientemente de que el título sea más o menos real, la selección comisariada por Fernando Francés del estadounidense -adscrito a distintas corrientes, entre ellas el simulacionismo, junto con Sherrie Levine-, permanece fiel a su concepto fluvial del arte, en el que no solo se hace camino al navegar, también al emular al salmón que va a contracorriente. Tanto da, si al final cualquier artista es susceptible de atarse a obsesiones propias: en el caso del pintor, se dice, la figura de la mujer como emblema de la sexualidad, suponemos que con no poca influencia de sus comienzos (trabajó en una revista porno). Antes de alcanzar su registro más erótico, sin embargo, conviene detenerse en las piezas de gran formato como False Queen (1992) que, nada más empezar el recorrido, contienen una enorme advertencia: esto no es una exhibición de pintura propiamente dicha. Los objetos que traspasan las fronteras del lienzo lo corroboran, así como el deliberado uso de imágenes externas a la obra, yuxtapuestas a trazos de forma y colorido aparentemente inofensivo.
Hay en estos eventos supuestamente realistas una revisión de la historia del arte en la que las herencias son evidentes: Velázquez y Rembrandt, pero también el surrealismo por la vía de Magritte o Ernst. Al menos así se detecta en obras como Fishing (1998), Silhouette (2000) y Coast (2001), que parecen incluidas en un metraje simbólico en el que se halla una continuidad sometida a los contrastes propuestos por Salle. Desentendiéndose de la perspectiva, introduciendo ataúdes estampados, o bien desdibujando las figuras principales en un pastiche donde combina lo que en la música serían acordes menores y mayores, la tenebrosidad y melancolía de violetas metalizados, la explosión de alegría que solamente puede sentirse con una canción pop perfecta de apenas tres minutos (There She Goes, de The La's: por si quieren un ejemplo). Fragmentadas en dos escenas que podrían simultanearse, hay piezas como Sky king (1998), con bodegón incluido, amén de obras recientes como This is the Fun (2014-2015), en la que existe una línea picassiana rodeando todo un ansia de color. Sin embargo, un nuevo episodio histórico inexistente, titulado irónicamente Charge! (2012), devuelve a un Salle envuelto en una tradición representativa, la de la guerra, infiltrada en todas las disciplinas artísticas que han asociado lo belicoso al ser humano, tal cual: la huella de un cuerpo, sea del artista o de cualquier otra persona, está ahí impresa, como si éste -el cuerpo- fuese un pincel, a lo Yves Klein, al tiempo que se produce el choque de ejércitos, de culturas, de civilizaciones. Manchas antropomórficas todavía más evidentes en Big Bend (2013), un recordatorio del origen del artista, nacido en un territorio integrado, en parte, dentro del Cinturón bíblico americano; se aprecia una cercanía pictórica al dibujo, dentro de una escena que podría formar parte de un western cualquiera.
Existe, sin embargo, un David Salle de principios de siglo que estira las proporciones como si fuesen chicle, introduciendo al público en un paisaje psicodélico. Hablamos de piezas como Isthmus (2005) o Threesome (2004), ménage á trois que deviene en revoltijo de carne que remite al Meat Joy (1964) de Carolee Schneemann (algo que no produce extrañeza, el mismísimo Salle le dio también a la performance). La vertiente formalista la representan Hats Meant for Catching (2008) o Yellow Sail (2010), aunque se pueden ver dípticos en los que combina la figuración y la abstracción (In-Laws, 2012), además de obras que desprenden el encanto del pop (Frank Comes Out of the Doorway, 2007).
LA ERÓTICA DE SALLE
Lindando con el deseo como cuestión que recorre buena parte de su obra, White Shorts (2011) y otras de similar factura se antojan especialmente interesantes. Huyendo de lo explícitamente correcto, mostrando una carnosidad transparentada por fondos de colores planos, aunque a veces este diálogo entre fondo y figura cambie las tornas en favor de lo corporal (Come Here, 2012). Al descanso post-coital -Yellow Sky, 2012- le sigue otra postal que recrea lo que sucede con antelación (Pink Sky, 2012 o Uncle, 2012). La temperatura, atemperada por detalles cómicos como el perrito caliente del díptico Que penses-Tu, beau sphinx? (2011), sube en estas elegantes viñetas de alcoba.
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