Cultura

La fiesta perpetua

  • Halloween es la noche en que, según la leyenda, se estrechan las barreras que separan a vivos y muertos · Esta festividad inspiró un clásico del cómic de superhéroes

La Víspera de Todos los Santos, celebrada ayer, es una festividad de origen celta relacionada con el fin de las cosechas, asimilada por Roma cuando imperio y por la Iglesia Católica posteriormente, que se apropió del culto pagano llevándose a mediados de otoño un Día de los Santos celebrado en primavera, el 13 de mayo para ser exactos. Según la leyenda, los bastiones que defienden el mundo de los vivos del de los muertos se debilitan peligrosamente en estas fechas y ciertos trasgos o espantos podrían pasar de un lado a otro a través de las puertas que se abren esta noche entre ambos reinos o a través de las grietas en el muro. En el pasado, las gentes endosaban máscaras con el doble cometido de ahuyentar a los malos espíritus y al propio miedo, demonio acaso más terrible. En ámbito anglosajón, gracias a un sustrato cultural propicio, la fiesta de Halloween -derivación de All Hallow's Eve (Víspera de Todos los Santos)- ha arraigado hondo; en Estados Unidos es ya un rasgo identitario y se ha engalanado y magnificado siguiendo la Filosofía de Supermercado tan profusamente cultivada en aquel país.

Esta noche de disfraces y monstruos, de embozos y confetis, de sustos y carcajadas, era el marco idóneo para una aventura del héroe de las sombras por antonomasia, el Hombre Murciélago, la máscara de Bruce Wayne, el potentado que decidió sublimar el resentimiento en sed justiciera. El largo Halloween es una serie de trece entregas -un número nada casual-, publicada por DC Cómics entre 1996 y 1997 y aplaudida como una de las mejores historias gráficas del personaje. Como en Halloween, el escenario es la ciudad en el ángulo oscuro, las calles observadas por el ojo ciclópeo de la luna, casas y caserones insuficientemente iluminados. Como en Halloween, el relato deviene una vistosa parada de monstruos. Como en Halloween, la diversión está garantizada. El libreto de Jeph Loeb no da tregua al lector, mientras el arte de Tim Sale está a la altura de su obvio referente, Frank Miller. Y es que, aunque surgiera para rentabilizar la veta argumental que Miller descubrió en Batman: Año Uno (1987), nadie se contentó con explotar el filón. El largo Halloween quiere brillar con luz propia y fusiona con inteligencia la épica superheroica y el relato negro, no el de Raymond Chandler -a pesar del guiño a El largo adiós-, sino el de El Padrino, la novela de Mario Puzo y la película de Francis Ford Coppola.

El villano es un hampón local, Carmine Falcone, con dólares suficientes para comprar a quien se tercie. Harvey Dent, fiscal del distrito, quiere echarle el guante pero, en vista del blindaje de sus muchos millones, recurre a Batman para golpearle donde más le duele: una noche de Halloween, mientras los niños van de puerta en puerta ofreciendo truco o trato, ambos encienden una hoguera con el dinero sucio de la mafia. Esta misma Víspera de Todos los Santos, un misterioso ejecutor emprenderá una sangrienta campaña contra Falcone y los suyos; este personaje, bautizado por la prensa con el nombre de Festivo, hará coincidir cada nuevo golpe contra el crimen organizado con una festividad: Acción de Gracias, Nochebuena, Nochevieja, el día de San Valentín, el de la Madre, el del Trabajo, el 4 de Julio y, cerrando el círculo, Halloween una vez más. Para defenderse, Falcone recurre a los enemigos naturales del Hombre Murciélago: Hiedra Venenosa, una intrigante fémina que domina las plantas, El Espantapájaros, un psicólogo metido a psicópata, o El Joker y su abismal sonrisa. En semejante baile de disfraces, Batman tendrá una aliada esporádica en Catwoman, una heroína tan voluble como despiadada.

Jeph Loeb y Tim Sale beben de un antiguo venero y se preguntan (y nos preguntan) si Batman, además de combatirlos, no inspirará a semejantes lunáticos; la idea es estimulante: el superhéroe es visto como semilla de supervillanos. Asimismo, ponen sobre la mesa una sugerente reflexión sobre el crimen y el castigo: Batman decide colaborar con el fiscal del distrito sabedor que sus acciones justicieras no son la justicia en sí, aunque la oportuna caída en la locura de Harvey Dent y su transformación en el inquietante Dos Caras evite llevar el planteamiento a un punto de no retorno inconveniente para la continuidad del serial. La consideración del mundo de los superhéroes como una noche de Halloween perpetua no es el único acierto o aliciente de este singular cómic.

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