Cultura

"El flamenco es la música más cosmopolita que existe en el mundo"

  • El músico libanés de origen armenio compartió ayer escenario con José Luis Montón en el Festival de la Luna Mora de Guaro con el concierto 'De la felicidad', celebración de lo universal con raíz andaluza

Ofreció su primer concierto a los 12 años, y desde entonces no ha dejado de ganar premios. Ara Malikian ha tocado como solista con las orquestas y directores más importantes del mundo y ha firmado grabaciones como las de los Caprichos de Paganini y las tres Sonatas de Schumann, consideradas históricas. Desde hace diez años, presta su virtuosismo a expresiones musicales populares como el flamenco y los géneros tradicionales armenios. Maneja mil proyectos a la vez. Por eso muchos le consideran un genio, y otros, un bicho raro.

-¿Cómo se inspira uno para tocar música De la felicidad?

-Lo mejor es buscar la inspiración en un trabajo compartido. De la felicidad es uno de los proyectos en los que el guitarrista flamenco José Luis Montón y yo venimos trabajando desde hace diez años. De hecho, grabamos el repertorio en un disco y lo presentamos a menudo en directo. De manera amplia, puede entenderse como un encuentro entre el flamenco y la música clásica, porque cada uno aporta lo suyo pero saliéndose un poco de su terreno. Yo no toco flamenco, porque no es lo mío, pero aporto al resultado aires árabes y gitanos. A Montón le pasa un poco lo mismo.

-¿Componen juntos, o cada uno tienta a las musas por su lado?

-Casi todos los temas que tocamos tienen una base flamenca que compone siempre José Luis Montón. Luego, yo incorporo los arreglos del violín. Funcionamos bien así.

-¿Es cierto que el flamenco es especialmente hábil para conjugarse con otras músicas, o quizá hay mucho mito al respecto?

-No, es completamente cierto. El flamenco es una música del mundo, y también es la más cosmopolita que existe. Ninguna otra expresión musical ha recibido tantas influencias ni ha sabido absorber de forma tan abierta las aportaciones de otros. Lo que ocurre es que en los ambientes flamencos, como en los de la música clásica, hay muchos puristas a los que les molesta que alguien se salga del canon.

-¿Alguna vez le han acusado de desprestigiar la música clásica tocando flamenco?

-Tal vez me lo hayan reprochado, pero siempre a mis espaldas, nunca en mi cara. Resulta complicado valorar algo así. Es cierto que el mundo de la música clásica es muy cerrado e inmóvil, no se comprende que alguien pueda derivar a otro sitio desde un repertorio romántico o barroco. Muchos consideran que si un músico de estricta formación clásica toca otras cosas se echa a perder, pierde puntos. Pero también es cierto que en los últimos años se ha venido produciendo un cambio importante en este sentido; tanto los músicos, como los directores de orquesta, como el propio público se están dando cuenta de que ocurre justo lo contrario: la inquietud tiene siempre efectos positivos en cualquier interpretación. Y luego, por encima de todo esto, está la consideración de artista de cada músico, la intuición o el placer que te lleva a hacer una cosa u otra independientemente de lo que opinen los demás.

-¿Cómo llegó usted a interesarse por el flamenco? ¿Tal vez la música clásica se le quedó pequeña cuando grabó los Caprichos de Paganini y necesitaba otras emociones?

-No, siempre he tenido interés por conocer las músicas más diversas. También lo tenía cuando estudiaba en el Conservatorio y me dedicaba exclusivamente a la música clásica. Siempre he querido prestar mi violín y registros diversos, lo que pasa es que ha sido en estos últimos diez años cuando he tenido oportunidad de hacerlo y cuando he conocido a las personas oportunas.

-Aunque actualmente hay algunas figuras como Bernardo Parrilla, el violín no es un instrumento muy popular en el flamenco. Habrá tenido usted que inventar mucho.

-Sí, es cierto. Pero eso siempre es bueno. Trabajar en un medio donde sólo unos cuantos han trabajado antes ofrece muchas posibilidades de aportar ideas propias. Piensa que el violín es el instrumento más internacional, está presente en todas las músicas del mundo, de Oriente a Occidente, y eso se debe a su versatilidad y flexibilidad.

-¿Conoce usted los verdiales?

-No, ¿qué es?

-Es un folclore popular malagueño, uno de los más antiguos de Europa, aunque hoy sigue formas flamencas. Se lo pregunto porque los músicos emplean el violín, con una técnica muy particular.

-Pues no lo conozco. Pero parece interesante. A ver si alguna vez que esté por Málaga veo una actuación.

-No se lo pierda. Los violinistas apoyan el violín en el antebrazo y tocan de oído. Es espectacular.

-Prometo no perdérmelo.

-¿En qué proyectos trabaja, además de De la felicidad?

-Llevo muchos proyectos adelante. En octubre grabaré un disco con la Orquesta Sinfónica de Extremadura y obras de Aram Khatchaturian. También sigo con el espectáculo Pagagnini, de la compañía teatral Yllana, con la que voy de gira por toda España. Y tengo comprometidos más discos. La verdad, no paro. Pero le tengo mucho miedo a la rutina. Es el peor enemigo del músico.

-¿Sigue trabajando con niños?

-Por supuesto. Cada año ofrezco un buen número de conciertos didácticos. Frente a los niños es como mejor he aprendido a tocar en un escenario. Son muy sinceros, sólo tienes que mirarles a la cara y sabes si les has gustado o no. No pienso prescindir de ellos.

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