El guitarrista que se fue

El Palacio de Deportes de Huelva acogió el sábado pasado un brillante homenaje al guitarrista Niño Miguel en el que intervinieron, entre otros, Mercé y Tomatito

Niño Miguel, a la derecha, en una actuación junto a Antonio Vega en los años 70.
Niño Miguel, a la derecha, en una actuación junto a Antonio Vega en los años 70.

11 de noviembre 2009 - 05:00

El sábado pasado, en el Palacio de los Deportes de Huelva, se celebró una gala benéfica en honor del Niño Miguel. La nómina artística da buena cuenta de la calidad del tocaor, a pesar de ser hoy un desconocido para el gran público. Hablamos de El Pele, Carmen Linares, José Mercé, Estrella Morente y Pepe de Lucía al cante. Manolo Sanlúcar, Pepe Habichuela, Tomatito, Juan Carlos Romero, José Luis Rodríguez y Miguel Ángel Cortés al toque. Y el baile de Eva Yerbabuena.

El motivo de esta gala benéfica, que nos retrotrae a otros tiempos, no fue otro que los problemas de salud que el guitarrista arrastra desde que era una de las más destacadas jóvenes promesas del toque, allá por los años 70, haciendo sombra, por así decir, a monstruos de la talla de Paco de Lucía.

El Niño Miguel llegó y se marchó, dejando tras de sí la estela de un mito, uno más de los muchos que ha dado este arte. En 2005 tuvo un raro reverdecimiento artístico que nadie esperaba. Tocó unos fandangos de su tierra en un disco colectivo. Y, lo que es más relevante, se volvió a subir como profesional a un escenario, en este caso el de la Sala Joaquín Turina de Sevilla. Los que tuvimos la suerte de contemplarlo, de sentirlo, y que por edad no lo vimos en su etapa dorada, nunca olvidaremos esa noche. El guitarrista, negro, transido, doblado sobre una guitarra prestada, desgranó una falseta tras otra. Una hora solo en escena. Y se fue del escenario, tal vez para siempre.

Un tocaor al que le tocó vivir una historia de película, de novela. Hijo de Miguel el Tomate, el Niño Miguel, aunque nacido en Huelva, es de procedencia almeriense y de hecho es tío de Tomatito y del Niño Josele. Norberto Torres (que tanto me ha ayudado a disfrutar de la guitarra flamenca, a distancia) nos relata cómo El Tomate se marchó de Almería, "huyó del barrio con su amante, abandonando a su mujer y a sus hijos". De la unión de la nueva pareja, ya en tierras onubenses, nació el protagonista de nuestra historia. La leyenda continúa con los primeros balbuceos a la guitarra del Niño Miguel con su padre, a la busca de trabajo en tabernas y calles de Huelva.

Un día, repentinamente, le llega la fama: a raíz de su triunfo en el concurso de guitarra de la peña Los Cernícalos, el Niño Miguel graba (1975 y 1976) un par de discos para Philips, que forman parte de la historia de este arte desde su primera edición. Ese fue el principio de algo grande. Y el final. Pronto sus desequilibrios le llevan a intervenciones desafortunadas que poco a poco lo van alejando de los escenarios. Con todo, la huella de su toque está presente en guitarristas actuales tan distintos como Rafael Riqueni, Paco de Lucía, Raimundo y Rafael Amador, Javier Conde o los mencionados sobrinos del guitarrista.

Una guitarra, la del Niño Miguel, que es al mismo tiempo descarada e íntima, pudorosa desde el punto de vista técnico y valiente en la expresión.

Un estilo rudo y fresco, natural. Niño Miguel toca con la falta de prejuicios propia de los inventores de la guitarra flamenca. La melodía, casi desnuda, en el bordón. Un toque pleno de ritmo. Porque es el ritmo el elemento característico de este tocaor gitano. La música, las falsetas, emanan de sus manos con toda la naturalidad, como el agua de la fuente. Una sucesión ininterrumpida de líricas falsetas directas, claras en su concepto y en su emotiva interpretación. Plenitud de ligados y bordón. Un paisaje de un alma bella y aturullada en el que el ritmo está siempre presente e irrumpe como un desconocido. Pletórico y lleno de prisa, desbordante. No cabe más emoción en menos compases. Niño Miguel opta siempre por el mayor número de notas.

El homenaje del pasado sábado fue un emocionado recuerdo del guitarrista que el Niño Miguel fue, y también del que pudo ser. Y fue, asimismo, una oportunidad, en la que todavía, los más rezagados, podemos colaborar (hay abierta todavía una cuenta para la fila cero en Caja Rural del Sur) para que el tocaor mejore su calidad de vida, seriamente puesta en cuestión por su enfermedad, ya que se benefició de la taquilla al completo.

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