Los Machado. Retrato de familia | Exposición
Los Machado y el flamenco
Ambición, sacrificio y ganas de comerse el mundo son tres cualidades que se consideran buenas cuando se quiere llegar a algo o conseguir un sueño. En cuanto se abre el telón, se demuestra que no es el caso. Ambición desmedida, sacrificio de todo y las ganas de comerse el mundo cueste lo que cueste desbocan en una obsesión enfermiza. Todo ello en una sola persona: Rose, la protagonista del musical Gypsy. Busca a toda costa alcanzar el éxito en el mundo del vaudeville con sus hijas, June y Louise. Mientras que la primera promete conseguir ser una estrella, la segunda, desde el primer momento, pasa a un segundo plano. Ayer tuvo lugar el pase previo, con público, al estreno de hoy. La fecha tan marcada en el calendario. La cuenta atrás ha llegado a su fin en el Teatro del Soho Caixabank.
La familia emprende un viaje desde que las hijas son pequeñas. Recorren mundo para dedicarse a ser artistas de renombre. Actúan con el mismo número musical durante años. El personaje de Rose, interpretado por Marta Ribera, está cegada por su ambición y obsesión de convertir a sus hijas en estrellas. Esta obsesión enfermiza es más por su sueño que por el de ellas, hecho que se refleja desde el primer momento. Con el número de Hay gente que..., la madre deja claro que está dispuesta a todo con tal de conseguir llegar a lo más alto. Ambientada a finales de los años 20, la obra muestra cómo una y otra vez las hijas y su grupo hacen el mismo número, hasta ocho años depsués.
Una de las claves de que esta adaptación sea especial es el diseño de lo que se proyecta sobre los telones, obra del malagueño José Luis Puche, que sitúa al espectador y lo introduce en los Estados Unidos de la época. Así, los asistentes viajaron con los personajes a distintas ciudades, como si también se hubieran ido de gira con June, Louise, Rose y Herbie. En esta etapa cobra fuerza la hija menor, June, que sobresale del resto. Viajando a lugares para poder actuar, la obra muestra cómo viven en la pobreza, llegando a compartir cuatro "niños" -porque ya han crecido- una misma cama individual.
Uno de los momentos más icónicos de este musical es con el número de Broadway, que hace viajar al asistente a Estados Unidos y su cultura de teatro musical, tanto por vestimenta como por música y coreografía. Agotada por la insistencia de su madre, June -Laia Prats la encarna- decide abandonar el show y se da a la fuga. Desaparece. Eso provoca que los otros miembros del espectáculo también se vayan, quedando solo Rose, Herbie y Louise. En este punto, otra de las interpretaciones clave: Se abre un camino de rosas, uno de los momentos más emblemáticos, en el que Rose ve el camino a seguir con su hija menor y, en un intento fallido de optimismo, muestra el desespero por convertirla en una estrella, obligándola a ser artista aunque no quiera.
Louise, interpretada por Lydia Fairén, se ve arrastrada por el deseo de Rose en el comienzo del segundo acto. La inseguridad y timidez reflejadas durante todo el primer acto -más de hora y media-, dan paso al nacimiento de una estrella. Cuando Rose y Herbie firman un acuerdo para actuar en un escenario de burlesque, Louise conoce a una stripper que cambia su manera de ver el mundo. Esta es una de las escenas más cómicas, que viene de la mano de Tessie Tura, Mazeppa y Electra -Carmen Conesa, Marta Valverde y Lorena Calero, respectivamente-, tres strippers extravagantes. El público se rio con fuerza al escuchar el vocabulario estos tres personajes, su personalidad y su número musical.
Contra todo pronóstico, Louise encuentra su propio camino, alejada del vaudeville. Se convierte en la reina del burlesque y pasa a ser conocida mundialmente como la stripper Gypsy Rose Lee. Esta metamorfosis se refleja tanto en la interpretación como en la música del espectáculo y la obra muestra diferentes actuaciones de una Gypsy Rose Lee dueña de su vida y deseo de muchos, con números más adultos, maduros, extravagantes y, cómo no, sugerentes. Además, se interactuó con los asistentes con intervenciones personalizadas, hecho que arrancó las risas de todo el teatro. Este viaje por la fama de la stripper termina con Voy a entreteneros, vestidos de cuero y con mucha seducción, que simboliza el paso de una niña inocente manejada por su madre a una mujer segura de sí misma que se adueña del escenario.
Gypsy es un claro ejemplo del poder del teatro musical para contar historias complejas y que causen todo tipo de emociones. A través de personajes multidimensionales como Rose y Louise, la obra invita a reflexionar sobre las dinámicas familiares, las aspiraciones personales y el coste del éxito. La adaptación dirigida por Antonio Banderas ha sabido sacarle partido y llevárselo a su terreno sin perder la esencia de la obra original: jerga que se usa en español, humor español, situaciones norteamericanas, vestuario de la época estadounidense tan icónica y una orquesta detrás que da más que la nota durante las dos horas y cuarenta minutos -con 20 de descanso- que dura la representación.
En cuanto a la escenografía, los telones se tiñen de distintos colores, según dónde transcurra la escena, o se proyectan imágenes que representen la localización, como carteles de neón, edificios o ventanas. Con respecto al vestuario, cada personaje está bien definido y la ropa que porta refleja muy bien la pobreza en la que viven o el glamour con el que acaba Gypsy Rose Lee. El decorado va cambiando con velocidad: desde una habitación con camas hasta un camerino con espejos. Muchos momentos, ayudados con el escenario giratorio, al que sacan partido tanto a nivel de decoración como de actuación. No se pueden dar más detalles de uno de los grandes musicales de la historia, porque vale la pena dejarse sorprender y emocionar... Y entretenerse.
También te puede interesar
Los Machado. Retrato de familia | Exposición
Los Machado y el flamenco
Los sueños heroicos | Crítica
Una vida a escala humana