El ingenuo libertario
Un siglo antes de que Larra escribiera sus Cartas batuecas, Charles-Luis de Secondat, barón de Montesquieu, señor de la Brède, etcétera, escribía estas maravillosas epístolas, a la moda oriental del XVIII, cuyo fin era la ilustración de las clases ilustradas, así como un discreto socavamiento del Antiguo Régimen. De ahí extraerá Cadalso el melancólico numen de sus Cartas marruecas. De ahí vendrán no sólo una nueva forma de criticar el orden imperante, la vieja nervadura del derecho divino; también un modo de contemplar lo propio, la inesperada circunferencia del hombre libre, en el brumoso espejo de lo extraño.
En cualquier caso, esta inocente argucia del barón de Montesquieu, no tendría lugar sin la primera traducción de las Mil y una noches, muy celebrada entonces. De igual modo, sin la incipiente ordenación de la Historia, sin la constante circunvalación del globo, sin la curiosidad arqueológica de Carlos III e Isabel de Farnesio, cuyas excavaciones en Sicilia son determinantes, no tendríamos el panorama exacto donde se hace posible esta estupenda fantasmagoría. Y digo fantasmagoría por dos motivos. En primer lugar, las Cartas persas recogen la fascinación por lo extraño, por lo lejano y misterioso que ya penetra el siglo y culminará en el XIX. Segundo, a través de este divertido pastiche (véanse las cartas que el protagonista, Usbek, dirige a las mujeres de su nutrido harén), lo que se expone es un nuevo concepto de humanidad, y en suma, el germen de la ciudadanía. Setenta años más tarde, la Revolución francesa escribiría con sangre este ideal ilustrado. Pero antes fue el saber, la razón, el desmesurado afán por ordenar el mundo, quienes traerían cuantos derechos y deberes adoran hoy nuestra ignorancia. Así, el errabundo Usbek, persa entre infieles, se torna en portador de una noticia insólita. De las ciudades alcoránicas llega un discurso libertario. En un sentido inverso, Montesquieu viajó "a las naciones de lo pasado y a los pueblos de lo pretérito", como dice Sherezade en la última jornada de Las Mil y una noches, para traer una impensada Lámpara maravillosa: las Luces de la Ilustración, el hombre como cifra y como cima del cosmos.
Montesquieu. Traducción del Abate Marchena. Editorial Tecnos. Barcelona, 2 009. 272 páginas. 15 euros.
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