Joaquín Sabina recorre la Calle Melancolía con Málaga en un "adiós" que lo niega todo
"Algunas de mis primeras canciones están escritas y cantadas en Málaga", dijo el artista de Úbeda
Joaquín Sabina se despide de Málaga con dos conciertos este viernes y domingo, 9 y 11 de mayo

Málaga/Joaquín Sabina pisa el escenario del Carpena por última vez y con todas las entradas vendidas desde hace meses. Ahora que la despedida tiene nombre y fecha, Málaga es la primera parada en la Península del último viaje de este cantante también llamado "poeta". La noche del 9 de mayo, la primera de las dos últimas citas –la siguiente es el domingo 11– no hubo hueco para la tristeza de un adiós. Casi dos horas de música llena de aplausos, ovaciones de pie y una despedida con sabor a un "hasta luego" más que un "hasta siempre".
Lágrimas de mármol abrió la velada casi con puntualidad bajo el asombro de los allí presentes. Nervios, emoción y muchas ganas de vivir una noche única. Vestido de negro y azul oscuro, con su famoso bombín blanco, su seña de identidad –que muchos también lucían para la ocasión–. Saludó al público con la gracia y cercanía que siempre le han seguido: “Buenas noches, Málaga, buenas noches, Andalucía, este es nuestro primer concierto de esta última gira en la Península y si nos veis con cara de alegría es porque empezamos en Málaga".
"Algunas de mis primeras canciones están escritas y cantadas en Málaga, es un gustazo estar en Málaga", continuó. El estadio rugió. No era un concierto más, era un brindis con los que alguna vez lo siguieron por el boulevard de los sueños rotos. También habló sobre los amigos que había hecho en sus inicios en Pedregalejo, como Antonio Banderas, que "todavía no era la estrella que es ahora". Y adelantó que iba a contar varias anécdotas más a lo largo del concierto.
Siguió con Lo niego todo, su propio manifiesto de descreimiento: negó ser leyenda, negó ser sabio, negó ser quien esperaban. Pero ahí estaba, haciendo frente los fantasmas que lo han acompañado durante cinco décadas. Mentiras piadosas sonó con una cadencia nueva, como si esas mentiras ya no hicieran falta. El público la coreó con esa lealtad de quien conoce cada palabra de memoria y aun así se estremece.
Ahora que..., un poema que dolía por lo que decía y por lo que callaba. La escenografía —sutil, mostrando pinturas contemporáneas— no distraía: todo lo importante estaba en la voz ronca y rasgada que resonaba en todo el recinto y en los ojos del público, que no parpadeaban por miedo a perderse un mínimo detalle. El de Úbeda quiso saludar a Vanesa Martín y la elogió. El repaso por su discografía continuó con Calle Melancolía, dedicada a la cantante malagueña, que no sonó con nostalgia, sino más viva que nunca.
Con 19 días y 500 noches y guitarra en mano, la ovación fue inmediata. El estribillo lo cantó Málaga entera, como si la ciudad al completo hubiera sido aquella amante de despedida tormentosa. Después llegó Quién me ha robado el mes de abril, y el Carpena se volvió un suspiro colectivo, coreando la frase que da título a pleno pulmón. La nostalgia era palpable en el ambiente. "Solo hay una cosa mejor que cantar en Málaga y es cantar con los malagueños y las malagueñas", comentó. El cantante de 76 años siguió con el concierto, sentado sobre una silla negra desde el comienzo.
En Más de cien mentiras hubo risas y saltos. Tema que aprovechó para presentar a su "segunda familia", a su banda. Al acabar, se fue del escenario en una breve pausa, en la que Mara Barros, miembro de su banda, interpretó Camas vacías. El contraste. Todos querían escuchar con atención. Al acabar la actuación, el público le respondió con un aplauso espontáneo.
En Pacto entre caballeros los asistentes se pusieron en pie a ritmo de rock & roll con esta historia de bares y madrugadas. En pie, saltando, aplaudiendo, riendo, gritando. Después reapareció el de Úbeda con cambio de vestuario y con un fuerte recibimiento. A esas alturas del concierto, Sabina ya no cantaba solo: lo hacía con un coro de miles de fanáticos que entendían que este espectáculo no era una función más, sino una despedida honesta, de esas que se quieren alargar.
Donde habita el olvido fue un momento de recogimiento, en contraste con el tema anterior. Joaquín Sabina, acompañado con su guitarra, parecía casi recitar la letra de la canción con mimo. Peces de ciudad devolvió a los allí presentes a su Madrid canalla en una Málaga entregada hasta la última nota. Una canción para la Magdalena la compartió con Mara Barros, ambos sentados alrededor de una pequeña mesa de bar en uno de los momentos más íntimos del concierto.
Por el boulevard de los sueños rotos fue, sin duda, uno de los temas más coreados. Como si todos los asistentes tuvieran su propia Chavela, su propio tequila, su propio corazón hecho pedazos. Todos en pie disfrutando de uno de los grandes éxitos de Sabina. Le siguieron Y sin embargo, Noches de boda y el himno intergeneracional Y nos dieron las diez, en la que el Palacio de los Deportes se dejó la voz. Todas ellas encadenadas con un sentido emocional digno de un poeta con tanto recorrido como Joaquín Sabina.
El final se acercaba, aunque nadie quisiera asumirlo. Sabina y su banda salieron del escenario, momento en el que el Carpena aplaudió con fuerza a grito de "¡Otra, otra!". No se hicieron de rogar. La canción más hermosa del mundo sonó como una despedida disfrazada. Luego Tan joven y tan viejo trajo una ovación que duró varios minutos. Un homenaje a toda una vida sobre los escenarios. Sabina, emocionado, solo alcanzó a decir: "Ha sido una noche que no olvidaremos, con suerte, pasado mañana repetimos aquí".
Contigo y Princesa fueron las encargadas de despedir esta cita. Y entonces, la gira Hola y adiós cobró sentido. No hubo espacio para llantos y lamentaciones. El público se rindió ante el de Úbeda con un gesto de gratitud y una promesa infinita: que mientras existan canciones como estas, Sabina no se irá del todo. Málaga lo supo y allí firmo el pacto. Por eso aplaudió tanto. Aunque no vuelva a los escenarios, su música seguirá sonando.
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