SOLEá MORENTE. cantante

"La labor del artista no es hacer música para la minoría"

  • La voz madrileña presenta esta noche en el Festival Ojeando su primer disco, un "experimento" donde transgrede los límites del flamenco

"Lo más difícil del mundo / se estudia y se aprende bien", cantaba Enrique Morente en uno de sus sobrecogedores fandangos. Su hija mediana, Soleá Morente (Madrid, 1985), se tiene bien aprendida la lección heredada de su padre, quien un día transgrediera con Omega las líneas inquebrantables del flamenco tradicional a golpe de guitarra eléctrica y también de quejío. La cantante presentará esta noche en el Festival Ojeando Tendrá que haber un camino, su primer trabajo, donde aúna tradición flamenca y estructuras musicales propias del pop, la psicodelia, la electrónica e incluso el country. "Ha ocurrido de forma natural. Me he ido guiando por ellos (Lagartija Nick, Los Planetas, Los Evangelistas o La Bien Querida) y por mi genética flamenca. Al final vas haciéndote al compás que te hace la vida", zanja en tono dulce al otro lado del teléfono. Su compás está fuertemente unido a su nombre.

-Antes de grabar su primer disco, su padre (el cantaor Enrique Morente) le puso una única condición: hacer una carrera. ¿Cómo fue el camino hasta hoy?

-Mientras estudiaba Filología Hispánica cantaba con mi hermana Estrella. También recibí clases de piano y de guitarra. Cuando me saqué la titulación empecé a trabajar con mi padre en el primer disco, pero no pudo ser. Falleció. Recapitulé mi carrera artística con los Evangelistas y empecé a girar con ellos. La vida me dio una oportunidad con Los Evangelistas y gracias a ellos empecé a escuchar a grupos nuevos como Stereolab, Cocteau Twins o The Feelies. Para mí fue una lluvia de influencias. Cada integrante de Lagartija Nick o Los Planetas -algunos de ellos también en Los Evangelistas-, bandas cruciales en mi carrera, se decantan por vertientes de la música popular bastante diferentes.

-Igual pasa en su trabajo, donde se funde el flamenco con el pop psicodélico o el electropop. ¿Por qué cree que ocurre?

-No lo sé. Durante un año he estado grabando, ya fuera en mi casa del Albaicín, en el estudio de mi padre, o en el estudio de Los Planetas. Ha ocurrido de forma natural. Me he ido guiando por ellos y por mi genética flamenca. Al final vas haciéndote al compás que te hace la vida.

-¿No tiene miedo a que los puristas flamencos no vean con buenos ojos su trabajo, al igual que ocurrió cuando su padre publicó el disco Omega?

-No reparo en ello. Mi padre nos ha facilitado las cosas a las personas que venimos detrás y queremos fusionar el flamenco con otros géneros musicales. Eso es lo realmente importante.

-¿Cómo tienen que tratar los músicos la tradición?

-Con amor y respeto. Si no respetamos la tradición estamos perdidos. Tenemos que conocer la raíz para saber a dónde ir. Si no, no se puede innovar.

-En su trabajo cuenta con Ana Fernández-Villaverde, más conocida como La Bien Querida. ¿Qué ha aportado al proyecto?

-La conozco desde hace tiempo. Hará como hace cinco años. Tiene una sensibilidad maravillosa y eso se ve reflejado en las letras que ha compuesto junto a David Rodríguez. También me gusta mucho conceptualmente. Para ella en la música menos es más. Ella es capaz de emocionarme con una frase cotidiana.

-¿Se refiere a una frase que podría decir hasta su vecino?

-Sí. Eso es justo lo que me llama la atención de sus letras.

-¿Lo cotidiano también puede emocionar?

-Claro, no somos grandes virtuosos. La técnica es muy importante. Cuanto mejor se toque o mejor se cante, más gustará, pero a veces es necesario un poco más de emoción. Es mejor cuando se une la técnica y la sensibilidad. A mí me interesa hacer música, aunque no sea una soprano con unas facultades tremendas. Hay que poner el arte a disposición del ciudadano de a pie, bajar del olimpo. Convertirlo en algo más cotidiano. La labor del artista no es hacer música para una minoría, es elaborarla de una manera que la pueda entender todo el mundo. Traducir la tradición, como diría mi padre. Mi familia y yo llevamos como 15 o 20 años pensando en crear una fundación que se encargue de difundir la música arraigada en la tradición, como la que hacía mi padre.

-Recientemente, la familia de Carlos Cano ha organizado un concierto homenaje a la figura del cantante granadino 15 años después de su muerte. De hecho, en Málaga se hará otro homenaje en agosto. ¿Con qué tiene eso que ver, con rememorar el legado de un gran artista o con los beneficios económicos?

-La familia de Carlos tiene la necesidad de recordar a su padre, a su marido. Lo entiendo y me siento identificada porque yo también siento esa necesidad de honrar el legado de mi padre, una de las personas más importantes de mi vida. Todo lo que se haga es poco. Cano ha aportado mucho a la música. Yo participé en el homenaje de Granada. Cuando pierdes a tu padre es necesaria reivindicarlo, cantarle. También lo harán con el legado del guitarrista Juan Habichuela, que murió hace unos días.

-Hablando de familia, ¿qué ha heredado de su madre y de su padre, ambos artistas?

-Me parezco mucho físicamente a mi madre... En realidad me encantaría haber heredado todo de los dos. Ambos son únicos, pero juntos hacían un equipazo de diez. Un cóctel molotov. De mi padre no sé qué decir, pero me quedo con una frase: "La mejor manera de batallar y afrontar la vida es no tirar la toalla, trabajar día a día".

-¿Nunca se le ha pasado por la cabeza expresiones como: "Maldita la hora que nací Morente"? Es hija de Enrique Morente y hermana de Estrella Morente.

-Nunca se me ha pasado por la cabeza. Le debo todo a mi apellido. Cuando una se plantea dedicarse a esto el apellido impone muchísimo respeto, pero respeto del bueno.

-¿Cuándo decide seriamente dedicarse a la música?

-Ese tipo de decisiones tan importantes no se toman de un día para otro. Cuando te quieras dar cuenta ya te ha atrapado el duende, la magia de esto. Terminé la carrera y empecé a darle vueltas. Cuando me marché de gira con Los Evangelistas y fui cogiendo tablas entendí que no quería dedicarme a otra cosa que no fuera estar encima de un escenario.

-¿Hace unos años se hubiera creído todo esto que le está pasando: sacar disco, irse de gira?

-Hace ochos años no sabía por que camino iba a tirar. Ahora me voy encontrando con cosas que me gustan, me voy conociendo más a mí misma. Tendrá que haber un camino es un trabajo de investigación, un experimento, una búsqueda de mi yo artístico.

-En ese yo encajan algunos versos de Federico García Lorca o Antonio Machado. ¿Hay algún poeta o alguna poetisa que le gustaría adaptar?

-¿Por qué no algún cómic? Quiero decir ponerle música a un cómic o incluso a un micropoema. Me encantaría trabajar con Ajo micropoetisa (María José Martín de la Hoz). El arte no tiene fronteras. Podría coger una viñeta del cómic Maus, que me lo leí hace poco, y convertirlo en canción. Si tengo que elegir un poeta me quedo con Borges.

-¿Además de dar conciertos este verano, tiene en mente volver a hacer teatro?

-El lunes me voy a Madrid porque empiezo los ensayos de una tragicomedia griega con mi hermana Estrella como protagonista donde participo. La obra se estrena en el Teatro Romano de Mérida en agosto. Es un gran reto profesional. La interpretación es una profesión al que se le debe poner mucho corazón. Aunque creo, personalmente, que en todas los oficios se debe hacer con amor. Leí hace poco en un libro de James Rhodes, un pianista inglés que me encanta, una cita increíble: "La arquitectura es música congelada".

-Música, teatro... ¿Qué hace Soleá en su día a día cuando acaba un directo?

-Tengo una vida normal. Me gusta leer, tocar la guitarra, bailar. De hecho, me gustaría empezar algún curso de baile. Me quiero apuntar a inglés, siempre a cuestas, a partir de septiembre. Después del concierto procuro irme de cervezas con mis compañeros.

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