Otro ladrillo en el muro: confesiones en la gran pantalla

Llega hoy a los cines 'Roger Waters. The wall', la película sobre la última gira del fundador de Pink Floyd

Roger Waters, durante un concierto de la gira en la que revisó 'The wall'.
Roger Waters, durante un concierto de la gira en la que revisó 'The wall'.
J. Herrero (Efe) · R. C. Madrid

29 de septiembre 2015 - 05:00

Después de más de 35 años de existencia, Roger Waters piensa que aún hay mucho que decir en torno al mítico disco The wall, al menos mientras su "historia siga vigente", razón por la que, además del documental que estrena mañana en cines (en Málaga podrá verse en los cines Yelmo de Vialia, Plaza Mayor y Rincón de la Victoria, en un único pase a las 20:00 para un metraje de casi 180 minutos) con el título Roger Waters. The Wall, trabaja en un proyecto para convertirlo en musical para teatros. "Es un boceto bastante certero de lo que está sucediendo ahora y de qué debe hacerse en el futuro para despojar a los poderosos que rigen el mundo del poder, el cual ostentan a costa del resto de nosotros. Esa historia seguirá vigente mientras eso no se resuelva", dijo el que fuera miembro fundador de Pink Floyd. ¿Y nunca se ha cansado de volver una y otra vez sobre este proyecto? "No", dice de forma rotunda.

Waters codirige junto a Sean Evans esta película con escenas grabadas entre 2010 y 2013 en ciudades como Buenos Aires, durante la última vez que llevó de gira por todo el mundo el coloso musical de The wall, y las alterna con momentos muy íntimos en los que salen a la luz las personales emociones que le sirvieron de germen. "Durante una parte de mi vida me sentí muy solo. Escribir The wall fue una forma de expresar esos sentimientos que, gracias al tour, se convirtieron en la metáfora de algo más general", explica.

Es de sobra conocido que el álbum nació de la frustración que sintió con el público de un concierto de Pink Floyd y que le llevó incluso a escupir sobre ellos. "Probablemente, me arrepentí de aquello al día siguiente de que sucediera", admite. La evolución de su relación con la audiencia es "notable", según admite. "Cada vez me he sentido más cómodo en la compañía del público", dice sobre una gira que, en su último periplo internacional, reunió a más de 4 millones de personas. "Ese show en concreto ya está terminado, no volveré a salir de gira con él", asegura, antes de subrayar que "conllevaba un enorme riesgo, pero también una inmensa recompensa, porque era un trabajo muy interesante y porque el beneficio se podía invertir en otros proyectos".

El filme recoge la visita de Waters a la tumba de su abuelo, fallecido en combate en 1916 en el norte de Francia, y rinde tributo también así a su padre, muerto en Italia en 1943 durante la II Guerra Mundial. Su cuerpo nunca fue hallado. Uno de los momentos más emotivos del metraje llega cuando la cámara capta las lágrimas de este hombre de 72 años al leer por segunda vez en su vida la carta que el comandante de la compañía de su padre le envió a su madre para que no le cupiera duda de que su marido había muerto. ¿No se sintió desnudo al mostrar un momento tan íntimo? "No, esa era la clave. No se puede ser artista sin mostrar algo de ti mismo", asevera.

Waters destaca la importancia de sus padres en su visión del mundo. De ellos heredó su compromiso político, "el sentido de la justicia y de qué es lo correcto y qué no, de creer en la cooperación y en compartir los recuerdos entre todos", señala. "Por eso creo que es nuestro deber acoger a todos esos refugiados que huyen de la guerra en Oriente Medio y en Africa", destaca, y que "hay que reparar el daño que se hizo a toda esa gente a la que se robó en el pasado". Waters lamenta las imágenes de alambradas en Hungría para frenar la llegada de sirios y carga contra la construcción de un muro entre EEUU y México. Ahora, Waters trabaja en sus memorias y en un nuevo álbum, el primero en solitario desde 1992. La suya es, todavía, una historia por hacer.

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