Cultura

Las lecciones del maestro Otero

  • El investigador Ortiz Nuevo firma con 'Coraje' una biografía del maestro Otero basada en noticias de la prensa de la época, editada por la Bienal de Flamenco de Sevilla y Libros con Duende

De las noticias del maestro Otero en el planeta del baile, que ordena e interpreta José Luis Ortiz Nuevo, podemos deducir en primer término que lo bolero y lo flamenco eran a las alturas de finales del siglo XIX una misma cosa. Como lo fueron a mediados del siglo XIX. Y como lo siguieron siendo hasta bien entrado el siglo XX, como evidencia que los cronistas usen indistintamente ambos términos, según observamos, también, en esta obra. El cambio estético que se da a mediados del siglo XIX en España del majismo al gitanismo, y que se refleja también en las artes escénicas europeas como evidencian El trovador y La Traviata de Verdi, la Carmen de Bizet o el Barón gitano de Strauss, significa que los bailes boleros, quintaesencia del majismo, pasan a ser bailes flamencos, quintaesencia del gitanismo. Con la presencia de no pocos intérpretes y familias gitanos como el propio Luis Alonso, de hecho hermano del mítico El Planeta, considerado por algunos el primer cantaor flamenco de la historia, y tío de Francisco Quintana. El cantaor Francisco Quintana, que le cantó en varias ocasiones a su tío Luis Alonso, es, hoy, el primer intérprete de cante y baile al que aparece asociada la palabra flamenco, como leemos en una noticia de 1847 que sacó del anonimato el investigador Faustino Nuñez en su blog El afinador de noticias.

Luis Alonso es el maestro de Otero, junto a La Campanera. Y el repertorio de Otero es un ejemplo de un arte mestizo llamado flamenco, que antes se llamó bolero: lo andaluz, lo castellano, lo manchego, lo gitano, lo negro. Un género que hace las delicias de los aficionados al teatro de toda Europa, con Dolores Serrall y Mariano Camprubí primero, y que se continúa, según deducimos de la lectura de este libro, con otros intérpretes como La Cuenca, La Trini, etcétera. De hecho, en algunas de las noticias que Ortiz Nuevo incluye en esta obra, se afirma que este género de bailes es de exclusivo goce de los extranjeros residentes o de paso por la ciudad de Sevilla (franceses, ingleses, suecos, moros y hasta japoneses), en tanto los nativos se muestran en buena medida indiferentes o, incluso, violentamente contrarios, como es el caso de aquel que irrumpió con un garrote en el café cantante y se puso a dar palos a diestro y siniestro, clamando contra lo flamenco. No sólo vemos una obvia continuidad entre lo bolero y lo flamenco, sino la habitual promiscuidad de estilos, ya que los guitarristas comparten escena con bandurrias, orfeones, sextetos, pianistas (tocando por bulerías en ¡1912!), "orquestas de cuerdas finas" y sinfónicas, y los bailes andaluces y flamencos alternan con la jota, las manchegas, el foxtrot, la polka, el baile inglés, el tango argentino, la machicha brasileña y los sones de Albéniz, Falla y Turina. Otero comparte escena y fiesta con La Macarrona, La Serrana, La Coquinera, Habichuela el Viejo, el Niño de las Marianas, Medina, la Niña de los Peines, Emilia Benito, La Argentina (de la que fue maestro, por cierto), Realito, Amalia Molina, Manuel Vallejo, Pericet, Manuel Centeno, Niño de Huelva, Manuel Torre, etcétera. Digamos, no obstante, que lo bolero, que a mediados del siglo XIX era sinónimo de flamenco, va a convertirse a finales del siglo XIX y principios del XX en una amable antigualla, en un cierto regusto retro de lo flamenco estrictamente contemporáneo.

Otra cosa que deducimos de Coraje y que se sitúa en la línea de otras noticias anteriores, es que el baile flamenco de la segunda mitad del siglo XIX, y hasta después de la Guerra Civil, es en buena medida puramente instrumental y que el canto, en ocasiones, es ejecutado por los propios bailaores. Es decir, no había apenas cantaores profesionales del baile. Ortiz Nuevo afirma que Otero, como director de bailes, fue el creador de esa marca jonda llamada Cuadro, llegando a capitanear un grupo de hasta 26 bailaoras.

De lo transcrito en esta obra de las gacetillas, noticias y crónicas de la época, deducimos también, es decir corroboramos, la intimidad del flamenco, no sólo con los toros, sino con otras formas de divertimento de masas, en este caso ligadas a las nuevas tecnologías, como el fonógrafo y el cinematógrafo. Otero y su cuadro fueron filmados en varias ocasiones, la primera de ellas en París en 1900, en la que se consideró durante años la primera huella de lo jondo en el cine. Hasta que llegó Carmencita bailando en 1894 para el Quinetoscopio de Tomas Edison. De la intervención de Otero en el montaje de Carmen, la ópera de Bizet, en el Teatro Real de Estocolmo, en 1922, nos resulta la curiosa noticia de que en dicha fecha había un tal Martínez en Berlín que se ganaba la vida como constructor de castañuelas. Curiosa también resulta, a priori, la muerte violenta de la célebre bailarina andaluza, discípula de Otero, María Montero "en su casa de Nueva York", donde tenía montada famosa academia de bailes españoles, en el 1928, que reproduce también este libro. Las dos noticias dan fe de la universalidad de lo jondo desde sus mismos orígenes y a lo largo de todo su discurrir.

Otero fue bailaor, maestro de bailes, y lotero. Como bailaor conoció todos los fastos de Sevilla, incluida la Exposición del 29, y triunfó en los teatros de toda Europa. Como maestro, lo fue de discípulas famosas que recorrieron todo el mundo. Como lotero dio en varias ocasiones premios mayores a la ciudad y fue atracado al menos dos veces, la última de las cuales, en 1934, con 74 años cumplidos, acabó en desgracia, la muerte del bailaor.

José Luis Ortiz Nuevo (Archidona, 1948), elabora una completa biografía artística y personal del gran maestro sevillano, que tenía academia en la calle San Vicente, sirviéndose para ello exclusivamente de las noticias, gacetillas y entrevistas de la prensa sevillana dedicadas al bailaor. Incluso muchos años después de su muerte aparecen en la prensa sevillana noticias vinculadas a José Otero, maestro de bailes, la última de las cuales, hasta ahora, fecha José Luis Ortiz Nuevo en 1951. La obra cuenta con un coprotagonista en la figura de Manuel del Castillo Otero, sobrino del maestro Otero y heredero de su academia y su arte. El libro sigue un estricto orden cronológico y posee una abundante material gráfico y de notas. Esta es la segunda obra de José Luis Ortiz Nuevo publicada por la editorial Libros con Duende, especializada en la edición electrónica y que cuenta con libros monográficos sobre el garrotín, Vicente Escudero e Israel Galván, entre otros.

La Bienal de Flamenco, además de este libro biográfico sobre José Otero, ha publicado una reedición del Tratado de bailes, la mítica obra firmada por el maestro sevillano en 1912, fuente para los investigadores actuales de noticias en torno a los bailes flamencos y boleros del siglo XIX.

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