Cultura

El lenguaje del cuerpo

Con esto no me refiero a aquel ensayo de Flora Davis, La comunicación no verbal, donde se daba noticia del vario significado de la gestualidad en el hombre. Por contra, el título de estos párrafos hace referencia a la profusa verbalización, a la inagotable originalidad del idioma para designar el sexo y cuanto se vincula a tan conspicua actividad humana. A esta inagotable tarea, a su ordenación y escrutinio, van dedicadas las numerosas páginas del Diccionario del sexo y el erotismo de Félix Rodríguez González, asunto éste que ya había intentado Cela en su pionero y algo monótono Diccionario secreto de 1968.

El indudable mérito de este volumen, aparte el fatigoso trabajo recopilatorio y de campo, es el de ofrecernos una inusual perspectiva de la sexualidad moderna. Cada época tiene un modo distinto de concepetuar el sexo, y si el XVI utilizó la metáfora del huerto y de la siembra para describir la cópula, el XIX utilizará el tópico del desfallecimiento y la caída para describir la tiranía, quizá insalubre, del instinto. Por otra parte, ni en la antítesis barroca de Quevedo ("enfermedad que crece si es curada"), ni en la jardinería galante del XVIII libertino, cabe imaginar la abundante terminología clínica que hoy predomina. Palabras como Erotofóbico o Puma (mujer madura que gusta de los jóvenes) muestran por un lado la intrusión de las ciencias en la intimidad sexual, más la profunda liberalización de las costumbres que se operó en el XX. Si a esto añadimos las nuevas tecnologías aplicadas al amor, así como las numerosas prácticas hoy en boga, nos encontramos con un fascinante retablo del amor y sus derivados a principios del XXI. No obstante, y a pesar de los celéricos cambios aquí recogidos, nunca faltan quienes quieren "dar un escopetazo", en vigoroso símil cinegético, y tampoco la vieja "alternatriz", de infausta y asendereada vida.

Félix Rodríguez González. Alianza Editorial, Madrid, 2011. 1.149 págs. 40 euros.

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