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Ya desde los primeros compases del siglo XX había que ser de otro planeta para vivir en Málaga (o, al cabo, en el resto de Andalucía), dedicarse al arte y pretender desvincularse de la influencia y la figura de Picasso. Y a ese magisterio está dedicada la exposición Picasso: orígenes e influencias en el arte malagueño y andaluz, que se inauguró ayer en la Sala Siglo de Unicaja (en la Plaza del Siglo) con medio de centenar de obras de artistas malagueños o afincados en Málaga en su mayoría que abarca cronológicamente desde finales del siglo XIX hasta los años 80 del pasado siglo. Denis Belgrano, Joaquín Peinado, Enrique Brinkmann, Eugenio Chicano, Francisco Peinado, Rafael Alberti, Verdugo Landi, Revello de Toro, y Dámaso Ruano son algunos de los artistas representados en este singular recorrido por la huella picassiana del arte más próximo, con predominio de la figuración aunque gozoso de una multiplicidad abundante de registros y lenguajes. Las obras pertenecen a la colección de la consultoría Modigliani y ya protagonizaron dos exposiciones previas en Cádiz y Almería, también con el apoyo de Unicaja, en las que sin embargo la nómina de creadores se adaptó en correspondencia con cada una de las provincias; en ambas ciudades, además, el registro de visitas superó las 4.000.
La propuesta da así cuenta del idilio sostenido entre Picasso y su ciudad natal, a pesar de la distancia, visto desde este lado. El comisario de la exposición, Gonzalo Gómez Hoyo, apuntó que la misma se distribuye en tres secciones fundamentales: una primera dedicada a pintores contemporáneos de José Ruiz Blasco, padre de Picasso, y a su vez maestros del genio incipiente, como José Denis Belgrano, Verdugo Landi, Blanco Merino, Enrique Florido y el almeriense Joaquín Martínez de la Vega, "que formó parte de la escuela malagueña, donde fue ampliamente conocido, y donde ofició el bautismo artístico de Picasso"; una segunda conformada por carteles, fotografías y libros (además de dibujos de invitados de honor como Rafael Alberti) y dedicada a coetáneos del propio Picasso, con especial atención a la figura del rondeño Joaquín Peinado como gran emblema de la Escuela Española de París, la fundación del Colectivo Palmo y la Peña Montmartre (posterior grupo Picasso) como ejes vertebradores de la actividad artística en Málaga durante aquellos años, la conformación de la llamada Generación del 50 (de la mano de Brinkmann, Chicano, Francisco Peinado, Ruano, Alberca y otros contemporáneos) y el histórico viaje que un grupo de artistas malagueños realizó en 1957 a la casa de Picasso en Mougins; la tercera sección de la exhibición, por último, presenta una representativa selección de obras de éstos y otros artistas, con piezas sobre papel (de Chicano, Brinkmann y Ruano, entre otros), pintura figurativa (con ejemplos como Revello de Toro y Puyet Padilla), algunas esculturas (con una reveladora presencia de Miguel Berrocal) y también con obras de artistas malagueños que alcanzaron su plenitud ya en los años 80, como Rodrigo Ross, Mabel Arjona y Antonio Merino.
A la sombra de Picasso, la muestra constituye una jugosa oportunidad para comprobar qué ha sido de eso llamado arte malagueño en el último siglo. Y, ante todo, la primera evidencia que salta a la vista es la ausencia de un sentido de escuela o unidad estética, incluso dentro de una misma etapa; por más que, por ejemplo, la Generación del 50 tendiera a agruparse (lo que constituía en aquellos años una respuesta lógica a la falta de libertades y a la dificultad de los artistas para mejorar y perseverar en sus diversas disciplinas), cada uno de sus miembros puso en marcha una maquinaria artística rabiosamente singular y propia; desde el costumbrismo de las marinas decimonónicas del XIX de Enrique Florido hasta el surrealismo y el arte pop que perduró de los 60 a los 80, los lenguajes reunidos son muchos. Y Picasso los habló todos.
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