Cultura

Para sus manos tumbagas

  • El estreno de 'La copla quebrada' en el Cervantes se convirtió ayer en un emotivo y aplaudido homenaje a Miguel de Molina

Feliz estreno nacional el celebrado ayer en el Teatro Cervantes de La copla quebrada, con un público que aplaudió en pie la propuesta y que ganó una importante carga simbólica como homenaje a Miguel de Molina. No pocas lágrimas se dejaron notar en las mismas butacas que el artista frecuentó en su infancia, el mismo que ayer, simbólicamente, recibió en su tierra los honores que no disfrutó en vida. El montaje, que transita terrenos propios de la comedia y la tragedia, encierra interesantes hallazgos, como el desdoblamiento de Miguel de Molina en dos intérpretes, la relación de vodevil que mantienen el cantante viejo y retirado con su criado (quizá la relación humana que mejor funciona en la obra) y, especialmente, la recreación coplera que presta en el escenario Ángel Ruiz. Pero vayamos por partes.

Miguel Palenzuela asume el difícil reto de encarnar al Miguel de Molina viejo, que espera su muerte aislado mientras alimenta los recuerdos en una carrera a favor y a la vez en contra del tiempo. El veterano tuvo ayer algunos problemas de dicción (es que estas eses malagueñas son muy complicadas, maestro), pero a cambio sostuvo una interpretación de admirable contención cuando lo más fácil y rápido era ganarse al público multiplicando lo histriónico. Su complicidad con Zorion Eguileor, que encarna a su mayordomo Anselmo, funciona siempre y confiere los diálogos más ágiles al montaje. Carlos Urrutia, que da vida al periodista, se resiste a dar la réplica con tanta soltura, si bien su papel aparece bastante menos definido en el texto y sus matices son muchos menos. El verdadero hallazgo, sin embargo, y el más rotundo, se encuentra en Ángel Ruiz, a quien ya habíamos adorado en Quesquispás y que redondea un Miguel de Molina joven con seriedad y oficio, sin salirse un milímetro de donde le corresponde y especialmente brillante a la hora de cantar: aquí se revela magnífico, conmovedor en Ojos verdes, libre en La bien pagá y humano hasta el tuétano en la final Agüita del querer. Rebeca Medina funciona como su bisagra ideal, y de hecho en su personaje Amelia recae la mayor responsabilidad a la hora de saltar de la comedia a la tragedia sin trucos y evitando el ridículo. Voz y postura, en ambos, con categoría de lección para el futuro.

¿De qué va La copla quebrada? Baste comentar que su argumento es la viva demostración de por qué NO se deben repatriar los restos de Miguel de Molina a Málaga. Prueben a cantar La bien pagá a España, como si fuera a una mujer: "Na te pido / na te debo / me voy de tu vera / olvídame ya". Se trata, en fin, de un homenaje digno para un centenario que aún merece más.

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