"El miedo a otras culturas viene sólo de la ignorancia"

En documentalista Ricardo Iscar retrata en 'Danza de los espíritus' la vida del camerunés Mba Owona · Se dedica a curar las enfermedades causadas por la brujería

Ricardo Iscar, ayer, en el Teatro Echegaray.
Nacho Sánchez / Málaga

24 de abril 2010 - 05:00

La vida de una familia en Camerún es más parecida a la nuestra de lo que uno pueda pensar. Pero también posee diferencias. Gracias al trabajo del antropólogo Lluís Mallart, el salmantino Ricardo Iscar ha retratado en Danza de los espíritus a la familia de Mba Owona Pierre, curandero de un pueblo africano y que ejerce de psicoterapeuta.

-¿Cómo es ser el psicoterapeuta de una aldea en la selva de África?

-Mba Owona es el curandero del pueblo. Hay que partir de la base de que todos tenemos enfermedades, las del cuerpo y las de espíritu; y lo que él cura tiene que ver con el espíritu. Hay que tener en cuenta que allí diferencian entre el mundo de día, el que se ve y se toca, del de la noche, que es otra cosa más oscura. Y es el más importante: si tú y yo nos vemos en esta entrevista, es porque ya nos hemos visto en el mundo de la noche. Él se dedica a curar las enfermedades de esa parte, de la noche, que proceden de la brujería.

-¿Qué enfermedades son?

-Cuando te rompes una pierna porque tropiezas, tú crees que es por casualidad. Pero él es consciente de que sí, de que tropezaste, pero, ¿por qué tú? Esa es la clave.

-¿Se puede creer en la brujería?

-Lo que hay que entender es el origen de las cosas. Analizar y reflexionar. Habría que apagar las luces de las ciudades, meterlas en el campo y entenderlo todo sería más fácil. A oscuras, en la noche, en la selva, hay muchos sonidos fantásticos. Es ahí donde se comprende el sentido del mundo de la noche y cómo la brujería identifica ciertos sonidos con ciertas cosas. Aquí las ciudades han arrinconado las enfermedades en un hospital, a la muerte en cementerios lejanos, el campo ha desaparecido... es distinto.

-Y la familia del curandero, ¿tampoco se parece a una europea?

-Este señor tiene una mujer, hijo e hija. Su personaje sorprende por lo fascinante de cómo él se pone en contacto con los espíritus, entra en trance y ayuda así a los enfermos. Pero luego tiene una vida cotidiana, como todos nosotros. Por ejemplo, cuando los niños llegan al poblado con una rana gigante, ves el punto exótico de esos países o poblados. Pero cuando ves la cara de asco de las mujeres al cocinarla, te das cuenta que es la misma cara que pondrían las mujeres en Europa y que no están tan acostumbradas.

-Pero también habrá diferencias.

-Lo que nos diferencia sirve para aprender, para enriquecerse socialmente. La belleza del hogar es igual en todos lados. Y en la película se habla de tolerancia: los problemas y el miedo a otras culturas vienen sólo de la ignorancia. Mi interés en este documental es que sirva para comunicar cómo cada pueblo busca una explicación a sus males. Lo que hago es intentar interpretar esa realidad y buscar también mis propias sensaciones hacia ese mundo.

-¿Se puede etiquetar entonces como cine etnográfico?

-Aquí en España esa etiqueta es demasiado concreta, arrincona mucho a la película. Parece que lo etnográfico es ir por África a ver esta gente en Camerún y que ya no hay más. Sin embargo, en la película nos acercamos a África de un modo diferente, a conocer otra cosa, a encontrarnos algo que no conocemos. Y estoy seguro de que si grabara esta película en Europa diríamos que lo que hago es cine social...

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