La minoría silenciosa de Halprin
La Última Mona
Cumplir años es una especie de "iluminación a punta de pistola", dice esta coreógrafa y bailarina de EEUU. Sabe de qué habla porque ya ha sobrepasado las nueve décadas de vida.
Cumplir años es una especie de "iluminación a punta de pistola", según Anna Halprin (Winnetka, Illinois, 1920). Esta coreógrafa y bailarina sabe de qué habla, puesto que ya ha sobrepasado las nueve décadas de vida; en 2015, precisamente, con motivo de su 95 aniversario, el Mission District de San Francisco fue escenario de Blank Placard Dance (1967), performance en movimiento que Halprin compuso justo cuando la sociedad civil estadounidense empezaba a estar hasta los mismísimos de Vietnam. Fue durante el mismo curso del estreno neoyorquino del musical Hair -en el off-Broadway- cuando la artista decidió mostrar una pieza en la que aparecían manifestantes silenciosos que portaban pancartas en blanco. Aquella protesta muda iba acompañada de música, y de la amenaza permanente de una autoridad que entonces no se andaba con chiquitas ("era arrestada por estas cosas", rememora la artista en un vídeo que recoge la acción del año pasado, en la que un par de frases interpelaban al ciudadano paseante: "¿qué es lo que te importa?", "¿qué nos importa?"). Recorriendo un camino que iba del yo al nosotros y que, en los últimos tiempos, ha sido transitado por veteranos de guerra en el terreno de las luchas sociales… así como por quienes acababan de descubrir, por la vía de la crisis y la depresión económica, esa cosa llamada "bien común". Aparte de los deseos de paz y amor universal lógicos en este tipo de discursos -y lo digo sin un ápice de ironía-, hay una palabra repetida en la acción que tuvo lugar en tierras californianas y en Málaga (hace apenas una semana, con motivo de Hors Pistes, el festival multidisciplinar programado por el Centro Pompidou con el título de El arte de la revuelta, que justamente finaliza hoy). La palabra compartida, puesto que formó parte de los lemas y consignas recogidos a lo largo de la acción, es desahucio; es la vivienda una causa innegociable del siglo XXI, por lo mucho que tiene de derecho impepinable, a estas alturas de la Historia. Como vulgarmente se dice, no se puede vivir bajo un puente.
La recreación de la performance de Halprin tuvo de directora de orquesta, en su versión malagueña, a una artista francesa de la danza -Anne Collod- que desde principios de los noventa se ha dedicado a reconstruir, como co-fundadora del Quatuor Albrecht Knust, algunas de las coreografías más audaces del siglo pasado (Parades & Changes, prohibida en Estados Unidos hace cincuenta años, también de Halprin), entre ellas Blank Placard Dance. Voluntarios de perfiles diversos participaron en la acción, que arrancó ante el recuerdo liberal de Torrijos y finalizó en el propio Centro Pompidou tras algo más de dos horas de caminata literal. Una fanfarria acompañaba la 'mani', que a su paso por el Ayuntamiento interpretó el Respect de Otis Redding, tan antiguo como la propia performance y muy pertinente, claro (lo suyo es que hubiese andado algún representante del pueblo por allí, y a ser posible que sintiese la alusión), aunque tocaban canciones aún más elocuentes, como el Gracias a la vida de Violeta Parra que popularizara la Negra Sosa (himno demasiado humano a estas alturas, ya, como la obra del sabio Umberto Eco). La coreografía de las propias pancartas -individuales salvo en un discreto dúo de chico y chica- hacía pensar tanto en el uso peyorativo atribuido al 'pancartismo', como a la necesidad de la manifestación, la concentración y la reunión en una democracia libre, aunque sea imperfecta, como la nuestra. Al fin y al cabo, hemos de tomar parte en esa sociedad, seamos minoría ruidosa en la calle, o mayoría silenciosa de existencia estadística (Baudrillard El Apocalíptico dixit en Cultura y Simulacro).
Periplo portugués en el CAC
Periplos/Arte portugués de hoy es una colectiva-escaparate de lo que están haciendo, en la escena del arte contemporáneo, nuestros queridos paisanos ibéricos. Hasta el 8 de mayo próximo podrá verse en el CAC Málaga un proyecto que el año pasado tuvo su versión española en el mismo espacio. En esta ocasión son 211 artistas portugueses los que han debido ajustar sus obras a las medidas reducidas (10 x 12 centímetros) que definen estas exposiciones. Hay quienes utilizan el lienzo como soporte, literal, para piezas más bien escultóricas (Patrícia Oliveira y su Do Retorno a Casa. Que lugar é esse a que chamas Casa?, 2010-2014), trabajan directamente con éste, partiéndolo, como Rute Rosas en Pintura expandida #1, (2015), o lo ocultan -es el caso de la cápsula de Catarina Castelo Branco, y de las esculturas de Nuno Carvalho y Diego Gonçalves-. Retratos y paisajes se alternan con las distintas disciplinas en que han trabajado los artistas, así como los lenguajes plásticos que van de la abstracción geométrica a tendencias más conceptuales. Donde no podía faltar un guiño al país vecino, con el homenaje goyesco de Isabel Mello.
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