La mujer callada y la pérdida del relato alternativo

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La escritora Laura Freixas ha abordado en La Térmica la figura femenina en la cultura y la práctica patriarcal que perpetúa la desigualdad en el siglo XXI

La escritora Laura Freixas el pasado viernes en el Hotel Málaga Palacio.
La escritora Laura Freixas el pasado viernes en el Hotel Málaga Palacio. / Javier Albiñana
Cristina Fernández

Málaga, 06 de febrero 2017 - 02:02

Las mujeres tienen que callar, obedecer, ser ignorantes y estar consagradas al ámbito doméstico. Desde que Telémaco en La Odisea (s. VIII antes de Cristo) envía a su madre a su habitación y le advierte de que "la palabra debe ser cosa de hombres" ha sido recurrente el menosprecio que ha recibido el género femenino en el ámbito literario. Las palabras de la Biblia, de Fray Luis de León, Lutero, Quevedo y Molière han satirizado o denostado la instrucción y la participación en asuntos públicos de la mitad de la sociedad. Pero la visión patriarcal no sólo es cuestión del pasado, sino que ha seguido imperando hasta nuestros días y contemporáneos como García Márquez o Neruda no han visto en ellas más que objetos de deseo, cuerpos anónimos e intercambiables que poco más tienen que aportar. La escritora, traductora y ensayista Laura Freixas, pionera en España en la visualización de la literatura hecha por mujeres, ha analizado durante dos días en La Térmica la hostilidad hacia las mujeres sabias expresadas desde los clásicos hasta el refranero popular.

"Hay una serie de mensajes expresados por hombres hacia las mujeres desde el siglo VIII antes de Cristo hasta hoy que van todos en la misma dirección, lo cual es muy llamativo, las mujeres deben callar y confinarse al espacio privado y a los hombres pertenece el derecho a la sabiduría, al poder y al espacio público", dice Laura Freixas. Y ofrece algunos ejemplos. "Como es de los hombres el hablar y salir a la luz, así es de las mujeres encerrarse y encubrirse", dijo Fray Luis de León y Lutero afirmó que "no hay manto ni sayo que peor siente a la mujer que el querer ser sabia". En la actualidad, apunta, se perpetúa el concepto aunque se diga de otras formas más sutiles. "Se alaba a la mujer callada y el objeto de deseo es la mujer muda, como el ejemplo de Lolita".

En la literatura, a la mujer se le obligada a callar y a obedecer, a ser objeto de deseoLa narración de la humanidad la ha hecho únicamente una parte y es "la omnipresente"

"Esta idea recorre la cultura, la mujer concebida como una muñeca está muy presente", agrega y cita versos de Neruda y Memoria de mis putas tristes, de García Márquez. "Ellos expresan el patriarcado, no son críticos, pueden escribir bien pero no se lo cuestionan", subraya. "La cultura está sirviendo de patente de corso para legitimar, perpetuar y naturalizar el patriarcado y tenemos que ser críticas con la cultura, no me vale la excusa de la calidad", destaca y sostiene que "a mi modo de ver Lolita es una apología de la pedofilia y en Anagrama, edición tras edición ponen la frase "una gran historia de amor", a mi me preocupan más las niñas, que se legitime la violación, no estoy dispuesta a aceptar esto en nombre del arte".

Pero no sólo se les ordena callar. Las que supieron o pudieron salir de la norma han visto cómo se desacreditaba su palabra. "El mandato de que las mujeres callen se complementa con el descrédito de la palabra de las mujeres, cuando hablan no se las cree y se las ridiculiza", comenta Freixas y hace alusiones a demoledoras frases del refranero popular como "mujeres y almendras, mejores las que no suenan". También, añade, "hay muchos refranes que dicen que las mujeres mienten como "divulgada una patraña quieres ver, cuéntala en secreto a una mujer". O está esa imagen popular de la mujer charlatana, cotilla. "Las mujeres nos hemos especializado históricamente en mantener los vínculos, las relaciones personales, esta función es crucial, sin ella no habría sociedad, y sin embargo, se denosta", ahonda Freixas.

Ante este panorama, la dificultad del género femenino para hacer literatura es patente. Y por varios motivos, sostiene la escritora. "Las experiencias que conocen las mujeres, las que más les afectan e interesan no tienen tradición literaria y desprestigiadas, como puede ser la maternidad que es algo que solo se trata en la subcultura", considera. "No hay una tradición literaria y cuando escribes sobre eso inmediatamente despiertas el prejuicio", apunta. Por otra parte, contar la verdad de muchas experiencias "es ir a contracorriente, desmentir el discurso patriarcal". Y eso, en demasiadas ocasiones, ni siquiera se ha atrevido a ver la luz. Y por eso, la historia se ha perdido la mitad de su relato. "El relato de la humanidad formada por mujeres y hombres lo ha hecho únicamente una parte y es el omnipresente", se lamenta la escritora. Por eso, sostiene que nos hemos perdido una narración alternativa que nos sitúe en una realidad formada por ambos sexos.

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