Los múltiples delirios de Óscar Domínguez se detienen en Málaga

La colección del Tenerife Espacio de las Artes llega por primera vez a la península · La Fundación Picasso exhibe 67 piezas de uno de los mayores creadores del surrealismo

Rocío Armas / Málaga

23 de octubre 2009 - 05:00

Llevaba la subversión en las venas y la incoherencia como estandarte. Óscar Domínguez (Tenerife, 1906-París 1957) dedicó su atormentada vida a demostrar que el arte no tiene casillas ni el surrealismo límites. En París encontró desde muy joven el marco adecuado para volcar en él su mundo onírico y una fuerza vital, a contracorriente. Ahora la Fundación Picasso Casa Natal trae a Málaga la colección del TEA (Tenerife Espacio de las Artes), que sale por primera vez de las islas para relatar, a través de 67 obras, la trayectoria de un creador de contrastes.

La Fundación ha optado por dedicar (hasta el 7 de febrero) a esta muestra sus dos espacios expositivos de la Plaza de la Merced: en la sala de la Casa Natal (en Plaza de la Merced, 15) se exhiben las obras en las que Domínguez emplea la técnica de la decalcomanía, junto a la proyección permanente del segmento de película, Visita a Óscar Domínguez, que Alain Resnais dedicó al autor en 1947. Por contra, la sala mayor (Plaza de la Merced, 13) muestra la evolución de Domínguez desde 1920 hasta su última exposición en París en 1957, año en que se quitaría la vida tras sufrir graves problemas psíquicos y acarrear una acromegalia deformante.

"Tuvo una trayectoria tortuosa, no fue rectilíneo, y no tocó una sola tecla, sino muchas, a veces simultáneamente", recordó ayer durante la presentación de la muestra Javier González de Durana, director del Tenerife Espacio de las Artes (TEA). La colección que ahora recala en Málaga se convierte también en la primera exposición del artista en Andalucía. Recorre 30 años de producción entre óleos, decalcomanías, dibujos, ilustraciones y una escultura, sin seguir un orden cronológico. Así el periplo comienza por su última etapa, con uno de los siete bocetos que realizara Domínguez en París para una serie de tapices sobre la diosa Europa en los años 50. En tono humorístico deja entrever su capacidad para jugar con los iconos y con esa atmósfera cósmica que caracterizaría buena parte de su creación, y que explica el lema de esta antología, Fuego de estrellas.

Domínguez bebió del surrealismo, del informalismo, tocó la puerta de la abstracción y rindió con todo ello tributo a coetáneos a los que admiraba: Salvador Dalí, Max Ernst, Yves Tanguy, Víctor Brauner y hasta el propio Picasso. "Estoy cien por cien con Picasso que es el genio de la edad atómica y un gran amigo", manifestaría el artista canario en una carta remitida a su paisano pintor y crítico Eduard Westerdahl en 1949. De hecho, conforme prolongaba su militancia surrealista aumentaba la influencia en él del genio malagueño y disminuía el peso de los dogmas del movimiento.

"Era una esponja que absorbía y después devolvía atropelladamente, con aciertos y desaciertos, pero de éstos tomaba lecciones", añadió González de Durana para referirse a un pintor irregular, que igual plasmaba en sus lienzos sus fracasos vitales como sus atisbos de genialidad. Domínguez patentó la técnica de la decalcomanía, y también una corriente que, en los años de la ocupación nazi "financiaba la falsificación de cuadros de Picasso y otros artistas como una forma de colaborar en al resistencia, estaba bien visto", argumentó Isidro Hernández, comisario de la exposición.

Domínguez alternaba el cromatismo de sus cuadros más dalinianos con el tenebrismo apocalíptico de sus últimos años. Con André Bretón compartió amistad, visión del mundo y hasta espacio creativo. La muestra exhibe fotografías realizadas a los dos en el pueblo tienerfeño de Tacoronte, e ilustraciones que Domínguez hizo para publicaciones del poeta francés como La trayectoria del sueño.

El recorrido del visitante por la sala mayor vuelve a detenerse en más ejemplos de la admiración de Domínguez por Picasso. Uno de sus cuadros rinde tributo al Guernica y en otros -como Homenaje a Manolete- el canario desvela la afición compartida entre ambos artista por la tauromaquia. A pesar de abandonar su tierra natal en los años 30, retrató su nostalgia isleña en dragos, paisajes volcánicos y una vegetación agreste, en lontananza, que acompañaría sus delirios creativos.

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