Dos mundos, una sola voz

Música El regreso de la estrella mexicana

Alejandro Fernández conquistó el sábado a las 10.000 personas que llenaron el Auditorio Municipal con su legión de mariachis, aunque no sólo hubo rancheras

Alejandro Fernández, el sábado, en su concierto del Auditorio.
Alejandro Fernández, el sábado, en su concierto del Auditorio.
José Rodríguez Funes / Málaga

26 de julio 2010 - 05:00

Un Auditorio Municipal casi repleto disfrutó durante dos horas del espectáculo de canción romántica pop y rancheras ofrecido por Alejandro Fernández. El mexicano interpretó el pasado sábado un repertorio que abarcó gran parte de su discografía y presentó en Málaga su último álbum Dos mundos.

Con puntualidad, apenas habían pasado las 22:30 previstas, Fernández surgió en la escena rodeado por una enorme banda mariachi de hasta 23 músicos colocados en un peculiar escenario piramidal. El de Guadalajara, con atuendo tradicional mexicano, apareció desde la oscuridad y envuelto en los gritos de sus fans más desbocadas para abrir con un repertorio de rancheras y música tradicional mexicana. Canciones como Es la mujer o Niña amada mía fueron aclamadas en esta parte inicial que ocupó la primera media hora del concierto. Este inicio dejaba claro que Alejandro Fernández, pese a su fama como cantante pop, no esconde que sigue siendo un eslabón más de la tradición ranchera mexicana en la que su padre, Vicente Fernández -autor de clásicos como Volver volver-, tuvo un papel principal.

La segunda parte del concierto, con el cantante mexicano vestido con chaqueta y camisa abierta, adelantaba lo que su público se iba a encontrar: canciones pop románticas, aunque con trazas de salsa y un poquito más de música mexicana. Esta clara división entre la primera parte más tradicional y la segunda de corte pop convencional evidencia la concepción de su Dos mundos, estructurado de igual modo al intentar resolver su dicotomía creativa. En su último álbum se encontraban precisamente muchos de los temas presentados: Cuando digo tu nombre, No lo beses, Me duele o Estuve. Fernández demostró que su voz está en plena forma, y siempre acabó los temas luciendo sus bondades acompañado por esa enorme banda que le daba cierto tinte épico a los finales. Y para terminar, un popurrí de José Alfredo Jiménez con coreados clásicos como Si nos dejan o El rey cerró el espectáculo antes de un bis que se hizo esperar: el clásico de Julio Iglesias Abrázame.

El protagonista de la noche no sólo tenía bien preparado el repertorio que interpretó, sino también cada una de las palabras que dedicó entre canción y canción, cada sonrisa, cada guiño al público, el peinado: ahora engominado hacia atrás, ahora más suelto, natural y alocado... Estaba todo calculado al milímetro, sin dejar nada al azar, consciente de que la imagen vale mucho y que para gran parte del público allí presente todo detalle era tan importante como cada canción. Él era el protagonista indiscutible y lo tenía claro: "Un aplauso para los músicos; un aplauso más fuerte para los coristas; un aplauso aún más fuerte para vosotros, querido público; y el aplauso más fuerte... ¡para mí!". En definitiva, cosas de divos... aunque éste, al menos, fue puntual.

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