Cultura

La música que escuchó Cervantes

La Real Academia de Bellas Artes de San Telmo viene desarrollando a lo largo de este año en el que se conmemora el cuarto centenario de la muerte del autor del Quijote un extenso ciclo en torno a su figura, su obra y su tiempo. Y dentro de esta propuesta, bajo el título La música que escuchó Cervantes se celebró el pasado viernes en la Sala de Conciertos María Cristina el segundo de los actos dedicados a la música del Siglo de Oro, que contó con una calurosa respuesta del público en un aforo casi completo.

El programa, consagrado a la música coral, estuvo compuesto por una cuidada selección de piezas a cuatro, cinco y seis voces de Juan de Arañes, el Cancionero de Upsala, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria (la inclusión de la chacona de Arañes, autor posterior a Cervantes, es una licencia por ser ésta la única pieza compuesta para coro de este baile que Cervantes conoció). La interpretación corrió a cargo del coro Nostro Tempo, que lleva a cabo un loable ejercicio de recuperación de una parte esencial y poco conocida de nuestra cultura musical. Fue, sin duda, una gran ocasión no sólo para disfrutar de los grandes polifonistas españoles -cuya presencia en los escenarios malagueños se ha visto muy disminuida desde la desaparición del Ciclo de Música Antigua- sino, sobre todo, para descubrir su vertiente más profana. Se alternaron en la primera mitad canciones rítmicas y alegres (Chacona, Riu riu chiu) con los cálidos lamentos y aflicciones mundanas del Cancionero (Estas noches atan largas).

La más compleja de las canciones de Guerrero (A un niño llorando al hielo) fue también la mejor cantada del repertorio del músico sevillano. Sin embargo, el momento álgido de la velada lo propició la música de Victoria, incomparablemente superior, sobresaliendo las interpretaciones del Popule meus y, muy especialmente, la magnífica Caligaverunt oculi mei.

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