Cultura

La nueva Arcadia

Por los azares y misterios del Derecho, los lectores modernos están de enhorabuena. Gracias a la figura de la caducidad, figura procesal y escatológica, la extraordinaria obra de Chesterton llega con abundancia a los escaparates. Hoy glosamos brevemente Lo que ví en América (1922), peculiar ensayo sobre la Norteamérica previa al Crack del 29. De nuevo, es la editorial Renacimiento quien difunde la figura del gran polemista inglés; de nuevo, es Victoria León la encargada de verter a un excelente castellano ("la lengua más hermosa del mundo" decía Astrana Marín al traducir a Shakespeare), las paradojas y apotegmas del caudaloso polígrafo, cuya singular extravagancia radicaba en un concepto ya en desuso en el siglo pasado: el optimismo, la cordialidad, el amor encendido a las pequeñas cosas.

Si las primeras décadas del XX se distinguieron por lo abstruso de su filosofía, tambien es cierto que, al menos dos pensadores, tuvieron una firme vocación de claridad, expresada a través de los periódicos, del articulísmo y de la alta pedagogía en papel prensa. Uno de ellos fue Ortega y Gasset ("la claridad es la cortesía del filósofo" escribió don José). El otro fue Gilbert K. Chesterton. Pensemos en el oscuro Wittgenstein llegando a Londres; pensemos en sus discusiones, tan agrias como laberínticas, con Bertrand Russell; pensemos en John Maynard Keynes, esperando la venida triunfal del señorito Ludwig, cuando dice, "Dios ha llegado hoy en el tren de las cinco". El Dios de Chesterton es completamente diferente. Es aquél que alumbró al Poverello en el camino de Asís. Es el que guía a los Padres Fundadores en la constitución de Norteamérica.

Para Chesterton, la democracia tiene, indudablemente, una base divina. Sin la verdad esencial de la igualdad entre hombres, sin su origen sagrado, el gran país al otro lado del Atlántico se habría construido de muy diverso modo. Todo el libro del ensayista inglés, fruto de sus conferencias por el país, viene atravesado por esta convicción, sin la cual, a su juicio, la democracia y su raíz misma se entumecen. ¿Por qué? Porque la ciencia, porque el darwinismo, pujan en sentido contrario y abundan en la la selección, la diferencia y el predominio. De este modo tan particular, a través de un razonamiento tan poco frecuentado, lo que Chesterton halla en el país de los rascacielos es un delicado sueño horizontal: la paridad entre hombres y un antiguo concepto de ciudadanía.

Chesterton, G. K. Traducción de Victoria León. Editorial Renacimiento. Sevilla, 2009. 336 páginas, 18 euros

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