Alfredo Sanzol. Director y dramaturgo

"Las nuevas formas creativas ya estaban antes de la crisis, y de modo más eficiente"

  • El autor de 'En la luna' y 'Sí, pero no lo soy', gran renovador del teatro español contemporáneo, dirige desde el pasado lunes en La Térmica el taller 'El actor narrador' .

Desde que en 1999 estrenara su primer montaje como director, Como los griegos de Steven Berkoff (que ya obtuvo una nominación a los Max), Alfredo Sanzol (Madrid, 1972) ha construido una trayectoria asombrosa y profundamente renovadora con obras propias como Sí, pero no lo soy (2008, producida por el Centro Dramático Nacional, donde antes había trabajado como ayudante de Gerardo Vera en Divinas palabras), Días estupendos (2010), Delicadas (2010) y En la luna (2012), un encargo del Teatro de la Abadía por el que el ganó el premio al mejor autor en castellano en la última edición de los Max. Desde el pasado lunes, Sanzol dirige en La Térmica el taller El actor narrador, una actividad del programa La vía del actor organizada en colaboración con el CDN, en el que participan una veintena de alumnos y que hoy llega a su fin.

-A tenor del título del taller, ¿el actor es, al fin y al cabo, un contador de historias?

-Para mí es importante recuperar la labor originaria del actor como contador de historias, como el productor o el que origina las historias. Y de alguna manera como escritor me siento como un actor que escribe, porque el teatro tiene un elemento físico y espacial muy importante.

-¿Es entonces más fácil ser otro escribiendo teatro que dedicándose a otros géneros?

-Creo que sí. Pero también es verdad que en mi caso hay voces que entran en conflicto y que a través del teatro intentan comunicarse, ponerse de acuerdo, avanzar. A veces uso el teatro como instrumento para ser otro y ver la realidad desde otros ojos, cambiar la perspectiva. Pero esas voces que están en mí normalmente las pongo en el personaje que estoy imaginando.

-En sus obras, lo que no cuentan los personajes llega a ser tan importante como lo que cuentan. ¿De dónde nace su querencia por esta narrativa?

-Eso no lo he elegido. Imagino que tiene ver con mi manera de expresar. Aunque el estilo me preocupa mucho, hay una parte del estilo que no puedes decidir, y tiene que ver precisamente con la parte que ocultan los personajes. Puedes elegir la parte que expresan, pero es muy complicado decidir la parte que ocultan.

-¿Piensa en la posibilidad de que los espectadores se identifiquen con sus personajes cuando escribe una obra ?

-Sí, pienso en eso. De hecho, es mi deseo. Como lector de mis obras, considero que son buenas cuando a mí me afectan.

-¿Y cómo se lleva con la cuarta pared?

-La uso cuando los personajes actúan como si no hubiese público. Pero también me gusta romperla, hacer que los personajes se dirijan a los espectadores.

-¿La superación de la crisis que atraviesa el teatro español, con dos millones de espectadores perdidos en un año, llegará cuando se restituya el IVA cultural por debajo del 21%, o corresponde hacer algo más ?

-La cuestión coyuntural más importante tiene que ver con la crisis, la subida de impuestos y la pérdida de poder adquisitivo. Eso está claro. Pero luego hay que seguir trabajando en una política cultural de creación de públicos, haya o no haya crisis.

-¿Es optimista, en cualquier caso, respecto al futuro?

-Yo soy optimista con casi todo.

-Al mismo tiempo, se habla mucho de la crisis como la oportunidad brindada a un nuevo esplendor artístico. ¿Qué le parece que, especialmente en el teatro, sólo se apunte a un Renacimiento en el peor escenario?

-Creo que la crisis no ayuda nada a la creatividad. Y que las crisis no vienen bien para nada. Me refiero a las crisis económicas, que son distintas a las crisis artísticas. Eso no impide que en los momentos de crisis todo el mundo busque nuevas maneras de desarrollar su actividad, pero esas nuevas maneras también se estaban desarrollando cuando no había crisis, e incluso de una manera más intensa y más eficiente. Los recursos económicos son siempre necesarios.

-¿Alguna vez ha tenido la tentación de pensar que una de sus obras habría funcionado mejor como una novela?

-A ver, yo no recuerdo cuándo empecé a escribir. He escrito siempre y he escrito de todo. Lo que ocurre es que lo más escribo es teatro. Pero nunca he pensado que una obra mía hubiese quedado mejor contada como una novela. Yo escribo para el directo, para el escenario, para que luego se produzca un espectáculo con lo que he escrito. Hay algo que una novela no puede contar, que es la expresividad del actor, a través de la que se transmite una emoción determinada. En una novela, los adjetivos van uno detrás de otro. En el actor, los adjetivos se producen todos a la vez. En un solo gesto puedes expresar cinco cosas de manera simultánea. Ésa es la magia del teatro.

-¿Sus maestros y referentes son hoy los mismos que cuando estrenó Como los griegos?

-Los maestros son como amigos que voy conociendo a lo largo del tiempo. Si al principio tenía uno, ahora tengo muchos más, porque cuando más teatro vas viendo, más lees y más conoces, más admiración te producen personas diferentes. Yo hago teatro por Kantor, porque vi La clase muerta. Y a partir de ahí se van sumando otros muchos. Cada vez que escribo, elijo a alguno que me ayuda a resolver problemas: me acuerdo de Azcona, de Pinter o de Kristian Luppa, y me siento muy acompañado con ellos.

-¿Qué estrenos tiene pendientes para la próxima temporada?

-Actualmente estoy escribiendo una obra y a la vez estoy haciendo un proyecto con Juan Cavestany. Los dos trabajos verán la luz el año que viene.

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