"Un país sin cultura es un país inculto, ideal para los desmanes de los políticos"
El malagueño regresa el próximo jueves al Teatro Cervantes para presentar su nuevo disco, 'La menor explicación', que saldrá a la venta el día 6 de nuevo con José Taboada y Javier Laguna como aliados esenciales
Llega Zenet a su casa en Madrid después de una sesión de estudio con Laura Granados, a la que ha brindado una jugosa colaboración. Empieza entonces la conversación y al teléfono el cantante malagueño se muestra tan generoso como de costumbre. Le gusta jugar a la contra, y uno lo agradece porque ésas son las mejores entrevistas. El próximo jueves, Día de Todos los Santos, Zenet presentará a las 19:00 en el Teatro Cervantes su tercer álbum, La menor explicación, cocinado a fuego lento una vez más junto al compositor y guitarrista José Taboada y el poeta Javier Laguna y con colaboradores de lujo como Antonio Serrano, Raúl Márquez, Alain Pérez y Pepe Rivero. El 6 de noviembre saldrá a la venta esta nueva colección de canciones de amor y otros elementos con miradas al jazz, la bossanova y el bolero.
-¿Distinguiría alguna novedad o singularidad en La menor explicación respecto a Todas las calles y Los mares de China?
-A menudo, en lo que se refiere a la música, se intenta que cada trabajo tenga algo de nuevo o de distinto a lo anterior, pero mi empeño es justo el contrario. Yo estoy más interesado en que lo que hago ahora tenga algo que de lo que he hecho antes. No creo que la novedad sea una condición sine quanon cuando te dedicas a esto. En los anteriores discos habíamos creado ya una determinada armonía y lo que queríamos era incidir en ese universo, el universo Zenet. Cuando terminamos de grabar Todas las calles me quedé con ganas de bucear más en la bossanova y en el sonido de Nueva Orleans y eso es lo que hemos hecho en La menor explicación. Pero eso no es proponer algo nuevo, porque ya estaba. Como dicen los ingleses, si algo no está roto, ¿para qué arreglarlo?
-¿Su trabajo sigue basándose entonces en lo espontáneo?
-Hemos hecho lo que queríamos hacer. Y a mí me gusta dejar una parte de la composición para el estudio, para cuando entramos a grabar. Me gusta dejar los temas desnudos y ver qué ocurre en ese último momento. Busco una reacción, como si nos preguntáramos "¿Qué harías tú en medio de un ataque preventivo de la URSS?". Así que lo que hacemos en el estudio, en gran medida, consiste en rellenar el esqueleto de las canciones. Para eso hemos contado en esta ocasión con músicos como Antonio Serrano, que hace una introducción bellísima con su armónica para el bolero Échame el humoa la cara, y el violinista Sergio Márquez, que plantea un diálogo muy interesante al estilo Django Reinhardt / Stéphane Grapelli. Ellos han trabajado del mismo modo.
-No me negará, entonces, que el nuevo disco es más abiertamente jazzístico que los anteriores.
-Pues no lo sé. No me atrevería a hacer enciclopedismo con mi música. Cuando apostamos por un sonido lo hacemos con una intención, y eso es todo. En La menor explicación, además, hemos tenido muy presente el orden de las canciones porque queríamos hilar una ambientación cinematográfica. La idea es que en el primer tema el oyente tenga la sensación de que entra en un club de música y, a partir de ahí, se va abriendo paso hasta donde se encuentra la banda. El álbum incluye diez temas y lo hemos hecho así, como una narración del uno al diez, parecido a un parque de atracciones. Aunque luego, claro, quien escucha tenga libertad para escuchar las canciones en el orden que le dé la gana.
-¿Se respeta esa intención narrativa en el directo?
-Sí. Lo que ocurre es que jugamos con los tiempos: si en el álbum contamos algo en dos minutos, en el escenario a lo mejor nos tomamos cuatro. No tengo miedo a hacer conciertos largos, por más que mis músicos me acusen de querer acabar con ellos. En el repertorio incluimos La menor explicación pero también temas de los dos anteriores trabajos, y si resulta que hacemos un concierto de dos horas y media, pues muy bien, eso no me preocupa mientras la gente se lo pase bien. No hay que temer que el público se aburra por darle mucho.
-Después de tres discos, ¿cómo se llevan Toni y Zenet?
-Se llevan bien, gracias sobre todo a que la empresa, los artistas y los músicos, que son los tres vértices del triángulo, se llevan bien. Mis músicos y colaboradores son mi familia, no los contrato como a mercenarios. No podría pasar sin ellos. Y ellos, a su vez, siempre saben por dónde voy a salir respirando.
-Con nueva gira a la vista, ¿cómo le afecta la subida del IVA?
-La subida del IVA es algo terrorífico. Yo no quiero cargar la subida del 21% al precio de las entradas. El Gobierno debería dejarse aconsejar y tomar nota de lo que se hace en otros países. Francia, por ejemplo, aplica al sector cultural un IVA progresivo, de modo varía dependiendo, por ejemplo, de la gente que metas en una sala y que compre su entrada. Eso nos permitiría alquilar más espacios para hacer conciertos y mantener los sueldos de todos los trabajadores, incluidos técnicos, transportistas y promotores, sin tener que cargarlo al público. Yo, como Zenet, no quiero cobrar las entradas a mis conciertos a 35 euros, sino a 15. Pero para hacerlo tengo que pedir a mis músicos que cobren menos. Habría que permitir al sector de los espectáculos en España que adopte con la flexibilidad necesaria su propia manera de hacer y gestionar su dinero. Lo que no puede ser es que las once familias que comen de los conciertos de Zenet dejen de hacerlo. Es terrorífico, insisto.
-¿Espera alguna solución en un plazo razonable?
-No. Muchos amigos míos ya están trabajando en Brasil, Ecuador y Argentina. Este país está dejando escapar su talento. Un país sin cultura es un país inculto, ideal para los desmanes de los políticos.
-¿Seguirá Zenet cantando al amor dentro de veinte años?
-Ya tengo 45 años, así que no me planteo un futuro tan lejano. No sería real. Me interesa más echar una mano a gente que empieza ahora a hacer cosas y se mantiene fuera del mainstream. Espero aportar algo. Mi tiempo es limitado.
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