Un paseo por las entrañas del Cervantes

aniversario

En el 30 cumpleaños de la municipalización del principal escenario de la ciudad, se hicieron visitas muy reducidas para mostrar lo que hay detrás de la magia teatral

Varas, focos y cuerdas en el 'up stage' del Teatro Cervantes. / Fotografías: Teatro Cervantes
Cristina Fernández

Málaga, 07 de abril 2017 - 08:55

La caja acústica estaba puesta en el escenario en el que horas más tarde la Orquesta Filarmónica, la Coral Carmina Nova y el Coro Ópera de Málaga interpretarían Un Requiem Alemán de Brahms para festejar el 30 cumpleaños de la municipalización del Teatro Cervantes. Se probaban luces y sonido mientras que un reducido grupo de aficionados, ganadores de un concurso realizado a través de las redes sociales, iniciaban una visita muy especial. Gonzalo Aurioles, miembro del departamento de Promoción del Teatro Cervantes, era el guía de un paseo por las entrañas del principal espacio teatral de la ciudad, por el up stage en el que varas, contrapesos, cuerdas y tramoyistas invocan en cada función la magia requerida.

Por el pasillo de las plateas impares y el proscenio número uno el grupo accedió al escenario, una superficie de 20 metros de largo por 14 de profundidad y 25 de altura. Frente a las tablas, las 1.200 butacas de las que se venden 1.074 al descartar aquellas de poca o nula visibilidad. "Para el concierto de esta noche [por ayer] hemos quitado el foso porque el concierto necesita mucho coro y hemos tenido que ampliar la superficie", explicaba Gonzalo Aurioles. También comentaba que en unas dos horas se pliegan los paneles de hierro y madera que forman la caja acústica y se suben mecánicamente para quedar almacenados hasta el próximo concierto.

El grupo avanza hasta el primer puente del escenario, situado a ocho metros de altura. "Todo lo que sube o baja está agarrado a unas varas de acero contrapesadas", dijo el especialista al tiempo que mostraba el peine, "tablas con huecos para que pasen las cuerdas a través de ellos". También explicó que antes los contrapesos eran sacos de arena y ahora son planchas de hierro que pesan 12,5 kilos. "Siempre se coloca el doble de lo que pesa el objeto que se quiere manejar para facilitar el trabajo y que el encargado de la maquinaria sólo tenga que guiar con la cuerda", apuntó Aurioles. El telón, por ejemplo, de unos 200 kilos, puede ser subido y bajado por dos niños de Primaria que realicen la visita. Pende de las barras el telón de boca que Ferrándiz pintó para unos carnavales y que se bajará en breve para ser restaurado.

Sobre las tablas del coso malagueño ha diluviado, han caído plumas, pétalos de flores y hasta muñecas hinchables, como relataba ayer Salvador, técnico del teatro. "Para hacer el Cascanueces sobre hielo se montó una piscina de unos 15 centímetros que ocupaba todo el escenario y se vertieron cuatro toneladas de hielo", recuerda Gonzalo Aurioles, que asegura que en las últimas tres décadas del espacio nunca se ha tenido que anular una función por problemas técnicos. Unas 20 personas, entre luces y maquinaria, conforman el equipo técnico que trabaja entre bambalinas para ofrecer a las compañías los recursos de los que dispone el Teatro Cervantes. A veces, estos son insuficientes para las dimensiones de musicales como El rey león, por ejemplo. "No puede venir a Málaga, está descartado", confesó el guía. Aún había que seguir subiendo y cruzar los hombros de la escena a 18 metros de altura para llegar al palomar, el lugar que muestra el entramado de vigas que sostiene la cubierta del edificio y que datan de la construcción del mismo.

"No conocía las entrañas del teatro y me parecía muy interesante ver el sistema de poleas, cómo se producen los efectos y la coordinación que tiene que haber detrás", consideró Antonio Pérez, un técnico informático que acudió a la visita. Victoria Romero, de 19 años, quiere se actriz. Antes estudiará arte dramático en la ESAD y le entusiasmó "conocer los secretos" del teatro. Patricia Almeda, que forma parte del coro Gospel It, se imaginó actuando sobre el escenario. "Para todos los que tenemos el gusanillo artístico pisar el teatro es un sueño", confesó, sorprendida sobre todo por el palomar. Para Cristina Gandarias lo más bonito fue "ver el trabajo que hay detrás, mucho más de lo que se puede intuir cuando estás sentada en la butaca".

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