"Si pienso en frío que he cantado a Lole y Manuel, me entra el pánico"

Alba Molina. Cantante

La intérprete vestirá de largo este viernes en la Cochera Cabaret su disco dedicado a Lole y Manuel.

Alba Molina y Joselito Acedo, ayer, en una taberna malagueña.
Alba Molina y Joselito Acedo, ayer, en una taberna malagueña.
Pablo Bujalance Málaga

18 de mayo 2016 - 05:00

Cuando se trata de explicar las razones por las que Alba Molina (Sevilla, 1978) ha grabado un disco como Alba Molina canta a Lole y Manuel, a la artista le faltan las palabras. En realidad, y como es obvio, éste es un trance repleto de emociones en el que a la cantante le cuesta, como admite, dejar a un lado las emociones que le corresponden como hija, más aún cuando la desaparición de Manuel Molina se encuentra aún reciente; y especialmente cuando en la memoria de todo un país late con fuerza la voz de Lole Montoya volcada en los mismos temas. Pero, precisamente por todos los sentimientos puestos en juego, Alba Molina ha culminado este trabajo acudiendo a los instintos, a lo espontáneo, sin pensárselo demasiado: "Yo no tengo la voz ni el tono de Lole, pero lo he hecho como me salía. No me he parado a pensarlo mucho, lo he interpretado tal cual. No es un disco meditado ni pensado. Simplemente, ha salido. Miramos los temas en un par de días, ajustamos los tonos y nos pusimos a grabar sin más. Ya el primer día grabamos cuatro temas. Si pienso en frío que he cantado a Lole y Manuel, me da vergüenza. Me entra el pánico. Si lo hubiese pensado antes, no lo habría hecho. Pero ahora hay que defenderlo, y lo vamos a hacer de la manera más digna posible". Molina se ha aliado con el guitarrista Joselito Acedo en este homenaje prodigioso que los dos vestirán de largo el próximo viernes 20 a las 22:00 en La Cochera Cabaret. Sin más instrumentos que la voz y la guitarra. Todo un viaje a la transparencia.

Alba Molina canta a Lole y Manuel cuenta con once temas que en el concierto se ampliarán hasta dieciséis, todos del dúo que cambió para siempre el flamenco con himnos como Nuevo día y Todo es de color. "Añadiremos algunas canciones que yo hacía con mi padre, como La pena negra, de Lorca, y Cabalgando. Pero todo así, de la manera más desnuda, como lo hacían ellos". En cuanto a las preferencias particulares, la cantante señala que antes "tenía una canción favorita de Lole y Manuel, Dime. Pero ahora que las he cantado, ya no tengo ninguna. Hay algunas que me resultan más fáciles de cantar, como La mariposa blanca; otras, como El romero verde, son más complicadas. Pero no me quedo con ninguna, porque me quedo con todas". Todas estas composiciones se presentan convenientemente adaptadas al registro de la intérprete, pero los arreglos son rigurosamente fieles a los originales, y José Acedo, que acompaña a Alba Molina en la entrevista, explica los motivos: "Hemos respetado las canciones en su integridad. No hemos hecho ningún arreglo extra. Yo he conservado a la guitarra todas las introducciones y falsetas de Manuel, sólo lo hemos adaptado al tono de Alba y ya está. ¿Cómo se podría cambiar algo de estas canciones? ¿Le vas a poner una letra a Dime? Eso está hecho, de arriba a abajo. Mantenernos fiel a la versión original de los temas ha sido una decisión acertada". En la conversación sale a la luz la idea de este legado musical como un patrimonio, y Molina y Acedo asienten de manera concienzuda.

Por eso, cuando se le pregunta a Alba Molina por la deuda que el mundo del flamenco tiene con Lole y Manuel, su respuesta es rotunda: "El flamenco ortodoxo siempre ha sido difícil. A veces, jodido. Siendo canciones escritas en compases y tiempos del flamenco, las de Lole y Manuel son ante todo espirituales. Es otro estilo, otra historia. Una historia muy de ellos, muy particular. Son letras muy poéticas pero a la vez muy sencillas, con pajarillos y con flores. Parecen escritas por y para niños, pero al mismo tienen su hondura. Es un concepto que no encuentro en otro sitio. Por eso nadie los ha imitado, ni se han atrevido a cantar este repertorio. De hecho, pensar que yo he sido la primera en hacerlo me da verdadero terror". Precisamente, uno de los objetivos de este álbum es acercar el repertorio a un público más joven: "Hemos rescatado temas que no deberían olvidarse. El público mayor tiene cierta melancolía por estas canciones y se acerca a mí con cariño; pero hay otro público, como el de Tucara, el que viene a mis conciertos habitualmente, que no suele escuchar tal vez a Lole y Manuel. Lo que yo quiero es gustar y dejar contentos a todos".

Y, claro, resulta obligado preguntar por la opinión de Lole: "Mi madre escuchó el disco ya terminado. No le habíamos dicho lo que estábamos haciendo. Cuando empezamos con esto mi padre no había fallecido aún pero ya estaba muy enfermo, era un momento difícil. Cuando se fue nos pusimos más en serio, así que es un disco muy llorado, muy sentido. Luego invitamos a Lole y la familia Montoya a que vinieran al estudio a tocar las palmas y escucharon lo que habíamos hecho entonces, en el estudio. Nos pusimos a llorar todas. Y sí, a mi madre le gustó. Pero mi idea desde el principio ha sido defender esto en positivo. No he querido hacer un disco para que nos pongamos tristes".

¿Estaba Alba Molina predestinada a hacer un disco así? La respuesta llega con la misma autoridad: "Sí. Era inevitable que terminara haciendo esto". Alba Molina afirma con orgullo que Lole canta ahora "mejor que nunca, lo mismo flamenco que boleros, tangos y jazz". Así se las ingenia el talento para perdurar en los nuestros.

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